El caso de la Sociedad Manuel Acuña -derrumbada casi en su totalidad- demostró que primero están los “grandes” negocios de algunas familias pudientes de Saltillo, y luego la protección de edificios antiguos o joyas arquitectónicas.
Los responsables de la demolición de edificios históricos que marcaron a la capital de Coahuila son las autoridades de gobierno, pues al parecer Francisco Aguilar Moreno, delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Coahuila, no tiene presencia en nuestro estado, no solo para proteger los edificios viejos de la ciudad, sino para impedir que se roben la riqueza paleontológica de Coahuila, como ha sucedido infinidad de veces.
El trabajo de Aguilar Moreno deja mucho que desear, primero por qué no informó las razones por las que emitió el permiso para que se derribara la Sociedad Manuel Acuña que albergó sitios de agradable memoria para los saltillenses como el Patio Español, el salón Los Azulejos, el gimnasio y los baños al vapor.
Con seguridad Francisco Aguilar tiene papeles importantes en su archivero sobre este caso y de muchos otros edificios históricos que por una u otra razón también se demolieron.
Los mismos socios de lo que fue la Sociedad Manuel Acuña y que próximamente se convertirá en un Centro de Negocios, aseguran que los ex presidentes de este lugar Carlos Martínez y Gilberto Mandujano tienen mucho que explicar sobre el asunto.
El primero es abogado y le heredó el cargo al segundo. Carlos Martínez es medio hermano del ex gobernador Enrique Martínez y Martínez y Gilberto Mandujano es la mano derecha de Enrique Martínez Morales. Por lo pronto, el inmueble con mucha antigüedad se convirtió en polvo. Pero queda una pregunta ¿Dónde están los socios?, sobre todo aquellos que se desgarraban las vestiduras por defender el negocio, perdón, la Sociedad Manuel Acuña.
Un ejemplo, el más emblemático de los edificios derribados, es el Hotel Coahuila, un edificio majestuoso de la arquitectura en esta ciudad, que sin estudios ni razones para derribarlo, se determinó deshacerse de tal hotel, para construir un banco que hoy en día sigue ahí en el cruce de las calles Juárez y Allende, cuya arquitectura se asemeja a un gran cajón con ventanas.
Otro caso es el Edificio Coahuila, que estaba localizado en la calle Ateneo esquina con General Cepeda, se derribó en el 2012 para construir ahí una plaza sin chiste y muy cara bajo el argumento de que salía muy caro remodelarlo.
El inmueble que albergó por muchos años el Club de Leones ubicado en el bulevar Venustiano Carranza al norte de la ciudad, también se derribó para construir una plaza comercial X.
Se dice que en este caso fue diferente, porque una docena de socios de los 400 que llegó albergar en años atrás, decidió venderlo en más de 100 millones de pesos a un grupo inmobiliario de Torreón. Pero igual que en los casos anteriores, nadie dijo nada y tuvo el aval del Municipio, Estado y la Federación.
A una escuela primaria, situada en el bulevar Francisco Coss, se decidió tumbarla para construir una plaza cara justo al lado de edificio que se le conoce como el congresito.
En este caso nunca aparecieron los políticos que juran y perjuran amar a está ciudad, y solo lo dicen de dientes para afuera, para mostrar lo farsantes que son.
Los grupos o colectivos que aseguran ser defensores del patrimonio cultural e historia de Saltillo, tampoco aparecieron, pues estos grupos actúan según su conveniencia. Y si acaso intervinieron fue en lo oscurito, porque nadie se dio cuenta.
Todos callaron, cronistas, historiadores, defensores de Saltillo, de su patrimonio y de su historia, pues donde manda capitán no gobierna marinero.
Como están las cosas en Saltillo, con toda seguridad hay más casas antiguas en la mira para ser derribadas en dónde solo algunas familias serán las favorecidas. Y si alguien tiene duda solo tiene que recorrer las calles de la capital de Coahuila, para apreciar el brutal deterioro en que encuentra el Centro Histórico de Saltillo.
Caminar por la calle Victoria encontrarás que después de 74 años, el Cine Palacio dejó de operar, para que sirviera como una zapatería. Lo mismo sucede con el Teatro García Carrillo, que luce descuidado y rodeado de negocios de todo tipo. Y también nadie dice nada al respecto.