Samuel Cepeda Tovar.
Hasta el momento nuestros atletas olímpicos acumulan un total de cuatro medallas, nada despreciables, bastante loables, pero sí muy lejos de los lugares de honor y competitividad de otros países quedándonos en el tradicional “ya merito”. Porque siempre nos quedamos a punto de, con las ganas de más, pero sin la fórmula para lograrlo.
Recuerdo el mundial de fútbol pasado cuando Javier Hernández, “El Chicharito”, antes de los juegos decía que “imaginemos cosas chingonas”, cosas como imaginar que seríamos campeones y terminamos solo eso, imaginando, con los resultados de siempre, con las ganas de querer trascender, lo mismo en los juegos olímpicos deseando ascender en la lista del medallero, alcanzar el oro y la gloria, pero la realidad, esa tradición a la que sin querer ya estamos acostumbrados se hace presente y nos ubica en donde siempre hemos estado.
Pero la pregunta de los 64 mil es simple: ¿Por qué seguimos obteniendo resultados tan exiguos en las competencias deportivas? Al respecto hay dos respuestas que me parece son la causa directa de los malos resultados que históricamente cargamos los mexicanos en las justas olímpicas o deportivas en general. La primera causa es la corrupción, sí, el mismo mal de siempre, pues pese a que los recursos inyectados al deporte en nuestro país aumentaron considerablemente desde el sexenio de Vicente Fox cuando se le entregaron a la CONADE cuatro mil quinientos millones de pesos, después con Felipe Calderón aumentaron los recursos a 23 mil millones de pesos y, finalmente, con Peña Nieto 25 mil millones de pesos; los resultados han sido siempre los mismos.
En 2015 se detectaron bastantes irregularidades en la auditoría realizada a las federaciones deportivas lo que devino en la revocación del registro de algunas de ellas, entonces el dinero no estaba llegando en su totalidad a los deportistas. Estas irregularidades detectadas fueron la causa de recortes que afectaron a los atletas en las pasadas olimpiadas en Brasil.
La segunda causa es que a todas luces hace falta una política estructurada e integral de fomento al deporte en el país que abarque desde el impulso real y verdadero a este rubro desde las escuelas, pues es sabido por todos que la educación física en la educación básica se remite a brincar un rato en las canchas y ridiculizar a algunos alumnos dejando de lado el desarrollo de talentos deportivos desde temprana edad.
Ya en la educación media superior y superior nos topamos con los eventos deportivos anuales que ciertamente son bienvenidos, pero son coyunturales, pues cada escuela o facultad prácticamente debe arreglárselas sola para poder impulsar decididamente el deporte por el simple hecho de que los uniformes y el material deportivo es caro y hacen falta también entrenadores para las diversas disciplinas.
Mientras los recursos sean limitados y no haya transparencia y rendición de cuentas en el uso de los mismos, mientras no exista una política integral de apoyo al deporte desde la educación básica, y mientras la corrupción que va desde desvíos de recursos hasta el acomodo en los equipos de hijos de funcionarios o influyentes, seguiremos obteniendo los mismos resultados en todas las competiciones deportivas y seguiremos culpando a los pobres atletas que con todas esas cargas deben salir a dar la cara por el deporte mexicano señalados con la culpa de los malos resultados.