José C. Serrano Cuevas.
Por izquierda política se entiende todo el conjunto de doctrinas, ideologías, corrientes y movimientos políticos basados en la idea de igualdad social.
Los diferentes actores de la izquierda política, sean partidos, personalidades o movimientos, proponen que la sociedad debe velar por la protección de los sectores más desfavorecidos, con miras a garantizar un sano equilibrio social.
Esto se debe a que, para la izquierda, la desigualdad socioeconómica no es natural sino históricamente construida: la desigualdad es generada por la acumulación desproporcionada de dinero y poder en manos de pequeños grupos.
En esto radica la principal diferencia entre la izquierda y la derecha. En efecto, la derecha política se fundamenta en el derecho natural, la protección de la economía sobre los sujetos y el respeto a la tradición. Por ello, suele ser conservadora, defensora del status quo (protección de las clases altas y del capital).
Los términos izquierda y derecha política surgieron en el siglo XVIII, en el año de 1789, cuando el parlamento francés sesionaba sobre el derecho a veto absoluto del rey con respecto a las decisiones de la Asamblea.
Para facilitar el conteo de votos, que por entonces se hacía a mano alzada, los partidarios del rey se pusieron a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que aquellos que pensaban que el veto del rey debía ser limitado o inexistente, se pusieron a la izquierda. En el centro se colocaron los indecisos o moderados.
La izquierda política es muy diversa tanto en la concepción de igualdad social como en los métodos necesarios para lograrla, existen diferentes doctrinas al interior de esta izquierda.
Ya que tanto izquierda como derecha son términos que se definen en función de un punto de referencia, se entiende que entre más alejados estén del mismo, más radicales serán sus enfoques. Por tanto, es común hablar de centro-izquierda, izquierda o extrema izquierda. Entre cada uno de estos hay profundas diferencias.
La profesora Marles Glasius del Departamento de Política de la Universidad de Ámsterdam, en Holanda, ha enfocado sus investigaciones en otros aspectos del funcionamiento de los gobiernos que se dicen democráticos. Ella ha sido directora del Proyecto Authoritarian Practices in a Global Age (Prácticas Autoritarias en la Era Global). Explica que los métodos autoritarios son los que van en contra de los intentos de responsabilizar, cuestionar, criticar tanto a los gobiernos y sus representantes como a las autoridades emanadas de éstos.
Así, imponer sigilo sobre sus propias actividades, minar el control popular, descalificar a la prensa y, en algunos casos, hasta organismos oficiales de gobierno, y sofocar a los medios críticos, son prácticas autoritarias que se pueden encontrar en gobiernos que se autodenominan democráticos, de acuerdo con la profesora Glasius.
En el gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es notoria esa tendencia autoritaria que se refleja en las actitudes de sus colaboradores. Un caso muy señalado es el de Rosa Icela Rodríguez Velázquez, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), mujer gris como sus atuendos, que parece un ente programado para obedecer, aplaudir y sonreír.
Es el amplificador de la voz del amo. Si AMLO dice que la criminalidad en México va a la baja, ella repite esa información sin quitarle una coma. Ignora y descalifica los reportes generados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) así como los de organismos independientes, que aportan cifras sin maquillaje. Ella es el prototipo de la imagen de una izquierda sumisa.