El laberinto de la soledad

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Javier López Medina.

Octavio paz, en su libro el Laberinto de la soledad, habla de nuestra forma de ser y hacer las cosas como mexicanos. Y busca en las apariencias, el fondo de nosotros mismos.

Su obra tiene dos grandes momentos, uno, donde es rápido, preciso y certero en sus opiniones sobre las formas de ser y hacer del mexicano. Habla de la cotidianidad de nuestras vidas, y la profundidad de nuestras palabras.

En ese primer momento es donde convierte las palabras más comunes del mexicano, en conceptos, en definiciones, categorías; en teorías, leyes, palabras para la eternidad que trasciendan al momento y queden para siempre.

Y palabra por palabra de las que usa el mexicano como parte de su repertorio cotidiano, el autor va buscándole su razón de ser, teoriza sobre ellas, le encuentra un sentido profundo, las va convirtiendo en una categoría universal, la concatena, le encuentra su lógica intrínseca en su tiempo y un espacio.

 Y en el discurrir de su parloteo, se enlaza a otra palabra; como si cada palabra fuera una liana, de la cual salta a otra liana. Y vuelve a buscar su razón de ser.

Aquellas palabras que parecen no decir nada, para él lo dicen todo, expresan la profundidad de nuestro pensamiento como mexicanos y le encuentra un lugar en nuestra historia: empieza por el pachuco, y lo analiza en sus partes, en su forma, en su pensamiento, y lo enmarca en nuestro pasado y nuestro presente; de ahí se enlaza a las máscaras que utilizamos para ocultar nuestros pensamientos.

Después empieza a conceptualizar las palabras y actitudes que usamos los mexicanos con perpetua costumbre, como: “abrirse”, “cerrarse”, “macho”, formal, “machismo”, reserva, intimidad, albures, mentira, simular, disimular, temor, desconfianza, recelo. Apariencia; alguien, ninguno, don nadie; fiesta, muerte, soledad, hermetismo, mujer, obrero, misterio, chingada, chingar; “hijo de puta”, “yo soy tu padre”; dios, padre, poder, virgen, “malinche”.

En un segundo momento, el autor, entra a los temas de la conquista y la colonia, la independencia y la revolución; entonces se pone serio, reflexivo, profundo y esencial.

Habla de las formas de ser los principales actores de la historia, de sus ideas, de sus pensamientos, de sus ideologías, las ubica en un contexto especifico; les busca sus orígenes, causas, consecuencias, contradicciones; sus avances y sus retrocesos. Y va tejiendo la historia desde su concepción, donde la ideología de vencedores y vencidos, juega un papel preponderante.

En el tema de la colonia y la conquista, habla de Quetzalcóatl, Huitzilopochtli, los Aztecas de la fascinación de Moctezuma por la llegada de Cortés; del abandono de sus dioses, de la conquista de los españoles; de su sistema de dominación, del control a través del catolicismo y del hacernos parte de ellos como sujetos de la historia, aún en la dominación. 

La escritura del autor, en el Laberinto de la soledad, es poética, esencial, dialéctica, culta, profunda, creativa y de revelaciones incesantes.

El texto del autor, se divide en los siguientes apartados:

  • El Pachuco y otros extremos
  • Mascaras mexicanas
  • Todos santos, Día de los muertos
  • Los hijos de la Malinche
  • Conquista y colonia
  • De la Independencia a la Revolución
  • La Intelligentsia mexicana.
  • Nuestros días
  • Apéndice: La dialéctica de la soledad.

Postdata

  • Nota
  • Olimpiada y Tlatelolco
  • El desarrollo y otros espejismos
  • Critica de la pirámide
  • Vuelta a el Laberinto de la soledad. Conversación con Claude Fell  [341] 

El día que el autor escribió el Laberinto de la Soledad, ese día se “descosió”, se “dejó caer”, se “abrió de capa”, se “brindó”. Y dejó su obra para la eternidad.

*Esta reseña se escribe en el marco de los 500 años de la conquista. Que se cumplirán el 13 de agosto del 2021. Y del 23 aniversario luctuoso de Octavio Paz.