Cerramos con disrupción el 2021 e iniciamos con desconfianza el 2022

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Jesús M. Moreno Mejía.

“La adversidad debe
llevarnos hacia al bien…”
Parafraseando a Niceto
Alcalá Zamora

Concluyó para el mundo entero el año 2021 de manera disruptiva, dejando atrás un cúmulo de sinsabores a la mayoría de los seres humanos, en virtud de vivir en una constante amenaza de contraer un virus mutante, que parecía ya haber sido medianamente controlado en sus variantes: Alfa, Beta, Delta y Gamma, pero en diciembre surge uno nuevo, el Ómicrom.

 Y como bien dice la periodista Marcela Gómez Zalce en su reciente columna (A Puerta Cerrada): “En medio de las incertidumbres que plantea la crisis del SARS COV-2 [virus inicialmente conocido como Covid-19, por el año en que apareció masivamente] y sus variantes, la relativa a la seguridad, la económica, migratoria, social y política, colocan a México y al mundo entero en uno de los mayores retos para todos por su impacto disruptivo.

Sin embargo, no vamos a tratar ampliamente el tema de la pandemia como quedó atrás y lo que viene, pues como señaló el político y jurista español, Niceto Alcalá-Zamora y Torres, la adversidad debe llevarnos al bien, a la esperanza y al bienestar.

Porque como acertadamente dice el texto de un mensaje que recibí recientemente en Facebook: “El tiempo es el mejor maestro. Incluso, sin que hagas preguntas te da las mejores respuestas.

Recordemos que el tiempo (no el del clima, sino el que contamos para cualquier actividad que realicemos mientras tengamos vida) es un factor que siempre tomamos en cuenta para todo, pues sólo el ser humano lo toma en consideración para el desarrollo de su persona y su entorno, arrojando casi siempre una respuesta.

Cuando éramos niños muy pequeños no tenía mucha importancia el tiempo que empleábamos, pero conforme íbamos teniendo uso de razón sí nos interesábamos en los días, las semanas y los años, y anhelábamos ser mayores de edad como nuestros padres, para ser como ellos o como los héroes fantásticos que veíamos en la TV o proyecciones cinematográficas (Súperman, Spiderman, por sólo mencionar a algunos).

Incluso de adolescentes seguíamos con una idea similar, pero con diferente actitud, ya fuera en algo bueno, como pretender ser exitoso o tener un parecido a los ídolos del espectáculo o del deporte, pero también en actividades no recomendables como fumar, tomar bebidas alcohólicas e incluso drogarse. Y en materia de vestido, procurarse lo que está de moda.

En la etapa juvenil, el tiempo no resulta ser importante para la mayoría pues emplean el mismo de manera indiferente, salvo para necesidades ingentes, tales como comer, dormir e ir al WC.

Ya de adultos, el tiempo es algo imprescindible para ser tomado en cuenta; es más en casi todo, pero a la inversa de cuando niños, no deseamos que pasen los años, al grado tal de restárnoslos (especialmente la mujer al llegar a cierta edad).

En esta etapa de la vida nos gustaría sentirnos jóvenes, y en algunos casos añoramos los años infantiles o cuando menos de la adolescencia, pero sobre todo no queremos llegar a una mayoría de edad, y sobre todo ser considerados viejos. ¡Pura vanidad!

Pero somos esclavos del tiempo; no se diga del reloj, desde que nos despertamos hasta que volvemos a la cama, tras de haber pasado el día al pendiente de las horas que transcurren. Por ello usamos un reloj de pulso (sea uno sencillo o un lujoso), el que trae el celular o los colocados en las paredes de la casa o del trabajo, o bien la hora que dan en la radio.

En épocas pasadas el hombre no conocía los relojes, o bien eran contados los existentes, ya fuera en una torre como el famoso Big Ben de Londres o en algunos paseos públicos, así como los que había algunas casas de familias pudientes.

El campesino o el obrero no tuvieron nunca un reloj mecánico, pero en el primer caso el hombre rústico se guiaba por la luz del amanecer, a partir del alba o el canto de los gallos, en tanto que el empleado o el artesano de poblaciones grandes el silbato de la fábrica o las campanas de una iglesia eran indicativos para ir no solo a misa, sino también a trabajar.

Otro factor importante para medir el tiempo en otras épocas, era el sol y la sombra de personas u objetos durante el día hasta llegar el crepúsculo, salvo cuando los nublados eran oscuros, pero también el sentir hambre o el reloj biológico que todos tenemos, como indicativos para realizar alguna actividad o bien para descansar.

Pero volviendo a nuestros días modernos, es innegable el valor del tiempo para todo, e incluso adaptarnos a los cambios de horario que en cada país y latitud del mundo se establecen en ciertos meses del año, así como considerar que cada cuatro años los días tienen un día más que agregar a los 365 normales.

Vivimos una existencia de espacio y tiempo, mismos que debemos aprovechar al máximo mientras estemos en este mundo, pues si pensamos en otros planos existenciales todo será diferente, desde viajar por el espacio en el universo, debemos tener en cuenta la Teoría de la Relatividad, o bien en una vida espiritual en la que algunos creemos, mientras otros niegan, donde no hay ni espacio ni tiempo, pues nada en ella es material.

El caso es que por ahora estamos en esta vida y debemos apegarnos a lo existente, procurándonos salir adelante a pesar de las adversidades y buscar siempre lo mejor, no sólo para nosotros en lo particular sino también para los demás, en la medida de nuestras posibilidades. ¿O usted, amable lector, cuál es su punto de vista sobre el tema del tiempo?

¡Hasta la próxima!