Lutero, después de 500 años

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José C. Serrano Cuevas.

Martín Lutero (1483-1546). Teólogo alemán que dirigió acertadas críticas a la disipación moral de la Iglesia católica romana, centradas al principio en el comercio de bulas, le valieron una rápida excomunión en 1520, pero también lo convirtieron en la cabeza visible de la Reforma, movimiento religioso que rechazaba la autoridad del Papado y aspiraba a un retorno a la espiritualidad primitiva.

A lo largo del siglo XVI, por la acción de Lutero y de otros reformadores, la Reforma conduciría al establecimiento de diversas Iglesias protestantes en el norte de Europa y a las llamadas «guerras de religión» entre católicos y protestantes. Con este último de los grandes cismas del cristianismo, el cisma protestante, finalizaba la hegemonía de la Iglesia católica en el viejo continente y quedaba configurado el mapa religioso que, en líneas generales, ha perdurado hasta el presente: Iglesias nacionales desligadas de Roma en los países del norte y pervivencia de la Iglesia católica en los países del sur.

Martín Lutero se formó como monje agustino en 1505 y comenzó a estudiar teología en la Universidad de Wittenberg, en donde se doctoró en 1512. Ya como profesor empezó a criticar la situación en que se encontraba la Iglesia católica. Lutero protestaba por la frivolidad en la que vivía gran parte del clero (especialmente las altas jerarquías, como había podido constatar durante una visita a Roma en 1510), y censuró también que las bulas eclesiásticas (documentos que teóricamente concedían indulgencias por los pecados cometidos) fueron objeto de un tráfico puramente mercantil.

500 años después de la reforma luterana, la Iglesia católica alemana vive una revolución sin precedentes en Europa. Se están perfilando desde el sínodo alemán propuestas audaces y comprometedoras para la estructura doctrinal y eclesiástica que ha primado en la Iglesia durante siglos. Por ejemplo: la abolición del celibato, la apertura al casamiento de los sacerdotes, la ordenación de mujeres, entre otras.

La voluntad de miles de laicos y religiosos progresistas de introducir cambios es notoria. Imponen un nuevo tiempo de propuestas para poner en marcha transformaciones estructurales reales. Dichos sectores progresistas pretenden liberar al catolicismo alemán de su obsesión por defenderse de un presente hostil e imaginar caminos para una Iglesia por venir.

Apunta Bernardo Barranco Villafán, sociólogo de las religiones, que «en la primavera de 2023, la Iglesia de Alemania deberá completar su camino sinodal. Este paso, durante el cual los católicos alemanes secularizados, propios de la cultura europea, exigen cambios profundos en la Iglesia. Despierta gran desconfianza y ansiedad en Roma».

Pululan los sectores conservadores que a toda costa quieren bloquear y boicotear un largo proceso que ha incorporado a miles de católicos. Recientemente se presentó un primer documento del sínodo, donde se aborda que «algunos sacerdotes estarían mejor casados». El movimiento pro sinodal concluye que el celibato obligatorio debe ser reformado, cada uno debe decidir por sí mismo. La moral sexual también debe cambiar, porque ya no corresponde al mundo real, la doctrina vigente es ostracista e inhumana. Sin embargo, el Papa Francisco dijo recientemente «no» a una revisión de las reglas del celibato.

El celibato ha propiciado prácticas vergonzantes para los sacerdotes católicos, porque subrepticiamente mantienen relaciones íntimas con mujeres de su feligresía, dando como resultado la proliferación de sobrinos y ahijados, que nunca conocen a sus padres biológicos. Las madres de estas criaturas están condenadas a servir a la «Iglesia» hasta que son desechadas como objetos inservibles. ¡Sí urge una reforma como la que propone la Iglesia alemana!