José Guadalupe Robledo Guerrero.
A principios de los 70, apareció en la Universidad Autónoma de Sinaloa un grupo que se autonombró “Los Enfermos”, cuyo origen fue la Juventud Comunista de México, que pertenecía al Partido Comunista Mexicano (PCM) de filiación estalinista, como todos los partidos comunistas del mundo. Con el tiempo, Los Enfermos fueron desapareciendo de la escena pública, pero dejaron su semilla en los jóvenes de aquella época, los que se convirtieron en lo que hoy se les conoce como “Los duros de AMLO”.
Conocí a algunos de Los Enfermos que quisieron incrustarse en la Universidad Autónoma de Coahuila luego de la lucha por la autonomía, pero su pretensión no prosperó, porque los dirigentes estudiantiles, sobre todo los de izquierda que en ese entonces basaban su activismo en los textos de Carlos Marx, comulgaban con el movimiento de masas y no con los focos guerrilleros y la lucha armada que Los Enfermos privilegiaban, más con la palabra que con la acción.
El planteamiento de Los Enfermos era demasiado elemental: proponían que había que destruir todo lo que había construido el capitalismo, pero no decían con qué lo sustituirían. Alguna vez escuché a un Enfermo decir su consigna favorita: “Hay que destruir la universidad capitalista”, y hasta allí llegaba su teoría revolucionaria. Obvio decir, que la estancia en la UAdeC de estos provocadores cesaría al poco tiempo.
Actualmente AMLO y sus duros son los modernos Enfermos de Sinaloa, tal vez por esa razón López Obrador tiene una gran querencia por aquel estado, cuna de narcotraficantes y ubicación del «Triángulo Dorado», cuyo centro operativo es Badiraguato, al que AMLO ha visitado -sin prensa ni testigos- una vez por año desde 2019.
Alentado por su afán destructivo, para erradicar todo lo que según AMLO huele a neoliberalismo capitalista, se ha dedicado en cuatro años a desaparecer fideicomisos, el seguro popular, los medicamentos para los enfermos de cáncer y demás dolencias, las guarderías, las escuelas de tiempo completo y un largo etcétera.
Pero ahora López Obrador se dispone a exterminar al INE con una reforma amañada, demagógica y perversa, buscando que las elecciones sean semejantes a las que se hacen en el interior de Morena: dirigidas por él, donde los recursos emanados de los impuestos le sirvan para su política electorera, que no tiene mayor propósito que seguir detentando el poder, los puestos y presupuestos, para convertir a México en un nuevo Venezuela o Cuba, países del “paraíso socialista” que se encuentran en ruinas, y cuyos habitantes continúan abandonando sus lugares de origen para ir en busca del “sueño americano”.
Una muestra de su obsesión: el Enfermo de AMLO se dedicó toda la semana en denostar, agredir, insultar y ofender desde la mañanera a los que pretenden marchar en la Ciudad de México, y en otras tantas ciudades de la república, en defensa del INE.
López Obrador ha mostrado su cobardía injuriando desde el poder a los mexicanos que no están de acuerdo con él en la destrucción de nuestro país, en la división, polarización y odio que ha vomitado desde el Palacio Nacional, en momentos que México necesita de unidad para resolver los urgentes y graves problemas de la nación: inseguridad, pobreza, educación, salud y corrupción, temas que se han agudizado durante los últimos cuatro años, precisamente en lo que va del sexenio obradorista.
A los mexicanos que no piensan como él en su retorcida estrategia divisionista y dictatorial, les ha enderezado todo tipo de injurias: clasistas, corruptos, enemigos del pueblo, hipócritas, conservadores, etc. Incluso, ya les envió un grupo de asalto a las instalaciones del INE, los provocó a que terminaran su marcha en el Zócalo y mandó hacer un número indeterminado de cuentas de internet para insultar a los marchistas, en donde califican #lamarchadelospendejos, para atemorizar a los defensores del INE.
Nadie sabe cuántos mexicanos saldrán hoy a las calles, pero cualquier cantidad que sea, sabemos que representan a la mayoría, al 75 por ciento que cree que el INE es un instituto confiable y que ha costado dos décadas en construirlo, tanto así que hoy AMLO gobierna gracias al INE, que además ha sido el que ha garantizado la alternancia entre el PRI, PAN, PRD y Morena en este siglo.
En síntesis, AMLO es el émulo de Los Enfermos de Sinaloa del siglo pasado, aquellos que querían destruir lo construido con el esfuerzo de miles de mexicanos pensantes y democráticos.
De todos modos, AMLO no las tiene todas consigo, tiene muchos frentes de guerra, por eso teme que si no logra sus aviesos propósitos, será perseguido por la justicia, pues ya debe muchas, y lo peor, va contra la historia de México.
Política aldeana
Finalmente, el Consejo Estatal de Morena decidió que el candidato de su partido saldrá de una cuarteta de individuos, en donde el mayormente votado fue Ricardo Mejía Berdeja, el favorito de AMLO. Lo curioso del caso, es que el que más consejeros tenía a su favor, Luis Fernando Salazar, quedó en tercer lugar, en segundo Reyes Flores y en último lugar, Armando Guadiana. Sin embargo, la incógnita se resuelve al saber que el Delegado General de Morena en Coahuila, Tanech Sánchez, les trasmitió a los consejeros la línea de Palacio Nacional para que votaran por Mejía Berdeja. Pero ante toda esta simulación electorera, lo realmente importante es ¿Cuál será la respuesta de los perdedores que creían que podían ganar? Según los políticos de antes, solo les quedan tres alternativas: Sumarse, sumirse o salirse. La dignidad, si la hay, es la única herramienta para decidir.
Preguntas huérfanas
¿Sabrá AMLO que Benito Juárez fue el padre del capitalismo mexicano, según lo afirma el escritor trotkista Adolfo Gilly en su libro La Revolución Interrumpida?
¿Qué harán Armando Guadiana, Luis Fernando Salazar y Reyes Flores ante la marginación que les hicieron desde Palacio Nacional?
¿En qué quedaron las acusaciones de corrupción al alcalde de Frontera, Roberto Piña Amaya?
¿Qué respuesta dará el INE a las precampañas anticipadas de Ricardo Mejía y Luis Fernando Salazar y su proclividad a violentar las reglas electorales?