Mis sexenios (78). El comienzo de la sucesión gubernamental

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

A la mitad del sexenio enriquista, las fuerzas electoreras se preparaban para otra elección, la de los diputados federales, evento que representa el inicio de la carrera a la gubernatura. Por tal razón, para ese entonces, en Coahuila el futurismo estaba a todo lo que daba.

Al comienzo del cuarto año del sexenio (2003), sus interesados fans candidateaban a Enrique Martínez como precandidato a la Presidencia de la República; y con posibilidades de sustituir a Enrique Martínez se apuntaban otra vez los mismos de siempre, “La Coneja” Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, Jesús María Ramón Valdés, Miguel Arizpe Jiménez, José María Fraustro Siller, Raúl Sifuentes Guerrero, y si sobrevivía a su conocida corrupción, Óscar Pimentel González.

La única cara nueva era Humberto Moreira Valdés, quien acababa de ganar la alcaldia de Saltillo

Lo cierto era que tanto el secretario de Gobierno, Raúl Sifuentes como el subsecretario de Educación Pública federal, José María Fraustro estaban descartados. Ninguno llenaba el requisito que se acordó en la XIV Asamblea Nacional del PRI, que exigía a los aspirantes a gobernador y Presidente de la República haber ocupado un cargo de elección popular.

La única cara nueva que mencionaban los futuristas para la gubernatura era Humberto Moreira Valdés, quien recientemente había ganado las elecciones para Presidente Municipal de Saltillo.

En la alcaldía saltillense, Humberto Moreira conformó su equipo con los mismos que le ayudaron a Óscar Pimentel a realizar el saqueo en la alcaldía de Saltillo. Los cómplices ideales para cualquier gobernante sin escrúpulos, pues hacen todo lo que les ordena el jefe en turno, son obedientes y sumisos, pero también logran beneficios económicos con la corrupción. Algunos de estos funcionarios eran Ismael Ramos Flores, Jesús Ochoa Galindo, y otros iguales o peores.

Sin embargo, Humberto Moreira ya tenía en su haber acusaciones de corrupción, desviación de recursos, y otras irregularidades cometidas tanto en el INEA como en la Secretaría de Educación Pública, en donde también recibió la dependencia de manos de Óscar Pimentel.

Para ese entonces, los amigos de Humberto Moreira andaban desatados haciendo negocios en nombre del que denominaban “Mi Jefe y Amigo”, algunos todavía hoy se dicen sus “amigos” y le llaman “Jefe”, aunque le hayan ayudado a su desprestigio, y se hayan enriquecido a su sombra con su anuencia u omisión.

La inmensa mayoría de los “amigos” de Humberto Moreira se enriquecieron a su sombra, y se colaron al siguiente sexenio, al de Rubén Moreira, y pese a su corrupto pasado se convirtieron en funcionarios de primer nivel.

Estos personajes, hombres y mujeres, además de ladrones, eran incapaces e ignorantes.

Pero Humberto Moreira tenía sus propios seguidores a los que habilitó como funcionarios públicos, uno de ellos Rubén Téllez Rodríguez, quien como director de “comunicación social”, se dedicaba a filtrar chismes en contra de sus aborrecidos, funcionarios, políticos y periodistas,  a pesar de que no tenía calidad moral para hacerlo, pues era uno de los exfuncionarios de la Secretaría de Educación Pública (Sepec) que estaba siendo investigado por la Contraloría General del Estado, por los gastos excesivos que realizó, sin la comprobación correspondiente.

Otro de los investigados del equipo de Humberto Moreira fue Desiderio Nájera Zamarrón, exCoordinador Administrativo de la Sepec, al que nombró en la Presidencia Municipal de Saltillo, director Administrativo del DIF.

Por su parte, Rubén Téllez había sido señalado por reporteros y columnistas como “ordeñador de los cocos”. Según decían los sabedores del asunto, Rubén en la Sepec se dedicó a sustraer dinero de los sobres de embutes (dádivas) para los comunicadores.

En la edición de mayo de 2003 de El Periódico de Saltillo, el periodista Arturo Rodríguez García (hoy reportero de la revista Proceso) escribió un artículo titulado “El gran defecto de Humberto” en el que señalaba, a propósito de la conformación de su equipo de gobierno municipal, “Personajes como Seguismundo Doguin (el de los antecedentes en el sistema carcelario capitalino); Rubén Téllez (el nuevo rico, orquestador de las represalias a los periodistas críticos y de las intrigas entre funcionarios); Francisco Tobías (el fatuo y prepotente secretario particular); Enriqueta de Alba (la intrascendente secretaria del ayuntamiento) eran la gente cercana al humbertismo”.

“A ellos habrá que sumar a la herencia pimentelista personificada en Jericó Abramo Masso, Jorge Torres López y José Vega Bautista, además de los regidores, que a cinco meses de gobierno ya han hecho de las suyas en contra de la ciudadanía como Agustín Ramos Arizpe y Jesús Figueroa, responsables de legitimar las decisiones de los concesionarios del transporte urbano; Sergio Reséndiz Boone, especialista en desprestigiar opositores antes de alcanzar consensos, junto al resto de los centaveros levantadedos”.

Jorge Torres López y Humberto Moreira

“Raúl Hernández Carrillo, uno de los periodistas que anticiparon la posibilidad de que las cosas salieran mal, debido a la falta de habilidad de la secretaria del ayuntamiento, Enriqueta de Alba, para lidiar con los manifestantes que se pronunciaban en contra del alza a las tarifas del transporte, fue censurado y perdió su espacio periodístico por los oficios de Rubén Téllez”.

“Pero el mayor daño que le han provocado a Humberto Moreira algunos de sus cortesanos, es andar haciéndole campaña, con o sin autorización del alcalde, para la gubernatura, cuando apenas ha iniciado su gestión municipal”.

“A esos humbertistas se debe la andanada de críticas que Humberto ha recibido a últimas fechas… Lo cierto, es que los principales enemigos los tiene Humberto en su equipo…”. Hasta aquí Arturo Rodríguez.

Después de tanto, Rubén Téllez fue retirado de su cargo, pero a pesar de sus graves errores, Humberto nunca lo dejó sin sueldo. Un año después renunciaría Enriqueta de Alba.

El 10 de junio de 2003, los incapaces e intrigosos funcionarios que denunció Arturo Rodríguez en su artículo, ordenaron que no se permitiera la distribución de El Periódico de Saltillo en las oficinas públicas de la comandancia de la Policía Municipal al mando de Seguismundo Doguin.

En está ilegal acción participaron el director de “comunicación social”, Rubén Téllez y la secretaria del ayuntamiento, Enriqueta de Alba, quien se molestó con el artículo de Arturo Rodríguez, porque la había calificado de “intrascendente”, ese fue el reclamo que hizo cuando le notificaron la ilegalidad del director de la policía municipal.

Esta agresión motivó la publicación de una carta abierta al alcalde Humberto Moreira, donde se denunciaba a sus funcionarios. Incluso recordamos en dicha carta que Enriqueta de Alba tenía mucha experiencia en estos ilegales asuntos. Óscar Villegas Rico la utilizaba para que fuera a gritar al Sol del Norte porque criticaba a su jefe, el Rector de la UAdeC.

Nada hizo Humberto Moreira por corregir la ilegalidad, siguieron con su actitud prepotente, y allí empezaron los conflictos con Humberto, que desde la Alcaldía permitió que su equipo de corruptos hiciera lo que quisieran, y cuando arribó a la gubernatura, dos años y medio después, dejó que todos sus funcionarios, sin excepción, robaran los dineros de los coahuilenses.

Cuando gobernó Coahuila, Humberto Moreira perdió toda proporción, e igual que todos los gobernantes se convirtió en un político sordo, ciego y paralítico. 

         En el gobierno enriquista, los funcionarios no cantaban mal las rancheras, uno de ellos, Santiago Elías Castro, Procurador Social del gobierno estatal, en abril de 2003, “agarró la jarra” y extendió el horario de cierre del restaurante-bar “Briscket” hasta las cinco de la mañana, con el fin de no interrumpir su placentera borrachera.

Y para hacerse simpático a los parroquianos, les invitó tragos, arguyendo que eran pagados por el gobernador. Pero a pesar de su generosidad, con dinero de los coahuilenses, los parroquianos presentes lo abuchearon, y entre risas decían estarse “chupando” los impuestos de Coahuila. Pero no era el primer “changuito” que protagonizaba Santiago Elías Castro.

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Por su parte, Vicente Fox, diariamente nos avergonzaba con sus pendejadas, y miembros de su “gabinetazo” nos hacían reír o llorar cada día con sus ocurrencias estúpidas, como aquello que por esos días dijo Fernando Canales Clariond, secretario de Economía, “Para que los campesinos mexicanos resuelvan sus problemas, deben convertirse en empresarios”.

Otra de esas perlas de la estulticia, es aquella que declaró el gobernador panista de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, para minimizar los secuestros que se cometieron en su Estado “Afortunadamente los dos secuestros que tuvimos no fueron de empresarios, ni de personas productivas, sino de gente común”.

Vicente Fox

En esta época se escribieron dos libros sobre la vida pública y privada de Marta Sahagún de Fox, esa frívola mujer que desde el principio del sexenio foxista había acaparado la atención, gracias a la ignorancia, despolitización y morbosidad de los mexicanos.

Tanto “La Jefa” de Olga Wornat como “Marta” de Rafael Loret de Mola, confirmaron los chismes sobre la “pareja presidencial”, y profundizaron sobre la vida ambiciosa de las mujeres de Vicente Fox, que para vergüenza nuestra fue Presidente de México.

Estos libros también cuentan sobre lo que ya se rumoraba, el despilfarro de nuevos ricos de los “hijitos presidenciales”. Sin embargo, los libros le dieron un nuevo enfoque al chisme de que el Presidente Fox era homosexual, ahora se daba una nueva versión en cada uno de los libros.

En “Marta” se fundamenta con testimonios escritos y verbales, que Fox es impotente, debido a una patada que le dio un caballo cuando tenía 37 años de edad. Por su parte, “La Jefa” recoge el testimonio de algunos de los “amigos de Fox”, entre ellos Lino Korrodi, que afirmaban que al presidente Fox no le interesan las mujeres, porque es muy tímido, tiene baja estima y no es mujeriego.

Ambos libros dejaron en claro que la asociación matrimonial de la “pareja presidencial” era un acuerdo político. Sobre el exsecretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda Gutman, se cuentan sus desavenencias con Martita Sahagún, y reiteran su ambición de llegar a la Presidencia de la República con el apoyo del presidente Fox.

Lo cierto es, que estos libros no dejaron duda que Vicente Fox fue un presidente mandilón, ignorante, incapaz, corrupto, cínico y esquizofrénico; y la “primera dama”, Martha Sahagún, frívola, ambiciosa e inmoral.

(Continuará).

Rumbo a la sucesión gubernamental