Jorge Arturo Estrada García.
En política siempre hay que elegir entre dos males.
Christopher Morley.
La moral se esgrime cuando se está en la oposición;
la política, cuando se ha obtenido el poder.
José Luís López Aranguren.
El presidente, acelera y ya no se detendrá. Va por todo, y no acepta la posibilidad de la derrota. Es una carrera contra el tiempo, contra su desgaste. Mientras, los muertos se le acumulan por decenas de miles. Se trata de popularidad contra fracasos. La transformación se vuelve tóxica, la democracia está en riesgo. El presidente se niega a soltar el poder y quiere destruirla. Ya sabe, que no es invencible. México transita en medio de la tragedia.
Andrés Manuel López Obrador, es un político obsesionado por el poder. Se siente infalible y superior; además, está empeñado en marcar época. Se considera, a sí mismo, de la estatura de Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas. En consecuencia, en su lógica, el obradorismo y la Cuarta Transformación, deben perdurar. Sus relevos potenciales, sus corcholatas, son impresentables, pero los adversarios también. Esas corcholatas se comportan como lacayos, van por el hueso sin pudor alguno. Los ciudadanos deberemos elegir al menos peor en las elecciones del 2024. ¿Cómo llegamos a esto? Otra vez.
La clase política mexicana apesta, desde hace décadas. Son tramposos, mentirosos y cínicos. Ya los conocemos. Los “ya no somos iguales”, resultaron ser los mismos o hasta peores. Morena, la Esperanza de México se quedó en nefasta realidad. Así, la soberbia del tabasqueño es del tamaño de sus mentiras, cinismo y sus fracasos. Nos volvimos a equivocar.
Estamos a 12 meses de arrancar, formalmente, la campaña presidencial del 2024, pero las ambiciones están desatadas descaradamente. El gobierno morenista está en campaña, planeando manifestaciones de apoyo al presidente y modificando leyes aceleradamente. Las ideas de gobierno, del Tlatoani, ya fueron aplicadas y pocas resultaron efectivas. Los abrazos y las becas a jóvenes no acabaron con la delincuencia, los secuestros, los homicidios y las desapariciones. La violencia se apodera de más territorios del país.
Ya transcurrieron más de cuatro años de gobierno. Fueron decenas de oportunidades para mejorar desaprovechadas. Muchas acciones han tenido resultados desastrosos, con millones de millones de pesos gastados y el país empeorando. La calidad de vida se deteriora, y cada día expulsamos a más braceros. Y, el presidente, ya solamente está interesado en salvar su proyecto.
Las mentiras diarias, le sirvieron para llegar a 17 meses del final de su sexenio con posibilidades de retener el palacio nacional para una corcholata o para quedarse en él. La polvareda empeora a medida que, nos acercamos al fin del sexenio.
Hay demasiadas cosas en juego. Hay desesperación y desconcierto. El país está en malas condiciones. La democracia está en riesgo, los partidos políticos siempre tan nefastos están aplastados y anulados. México pareciera ya, de nueva cuenta, el país de un solo hombre rodeado de sus élites doradas.
Sin calidad moral ni aura de honestidad, llegó como todos sus antecesores; vendiendo su alma al diablo, recolectando cash e impresentables, en cada rincón del país. Y, también, premiándolos con negocios en el poder y con cargos públicos. Recicló el modelo del viejo PRI, del ancestral. La Cuatro T es un modelo exitoso para ganar elecciones, pero pésimo para gobernar.
Por el lado de la oposición, el PRI destaca por el desastre en el cual está inmerso. En medio de su cadena de derrotas en 20 estados, el PRI celebra que ya cayó hasta el tercer lugar con gritos, camisas rojas y rollos de Alejandro Moreno. Su líder es repudiado por la militancia y sostenido por sus beneficiarios, puros derrotados en 30 estados del país.
Por su parte, el PAN está descabezado y no saben cómo reaccionar ante los acontecimientos que se suceden vertiginosamente. Hasta el escándalo, de la condena estadounidense, de Genaro García Luna los ha paralizado. En el Estado de México se les percibe tibios, contemplativos, mientras se revelan acusaciones de pactos entre Alito Moreno y el partido guinda para que el tricolor pierda en esa entidad.
Dante Delgado, sabe que jugará de esquirol o de aliado estratégico, en una contienda cerrada en el 2024, aun no lo decide, sopesa posibilidades. En un escenario polarizado, los 6 puntos del Movimiento Ciudadano son vitales. El momento, es histórico. El líder del Movimiento Naranja ya fue comparsa en varios bandos en el pasado. Ya jugó junto al PAN, en el 2018, y junto al AMLO perredista en el 2012. Actualmente, se engalla porque dice tener a tres pollos, en su corral, listos para echarlos al palenque: Samuel García, Luis Donaldo Colosio y Enrique Alfaro. Tal vez sueña en dejar de jugar el papel de aliado menor, la debacle tricolor le ayuda a escalar en el escalafón. Tiene el mismo número de gobernaturas que el PRI. De esta forma, el MC se jugará el todo por el todo en el 2024. Este año, inexplicablemente, decidió no participar en las elecciones para gobernador en el Edomex y Coahuila. Dejó el camino abierto para el voto útil y el de castigo en las polarizadas entidades mexiquense y la norteña.
Alito, no es un tipo confiable para la alianza del 2024 ni Dante, tampoco. Los panistas y el PRD parecen más dispuestos a unirse, pero los números no les alcanzan. Entonces, los ciudadanos no soportan ya la parsimonia partidista ni sus arreglos cupulares. Así, intempestivamente, un empresario bajacaliforniano, Gustavo de Hoyos, se lanza al ruedo para participar y dice ya basta de políticos y de sus juegos de poder, que ponen en riesgo a una candidatura fuerte que compita contra AMLO y sus corcholatas; que estarán respaldados por sus 22 gobernadores, y decenas de miles de millones, para operar una enorme maquinaria de acarreo electoral.
Si la alianza pierde el Edomex. La única esperanza que les quedaría sería, que la clase media vote masivamente, con cifras récord. Solamente así, se podrán superar a los acarreos masivos de los beneficiarios de programas sociales morenistas. La primera batalla importante, sí será el Estado de México. Las circunstancias cambiaron respecto a otros sexenios. Las de este 2023, serán inéditas, el PRI nunca enfrentó una elección presidencial tan debilitado, sin 31 gobernaturas y sin sus miles de millones, sin un gobierno federal y sus millones de millones de pesos; y sin estructuras de acarreables bien organizadas en 32 entidades. Todo eso junto, hace la diferencia. El Edomex, además de mina de votos es una mina de 300 mil millones de pesos de presupuesto anual. En México, las elecciones se ganan con mucho dinero, con acarreo y compra de voluntades.
De esta forma, el PRI, en el pasado, siempre contó con un poderoso ejército del acarreo, pero ahora sólo contará con unos cuantos tanques para las batallas por tierra. El tricolor nacional vive de prestado. En 30 entidades, los comités estatales están al borde de la ruina. Para el 2024 llegarán sin gente para la movilización electoral y sin dinero para reconstruirla y operarla.
En el 2018, AMLO ganó con el voto clasemediero, lo mismo Vicente Fox y Felipe Calderón. Enrique Peña Nieto, ganó por la debilidad de la candidata panista, Josefina Vázquez Mota, el rechazo a Felipe Calderón y al factor López Obrador. El mexiquense captó gran parte del voto útil, clasemediero, y adicionalmente, el PRI contaba con una poderosa maquinaria priista en la mitad de los estados.
Actualmente, el presidente prosigue en campaña. Ataca implacablemente a sus adversarios, los intenta dividir y desprestigiar, sistemáticamente. Ya logró debilitar por varios flancos al Instituto Estatal Electoral. Las elecciones presidenciales del 2024 no serán tranquilas, las disputas serán feroces. La Alianza y el INE, primero deberán superar diversos obstáculos. Los escenarios serán interesantes, pero peligrosos para el futuro del país. Veremos.