López Obrador está furioso, sabe que no es invencible

0
676

Jorge Arturo Estrada García-

“La política es el camino para que los hombres sin principios
puedan dirigir a los hombres sin memoria”.
Voltaire.

«El poder no cambia a las personas,
sólo revela quiénes verdaderamente son».
José Mujica.

El presidente está furioso. Finalmente, se percató de que la mitad de los mexicanos no lo quieren y tampoco les ha gustado su forma de gobernar. Al parecer, eso su ego no lo soporta.  Su instinto político lo hace reaccionar y percibe que podría ser derrotado en el 2024. Ellos, son millones de desagradecidos, “arribistas y desclasados”. Entonces, apoderarse del INE se vuelve indispensable, la ley no debe atravesarse en los planes del líder para transformar al país. Eso, el pueblo bueno, en su sabiduría sí lo comprende. Los otros, en sus egoísmos, no.

 La ruta está marcada. Muchos mexicanos ya están atentos. La molestia ya se reflejó en las calles. Los no acarreables se manifestaron. El héroe de la izquierda quiere seguir manteniendo el poder presidencial y el INE le estorba. El primer paso para detenerlo será defender al Instituto Nacional Electoral, decidieron cientos de miles de personas en el país.

Estamos ante un proyecto de poder que ya atrapó a su autor y que mantiene de rehenes a los mexicanos. A unos por pobres, y a los otros por aspiracionistas. Unos se aferran a creer y los otros, desesperados, comienzan a intentar salvar a la democracia como vía de escape del estilo personal de gobernar de López Obrador. No es un asunto de valores, ni de ideales, se trata de no recaer en las crisis y la pobreza.

Sabemos que la democracia tal vez no sirva para elegir a los mejores; pero, que por lo menos sirva para expulsar del poder a los nefastos, piensan cientos de miles de mexicanos en estos momentos. Vivimos en un país envuelto en la tragedia. Sin rumbo. En donde la violencia y los asesinatos se van apoderando de nuestras ciudades, los abrazos no funcionaron y las fosas clandestinas se multiplican.

El gobierno federal ha destruido y desmantelado las pocas cosas que funcionaban. En busca de reconocimiento y dinero para ganar adeptos, destruyó el sistema de salud, escatima las vacunas, los hospitales están sin medicinas, sin equipo y ni siquiera hay citas para los enfermos. La inflación agobia a los hogares y el luto por los cientos de miles de muertos por la pandemia mal atendida, persiste.

La clase política mexicana ya colapsó. El presidente acumula gran cantidad de poder y su partido está integrado por impresentables. Del poderoso PRI, solamente quedan las derrotas y los escombros, están dirigidos por personajes indignos de confianza y ya sometidos. Al PAN, se le extravió la brújula y Marko Cortés no está a la altura de los tiempos.

Actualmente, millones de mexicanos son los verdaderos opositores de López Obrador. ¿Cuántos son, serán mayoría? Tal vez, sean millones los aspiracionistas hartos de los desplantes presidenciales y de los malos resultados.

Por lo pronto, la chispa incendia la pradera. La indignación vence a los temores. Ya saben que son muchos los que se atreven. Los partidos han sido rebasados. Los políticos fueron desplazados de la toma de las calles, en cincuenta marchas a lo largo y ancho del país. Tal vez surjan nuevos liderazgos.

Por lo pronto, viene un cierre de sexenio tórrido. El presidente, inflexible, sigue empeñado en retener el poder. No sabe hacer otra cosa. Vive en un palacio lleno de fantasmas e intrigas. Nadie espera respuestas de Andrés Manuel. Los ajustes serán para persistir en su proyecto, seguramente no hay marcha atrás.

Al último gran líder mexicano, el poder lo ha vuelto decadente y pérfido. Vamos en una nave envuelta en la tragedia. Sin rumbo. Ahora ya se montó un personaje siniestro e insospechado: el fantasma de la dictadura, alguien lo ha estado invocando.

En víspera de la sucesión presidencial, es evidente el fracaso del gobierno obradorista y que lo peor estaría por venir. La transformación ha fallado, es un gobierno inmoral, el presidente ya no es un dechado de rectitud, ya se conoce con certeza que su movimiento y él vivieron recolectando efectivo entre una colección de impresentables, que han sido recompensados con puestos públicos y negocios multimillonarios a cargo del erario. Los mismos vicios y la misma vieja corrupción priista con nuevas siglas.

Su gobierno de palabras agrias, de ajustes de cuentas y de someter adversarios se volverá más agresivo. Con un Instituto Nacional Electoral a modo, tendría más posibilidades de ganar el 2024.  Sabe que él no es invencible, que los pasivos se le han ido acumulando y que su paso por el Palacio Nacional no le ha aportado brillo.  Su aprobación, ya cayó desde el 80 por ciento hasta casi el 50. Su apuesta por su popularidad, que consideraba inagotable, va contra el tiempo. Necesita al árbitro electoral de su lado.

En México, los políticos desprestigian a la política.  Sin líderes, la gente se manifestó en favor del INE. AMLO, comprendió el mensaje de que millones ya no lo quieren en el poder, al terminar el sexenio, y ya tomaron la calle para expresarlo. La clase media será el nuevo enemigo. Son a los que ya no respeta ni cuidará. Según su óptica, son aspiracionistas y desclasados.

Sin embargo, ellos, los no acarreables, son los que echaron al PRI y al PAN del gobierno. Además, son los que lo hicieron presidente. Los clasemedieros, son los que lograron los cambios y las alternancias. Y son los mismos, que lo pueden derrotar. Así, tal vez, en esta ocasión, el veterano político tabasqueño escogió mal a sus adversarios. Veremos, vienen cosas interesantes.