Jorge Arturo Estrada García.
“Los hombres sabios aprenden mucho de sus enemigos.”
Aristófanes.
El presidente recibió una lección. Una profunda herida, en su orgullo. La clase media, tan insultada y despreciada por Andrés Manuel López Obrador, salió a llenar plazas públicas. En decenas de ciudades del país, hizo sentir su presencia y su voz: “El INE y los votos no se tocan”. El mensaje fue enviado, por cientos de miles de gargantas, y replicado por millones de usuarios en las redes sociales. Las protestas resonaron, incluso, en varios lugares del mundo. Los mexicanos no quieren que nada, ni nadie, amenace a su democracia. Tal vez, en esta ocasión, el tabasqueño ha ido demasiado lejos.
A 18 meses de terminar su mandato, AMLO, ha logrado construir un creciente movimiento social en su contra. Un movimiento que se perfila poderoso y activo; tanto en el mundo real como en las redes digitales. Por el momento, parece estar desconcertado, furioso y triste. Se le percibe desencajado, cuando se refiere al tema de la concentración, del pasado 26 de febrero.
La polarización generada por el presidente, como parte de su estrategia para consolidar su voto duro, enfrentará a dos grandes sectores de mexicanos, dispuestos a movilizarse. En el futuro próximo, presenciaremos duelos entre los grupos de acarreables y los no acarreables.
La llamada Primavera Mexicana, emerge con fuerza. Sin embargo, el presidente no quiere detener sus planes electorales. Al menos, no en estos días. Él podría, seguir presionando a los ministros y apelando a lo legal y a lo legaloide, para conquistar sus objetivos. Él desea un sistema electoral débil, que dependa mucho del gobierno, que no sea inexpugnable y que sea poco confiable. Él, no quiere perder el acceso al Palacio Nacional. Tal vez, ni siquiera desea dejarlo.
Entonces, su partido y él, podrían usar discrecionalmente los recursos públicos, en todos los niveles de gobierno, para ganar las elecciones a lo largo y ancho del país. De esta forma, se convertirían en una copia del PRI ancestral, que dominó la escena política mexicana durante 70 años. López Obrador ya mostró su perfil autoritario y antidemocrático. Se siente a gusto entre dictadores.
Será una enorme porción del electorado a la que ya no podrá ni seducir, ni mucho menos controlar. La clase media es amplia, y siempre está temerosa de recaer en las franjas de la pobreza. Por eso, son aspiracionistas, por eso se educan, por eso quieren casa y auto propios; y, también, una vida mejor para sus familias. Ellos dedican años de esfuerzos en la movilidad social. Ellos sienten que los desplantes y decisiones, obradoristas, ponen en riesgo su estabilidad. No les agradan sus actitudes, ni sus derroches, en obras que nadie pidió y que recortaron programas sociales que los apoyaban. Tampoco, les gustan las ciudades inseguras ni los territorios en manos de la delincuencia organizada.
Envuelto en la soberbia, el presidente, al ver a los opositores políticos descabezados y aplastados, nunca midió la respuesta ciudadana espontánea. Tal vez, nunca imaginó que la aprobación inicial y el triunfo arrollador, se convirtiera en un rechazo abierto de muchos millones. Del 80 por ciento cayó al 50.
Las protestas ciudadanas son una lección para el presidente, que lo sacudieron hasta los huesos. Sin embargo, él no cederá tan fácilmente. Los clasemedieros ganaron una batalla, pero la guerra por la democracia sigue. Se volverá más encarnizada.
Por lo pronto, los partidos PRI y PAN, ya están rebasados. Sus dirigencias no están a la altura de los retos del país. No hay aspirantes fuertes entre la colección de calefactos, que ya se apuntaron, para buscar la candidatura presidencial por la Alianza. Los partidos, solamente pondrán las franquicias y repartirán cientos de huesos entre sus camarillas.
El candidato que se enfrente con Morena el 2024, deberá ser escogido mediante consenso ciudadano. Tal vez, en unas elecciones primarias organizadas por el propio INE. También deberá ser un aspirante que atraiga, lo mismo al voto útil, que al de castigo, al de no más AMLO y al no más Morena. Será una tarea difícil, no se ven muchos en el horizonte.
Son momentos cruciales. Estamos en época de elecciones, el presidente está en campaña, pero no se quiere ir. Sus “corcholatas”, ya despiertan más repudio que simpatías. En estos momentos, solamente seguir demoliendo al INE y las reglas de organización electoral le darían mayor viabilidad a sus aspirantes. Los nuevos consejeros electorales del INE serán morenistas, tanto Ciro Murayama como Lorenzo Córdoba ya se van, terminaron sus períodos.
El 2024, se acerca a gran velocidad. Atravesamos por tiempos turbulentos. El autoritarismo se asoma por las ventanas del Palacio. Al periodismo profesionalizado también le tocará luchar en algunas batallas. Tal vez, para muchos medios, serán batallas por la sobrevivencia. El mundo digital es complicado y evoluciona aceleradamente. El Plan B, está diseñado para acabar con la equidad electoral y la informativa. El presidente quiere destruir al periodismo crítico, por lo pronto lo desprestigia y debilita, sistemáticamente.
La opinión pública es el contrapeso principal de la democracia. No basta la opinión publicada. Es la voz de multitudes rugientes, en decenas de ciudades, la que inyecta el poderío a los movimientos sociales. Sin duda, Andrés Manuel, es un fenómeno político. Él, ha creado un personaje que ha pasado del afecto y el respeto, al repudio en sectores sociales amplios. Ahora, parece remar contra el tiempo y contra la corriente. Pareciera que está contra las cuerdas, por primera vez en el sexenio. Esa amargura la refleja en su discurso y en sus decisiones.
Vienen más tempestades. Las tormentas políticas, ya dañan la vida de los ciudadanos. El estilo de gobernar del tabasqueño, agobia a los clasemedieros. Son demasiadas tumbas, homicidios, inseguridad, carestía, pobreza y disparates.
En este momento, decenas de miles de ciudadanos, exigen a la corte que nos proteja de los excesos del poder presidencial. Los ministros tendrán la última palabra. El poder judicial, siempre tan cuestionado, tendrá la oportunidad de demostrar que está a la altura de los retos, y que son valientes. Está difícil, estos son capítulos históricos.
Son tiempos interesantes. En el 2024, se necesitarán cascadas de votos, de la clase media principalmente, para detener los proyectos expansivos del tabasqueño. Sin embargo, se precisará un candidato atractivo. Uno solo. Si el Movimiento Ciudadano persiste en su posición de ir por su lado, jugaría de esquirol. Por lo pronto, el presidente, herido y furioso, intensifica sus planes. Los ciudadanos deberán estar atentos y enterados. Veremos.