Lo que Eliseo olvidó en su libro

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

En 1985, Eliseo Mendoza Berrueto retornó a Coahuila como candidato a diputado federal, ganando la diputación con el 17% de los votos de su distrito. Posteriormente fue nombrado líder de la Cámara de Diputados, lo que dio pie a que la revista Proceso señalara que “un diputado de minoría coordinará la mayoría”.

En aquella ocasión, Proceso también recordó su servilismo con los presidentes en turno, pues Eliseo se había referido a Luis Echeverría como “estadista visionario y valeroso defensor de los pueblos marginados”. De José López Portillo reconoció “su firmeza de carácter y su patriotismo y entereza”. De Miguel de la Madrid Hurtado había dicho que “opone la democracia al autoritarismo y el nacionalismo a la reacción”.

Luego, Miguel de la Madrid lo hizo gobernador de Coahuila en 1987, mediante unas elecciones plagadas de abstencionismo, violencia, fraude y corrupción. A su amigo Romeo Flores Caballero lo envío a Monclova como Delegado Especial del PRI, y fue acusado de vender las candidaturas a las alcaldías con la anuencia de Mendoza Berrueto.

Eliseo Mendoza Berrueto

Eliseo se destacó como un gobernador mediocre y con múltiples denuncias de corrupción y arbitrariedades, pero su error político fue que se equivocó de candidato presidencial, al apostarle a Alfredo del Mazo, igual lo hizo “El Diablo” José de las Fuentes.

Por tal razón, en los primeros tres años de la Presidencia de Salinas, se decía insistentemente en Coahuila que Mendoza Berrueto sería destituido como gobernador, pero Eliseo siguió en su cargo, porque se mantuvo dócil ante el nuevo presidente, aun así, a la mitad de su sexenio, Salinas envío a Rogelio Montemayor Seguy a cogobernar el estado desde Sedesol.

Pero eso no fue todo, Salinas también mandó a Coahuila a dos operadores más en el gobierno de Mendoza Berrueto: en el norte, a Evaristo Pérez Arreola, y en La Laguna, a Hugo Andrés Araujo de la Torre, a quienes se les consideraba vicegobernadores en sus regiones.

En el gobierno de Eliseo hubo misteriosas muertes que nunca se aclararon, por ejemplo, a siete meses de iniciado su sexenio, asesinaron al profesor Eliseo Loera Salazar y a la mujer que lo acompañaba. Al momento de su muerte, el dirigente sindical tenía conflictos con Mendoza Berrueto, porque insistía en meter las manos en la sucesión sindical.

Con Eliseo, la corrupción en Coahuila era de todos conocida, para recordarlo es menester mencionar a algunos de los funcionarios estatales que tenían un rol en el saqueo: Eduardo Alzati, Antonio Harb Karam, Gustavo Villarreal, “El Tesorito” Jesús García López, Rafael Azpeitia, Juan Jaime Marroquín, Gabriel Pereyra, y otros más de triste historia.

Por otro lado, los alcaldes se quejaban de que no les entregaban completas las partidas económicas de los ayuntamientos, según decían, “El Tesorito” las ordeñaba. Esta fue una de las razones por las que Eleazar Galindo Vara, desvió recursos para financiar las operaciones del municipio de Saltillo, por lo cual fue “renunciado” y encarcelado.

Otro de los acusados en esta vendetta política fue Juan Francisco Guerrero, director del Programa “Tierra y Esperanza”, quien no fue aprehendido, porque -según él mismo dijo- le entregó una maleta con 15 millones de pesos a Armín Valdez, quien iba a detenerlo.

Otro caso fue, cuando Marcos Espinoza Flores, Director de Pensiones del Estado, tomó de los recursos de la dependencia 17 millones de pesos con el consentimiento de Mendoza Berrueto, pues como algún día me confió Marcos Espinoza, era la cantidad que había invertido en la campaña de Eliseo.

A principios de 1992, Marcos Espinoza denunció un robo en la “Quinta Margarita” de su propiedad, por tal razón, detuvieron a dos chivos expiatorios: el velador José Luis Galindo Álvarez y su amigo, el trailero José Armando Durán Valerio, a quienes secuestraron y torturaron en cárceles clandestinas habilitadas en el Hotel “La Torre” y en la “Quinta Margarita”.

Cuando fui al Cereso a entrevistar a los detenidos, el entonces director de la prisión, Gustavo Berrueto, me permitió platicar con ellos en una oficina, a donde fueron llevados en vilo, porque no podían caminar, ya que tenían los testículos del tamaño de un huevo de gallina como resultado de la tortura. Publicamos la entrevista, pero nada ocurrió. Días después Gustavo Berrueto, pariente de Eliseo, fue destituido del cargo.  

La tortura corrió a cargo de José Horacio Pérez Ocampo y Juan José Quintero, quienes meses después, el 9 de mayo de 1993, denunciaron en el periódico La Jornada que habían torturado por órdenes de Mendoza Berrueto, pero ese caso no terminó con la tortura de los detenidos, en abril de 1992 se dio la noticia de la muerte de Enrique Ramos Dávila, exmadrina de la Procuraduría General de la República y supuesto responsable del robo.

El acta de defunción de Enrique Ramos, que fabricó la Secretaría de Salud, señalaba como causa de su muerte un infarto cardíaco, pero su fallecimiento se debió a la asfixia provocada con una bolsa de plástico, incluso se filtró que el lugar del asesinato fue afuera del hotel La Fuente. Este fue otro de los sospechosos crímenes que nunca fue aclarado.

A mí también me hicieron objeto de una bajeza, cuando sin motivo, el 28 de octubre de 1992, dos agentes de Seguridad Pública detuvieron a mi hijo Ernesto, de 19 años y estudiante del Tecnológico de Saltillo, mientras repartía El Periódico de Saltillo, a quien le sembraron en la combi que conducía una pistola calibre 38, y lo mantuvieron secuestrado durante seis horas por órdenes de Eliseo. Esa fue la cobarde respuesta de Mendoza Berrueto a mis críticas y señalamientos periodísticos sobre la corrupción y abusos de su “gobierno”.

El arbitrario operativo contra mi hijo fue ejecutado por el “Procurador” Raúl Garza Serna, el director de Seguridad Pública Óscar Pérez Benavides y el director de la Policía Judicial Gerardo Arellano Acosta, quienes por seis horas estuvieron amedrentando a mi hijo Ernesto, para que aceptara que el arma sembrada era de mi propiedad, pero no lo consiguieron porque además de su valentía y resistencia, mi esposa fue a liberarlo a la Procuraduría, y de paso acusó a Raúl Garza Serna de cobarde y abusivo.

Ese mismo día Armando Castilla Sánchez, director del periódico Vanguardia en donde yo escribía, supo que la serie de la pistola sembrada por los polizontes estaba registrada en el inventario de la Policía Judicial.

Según los datos que recabé y publiqué en su momento, el “gobierno” de Eliseo estuvo lleno de corrupción, arbitrariedades y misteriosos asesinatos nunca aclarados, que provocaron denuncias, señalamientos y acusaciones de diferentes actores de la sociedad coahuilense.

De esto y más, a Mendoza Berrueto se le olvidó consignar en su ególatra libro “Una larga jornada”, pero no podrá evitar que en otro libro, Mis sexenios, lo pondremos en su justo lugar, por cobarde, arbitrario, y corrupto, para que la historia no lo olvide.