MANOLO CONFUNDIÓ EL DEBATE CON UNA PONENCIA

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David Guillén Patiño

¿Qué se pensaría de un boxeador que, en lugar de atacar a su oponente, se limita a huir de él o, peor aún, a recibir pasivamente sus demoledores golpes a lo largo de la confrontación?

¿Qué se pensaría, por otra parte, de la crítica especializada que al día siguiente lo presenta como ganador del “enfrentamiento”, por el único mérito de no haberse rebajado a pelear con lo que considera un simple buscapleitos?

A esto se asemeja, más o menos, el desempeño de Manolo Jiménez Salinas en el primer debate entre candidatos a ocupar la gubernatura de Coahuila.

El exalcalde de Saltillo debe su clara derrota al hecho de haberse preparado para una ponencia, no para un debate, mismo que, por cierto, fue pésimamente organizado por el Instituto Electoral de Coahuila.

Ello explica por qué originalmente el organismo intentó cambiar el formato tradicional de este ejercicio al disponer cuatro sillas como para un ameno conversatorio.

¿Qué es un debate? Pues bien, el Diccionario de la Lengua Española define el término “debate” de la siguiente manera: “1. m. controversia (‖ discusión). 2. m. Contienda, lucha, combate”, lo que deja claro que de ninguna manera se trata de una charla entre cortesanos.

Pero “no tiene la culpa el indio”, pues seguramente su equipo le sugirió evitar la controversia para no arriesgar los puntos afianzados en su labor proselitista.

Es evidente que sus poses acartonadas, tanto como la lectura de su rosario de promesas, impregnada de una retórica chocante, respondieron al afán sobreprotector de sus estrategas de campaña. Tontos no son.

Pero hasta su discurso prefabricado se vino abajo a partir de que la moderadora del debate, Sandra Romandía, metiéndose a la contienda, lo cuestionó directamente.

“Cuando fue usted alcalde de Saltillo dio permisos de construcción a su propia empresa inmobiliaria, de su familia, y también mantuvo en la opacidad el padrón de los beneficiarios de programas de Echados Pa´delante durante la pandemia que, finalmente, vino beneficiando a los empresarios de siempre. Esto ya salió publicado en investigaciones periodísticas que, bueno, hasta el momento no he visto desmentidos”, habría lanzado la comunicadora a Manolo Jiménez, para enseguida plantearle la pregunta concreta:

“¿Qué deben esperar de usted, candidato, los coahuilenses, de llegar a la gubernatura, si una de las principales quejas, candidato, es que el dinero de Coahuila siempre termina en las familias de siempre?”.

“Lo que tú comentas es precisamente lo que dicen mis adversarios”, respondió el abanderado del PRI, PAN y PRD.

—Discúlpame, lo que pasa es que pude revisar, papel por papel, en una investigación periodística —acotó la moderadora.

—Es lo que dicen mis adversarios, por eso, los que andamos…

—Nomás, candidato, si me deja terminar la idea, soy periodista de investigación y pude tener acceso a todos los documentos, así como a las actas constitutivas, a los permisos y yo, con mis propios ojos, los pude ver; es información y son datos. Adelante, candidato.

—Es lo que comentan los adversarios -insistió-, pero los que andamos en esto, la gente nos tiene que medir por lo que hemos hecho, no por lo que decimos que vamos a hacer, hechos, más que palabras. Por eso, yo sí le quiero platicar, y ahí están los datos, bien medidos, bien precisos, de lo que hice como presidente municipal para dejar las finanzas públicas fuertes y sanas… —Su discurso continuó, pero en otro orden de ideas.

—Candidato, ¿usted, como gobernador, se compromete a que el dinero no va a quedar en las mismas familias de siempre en Coahuila?

—Yo lo que propongo en este caso es hacer un consejo ciudadano de viabilidad financiera; convocaremos a las y los coahuilenses, expertos en la materia, para poder decidir y definir qué hacemos con este compromiso financiero que se tiene —o sea, la megadeuda—: si lo renegociamos, si pagamos capital, si pagamos solamente intereses, lo que más le convenga a Coahuila, además de crear esquemas financieros para hacer las grandes obras; aquí, el cambio es con las y los ciudadanos, y va pa´delante.

Así fue como un sonriente Jiménez Salinas escapó por la tangente, es decir, sin apartarse del guion, leyendo simplemente su perorata y soslayando las evidencias y pruebas consignadas en la referida investigación periodística.

Si se tuviera que evaluar la capacidad y honestidad de los candidatos con base en el número de acusaciones que cada uno recibió, es evidente que Manolo Jiménez obtuvo, por mucho, la peor calificación.

Sin considerar las críticas indirectas, los señalamientos generales y los adjetivos proferidos por todos los candidatos, Manolo Jiménez fue objeto de 16 acusaciones concretas y fundamentadas, es decir, dos más que las endilgadas a Armado Guadiana, mientras que Ricardo Mejía recibió cuatro, y Lenin dos.

Evidentemente, es falsa la apreciación generalizada en el sentido de que Jiménez Salinas se abstuvo de denostar a sus adversarios. Basta con echar un vistazo al video respectivo.

Varias veces, el candidato de la “Alianza Ciudadana por la Seguridad” abrió la boca para hacer que sus opositores pareciesen vacíos, mentirosos, peleoneros y grillos.

Llegó un momento en que, tras consultar su celular (cosa que se había prohibido), anunció que por cada mentira y ataque que le dirigieran, él presentaría más propuestas, o sea, nada nuevo a lo que venía haciendo en su papel de víctima.

Un rumor que empieza a diseminarse apunta a que en realidad la tarea de Armando Guadiana, no tanto de Lenin Pérez, era dar la cara por “Manolito” durante el evento.

Sería por ello que éste ni siquiera se molestó en defender la memoria de su abuelo, Luis Horacio Salinas, cuyo apodo, “La Rata del Desierto”, trajo a colación Ricardo Mejía.

Tampoco tuvo las agallas para exigir a la conductora que no se entrometiese en la contienda, a diferencia de Guadiana Tijerina, quien le reclamó el no haberle hecho a él también una pregunta que había planteado a los demás.

En tanto, “ha quedado claro que la mafia del poder no responde a las preguntas: Manolo Jiménez aprobó y avaló la megadeuda de Coahuila y es el alfil, el favorito del Moreirato, de su padrino, capo de capos, Rubén Moreira”, diría Mejía Berdeja.

Ante la imposibilidad de debatir con quien no ve, ni oye, el candidato del PT se conformó con enfrentarse a Guadiana Tijerina (el gran perdedor de la justa), pese a que el añoso hombre bajó de nivel la disputa, al tratar de hacerse el gracioso y querer abandonar el recinto ante las “ganas de hacer pipí”.

¿El empresario minero echó mano de un recurso distractor? ¿Fue otra de sus argucias? Todo indica que sí, aunque no se descarta que su infantil comportamiento, así como sus lapsus mentis y su aletargada reacción a las preguntas, constituyan síntomas de algún grado de demencia senil.

Una cosa es cierta, pues está suficientemente comprobada: contra la absurda idea de que para participar en un debate no se requiere entrar en puga, la realidad es que el electorado desea ver, no un espectáculo circense como el de ayer, sino que sus intereses sean defendidos, si bien con altura, dignidad e inteligencia, también con valentía y determinación.

Esperemos a ver qué pasa en el debate programado para el próximo 1 de mayo. Por lo pronto, no se prevé un cambio de “estrategia” por parte de Manolo Jiménez Salinas, lo que volvería a poner en peligro su carrera política. Es en serio.