David Guillén Patiño.
Hace cuatro años y medio, en este mismo espacio, di la voz de alerta en relación con la puesta en marcha de lo que ahora se ha dado en llamar “Operación Caballo de Troya”, dirigida a secuestrar, desarticular y poner fuera de combate a Morena, si bien antes a nivel nacional, hoy con especial interés en Coahuila.
En efecto, previo a la visita que el 14 de enero de 2018 haría a Coahuila el entonces presidenciable Andrés Manuel López Obrador, advertí sobre la infiltración de emisarios, principalmente del PRI y del PAN, en el partido que dirige Mario Delgado.
Hasta entonces, todo era un secreto a voces; casi nadie hablaba de la intromisión subrepticia del anterior régimen en la vida interna de Movimiento Regeneración Nacional. La encomienda: tomar el control del partido de la “cuarta transformación”.
Con amplia experiencia en el juego sucio y en la guerra de guerrillas, sobre todo en años electorales, la estrategia que hoy siguen las huestes de Alejandro Moreno y Miguel Ángel Riquelme adquieren una relevancia sui géneris.
Diríamos que, tras las históricas elecciones presidenciales de 2018, nos encontramos en vísperas de la madre de todas las batallas electorales en México, en la que diversas voces del anquilosado sistema dicen estar dispuestas a jugarse el todo por el todo, pues los próximos comicios son decisivos para su sobrevivencia.
En otras palabras, están ante el “ahora o nunca” y el “vencer o morir”. No tienen más alternativas. No pueden permitirse el lujo de perder en 2023 los únicos dos bastiones que les quedan en el país. Así pues, o Morena se consolida o el PRI resucita, esa es la disyuntiva. Dentro de todo esto, Coahuila es territorio clave.
A ello responde precisamente “Operación Caballo de Troya”, a saber, la versión corregida y aumentada de los artificios característicos del Partido Revolucionario Institucional que, por cierto, ahora cuenta con un sofisticado equipo de inteligencia que hoy le aconseja, no la contrastación ideológica, de proyectos o de resultados, sino seguir el camino de la desestabilización y neutralización del partido guinda.
Esto explica sus nuevas acciones, más refinadas, de terrorismo político, espionaje, confrontaciones entre seguidores de López Obrador y, como parte central de su estrategia, acaparamiento de candidaturas, todo desde el corazón de Morena.
Al respecto, vuelvo a traer a colación lo que en aquella ocasión me comentó un integrante de los mandos centrales morenistas: “Es curioso que en nuestros propios cuerpos directivos aparezcan repentinamente individuos con notable arraigo en sus partidos de origen… casi ninguno de ellos se adhiere a nuestro partido por convicción ideológica o porque deseen sinceramente cambiar al país”.
Tal falta de compromiso es consecuencia de haber abierto de forma indiscriminada las puertas del partido y, peor aún, mantener la figura de las candidaturas externas.
Hasta el día de hoy, en Morena-Coahuila esto es lo que hay: 1. Un partido escindido, sin dirección, ni presencia, 2. Una dirigencia estatal ajena a la problemática interna, promotora del divisionismo y sorda ante las bases, 3. Nuevos servidores públicos que actúan autónomos y condescendientes con operadores ajenos a la institución. Pero esto no es culpa de la institución como tal, sino de los intrusos… con dinero.
Se confirma mi advertencia de que el caballo de Troya estaba en camino, a la vez, se corrobora que Riquelme Solís vuelve a las andadas como operador político, de la mano de Alito Moreno y Carlos Salinas de Gortari.
A eso se refiere, en parte, la acusación de líderes de opinión, como Federico Arreola, que acaba de acusarlo de haber creado todo un equipo para inflar a los más débiles aspirantes que supuestamente buscan sucederle en el cargo y, de paso, dividir el voto de Morena.
Dos de los cartuchos quemados a los que el gobierno de Miguel Ángel Riquelme otorga financiamiento para que se promocionen, según una investigación periodística de Sin Embargo, son Armando Guadiana y Luis Fernando Salazar, a sabiendas de que el PRI podría derrotar fácilmente a cualquiera de los dos.
De este modo, y sin que la prensa cuestione la procedencia de los cuantiosos recursos que invierten en promover su imagen, ambos aspirantes han podido saturar las redes sociales y figurar en todos los medios de comunicación, en contraste con Morena-Coahuila y sus servidores públicos, que siguen enfrentando el cerco informativo que les impuso el Ejecutivo estatal.
Como “el que paga manda”, según un dicho atribuido al extinto Luis Horacio Salinas Aguilera, dichas empresas periodísticas deben cumplir incluso la encomienda riquelmista de borrar del mapa al subsecretario de Seguridad Pública federal, Ricardo Mejía, pues les causa escozor su proyecto de unidad en Morena-Coahuila, más aún, les aterroriza que este siga encabezando la lista de preferencias.
Mientras tanto, el PRI se deshace en medio del fuego amigo, protagonizado por figuras que, en la ruta hacia la gubernatura, quieren tomar la delantera a Manolo Jiménez, como son: Román Alberto Cepeda, Jericó Abramo y José María Fraustro, bajo el argumento (hasta cierto punto cierto) de que están mejor calificados que el ex alcalde de Saltillo, apadrinado por Riquelme.
Como bien señala Federico Arreola en una entrevista para Heraldo Media Group, si bien hasta hace unas semanas el PRI parecía invencible, con su gallo Manolo Jiménez, la realidad es que “ha crecido mucho Ricardo Mejía Berdeja”, de tal suerte que ahora el Revolucionario Institucional “le tiene miedo”.
Debido a ello, “parece haber todo un proyecto priista, patrocinado y financiado por el PRI, para que el candidato de Morena sea el ex panista Luis Fernando Salazar o el morenista Armando Guadiana… el rey del carbón”.
Tiene razón Arreola cuando expresa que “el PRI está atrincherado en Coahuila, y la quiere fácil: no quieren a Ricardo Mejía”.
El propio Mejía Berdeja acaba de confirmarlo a través de un video publicado en redes sociales, donde arremete contra el gobernador Miguel Ángel Riquelme y su partido: “Ellos solo están enfocados –dijo– a mantenerse en el poder a toda costa”.
“Por eso quieren un juego arreglado e influir incluso en las decisiones de la cuatro te para posicionar a gente que les sea útil a su proyecto, que no les represente una amenaza para su impunidad, para sus tranzas, para su corrupción, como la corrupción de Javier Herrera, subsecretario de Egresos y principal operador de las trácalas que hace el gobierno estatal”.
En clara alusión a Armando Guadiana, el pasado viernes el subsecretario también remarcó: “Nosotros no andamos con medias tintas, ni simulando ser opositores; nosotros vamos de frente, y eso la gente lo está viendo muy bien; por eso en todas las encuestas vamos arriba, salvo en aquellas que se elaboran y se pagan desde el palacio rosa por Miguel Riquelme, que casualmente son las mismas encuestas que lo ponen en primer lugar entre los gobernadores, lo cual es totalmente absurdo y falso”.
Guadiana Tijerina, a quien el domingo se le vio participando en las asambleas distritales organizadas en Coahuila, en un tono por demás simplón y exasperante, no atinó sino a hacer una desesperada exhortación: “Serenos, morenos, serenos. Entiendan eso. ¿Qué quiero decir con ello? Que necesitamos la unidad de todos los actores políticos dentro de Morena; que el enemigo no es interno, el enemigo está enfrente, en el PRI, de 93 años, que nos han gobernado en el estado de Coahuila. Hasta a mí me han llegado cocolazos, pero yo aguanto vara, no se apuren. Ya no se peleen internamente, por favor. Serenos morenos”.
La pregunta es: ¿habrá quien le pueda informar ya al “rey del carbón” que ha quedado al descubierto como emisario del PRI, al cual siempre ha pertenecido, para hacer perder a Morena en la próxima contienda? En tanto, hay un hecho innegable: “Operación Caballo de Troya” sigue su curso.
davidguillenp@gmail.com