Jorge Arturo Estrada García.
La promesa dada fue una necesidad del pasado;
la palabra rota es una necesidad del presente.
Nicolás Maquiavelo.
El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana,
el mes próximo y el año que viene; y de explicar después
por qué fue que no ocurrió lo que el predijo.
Winston Churchill.
El presidente quiere demoler a la democracia. Cada artículo constitucional e institución, que se oponga a sus proyectos de poder, debe ser atacado y desmantelado. López Obrador, adelanta y encabeza el proceso para elegir a su sucesor en el 2024; reparte dedazos en su partido y le alcanza hasta para los opositores. Así, diseña sus escenarios, mueve las piezas, amenaza, presiona, desprestigia, alienta e inhibe a la clase política, para que no estorben sus proyectos personales. No le importa pasar por encima de las leyes electorales, no se atreverán a aplicársela, calcula. Si alguien lo hace tomará represalias, y, además, él se hará la víctima.
De esta forma, Andrés Manuel, echará mano de todos sus recursos, no puede perder la presidencia ni las mayorías en las cámaras, el próximo año. Le es indispensable reformar las leyes para imponer su modelo de gobierno autoritario, sin contrapesos y alejado de la democracia. El pretende, en primera instancia, establecer su Maximato. Habrá que ver si lo logra, a través de una corcholata dócil. Si sus planes funcionan, cambiará el destino del país por décadas.
Sin embargo, ya nada es igual al 2018, cuando López arrasó en las urnas. El país está dividido y ya hay opositores activados y participando. La clase media aprendió a conocerlo y a rechazarlo y se lo demostró en las elecciones federales intermedias, con un voto útil masivo en su contra. No obstante, la aplanadora morenista siguió ganando gobernaturas, ya tiene 24 en su poder. Lo logró presionando gobernadores, convenciéndolos para que le entregaran sus entidades y enviándolos de embajadores y cónsules. Entonces, desde el último cuarto del 2021, diligentemente, se dispuso a echar a andar su proceso sucesorio.
AMLO, es un presidente poderoso. Con un proyecto de poder que busca imponer por un sexenio más. La elección del 2024 podría ser cerrada. Aunque, es evidente, que difícilmente reconocería una derrota apretada, eso no está en su ADN. Sin embargo, en la actualidad, el INE perdió fuerza, decisión y confianza. No pueden detener al iracundo presidente, el propio tabasqueño se encargó de minarlo, incrustando consejeros afines y atemorizando al resto.
El presidente adelantó la sucesión, alarmado por las derrotas, al perder la mayoría calificada en el congreso en el 2021. Él, implementó un proceso radical para placear a sus corcholatas, abiertamente por todo el país, no le importa violar la ley. Ya sin temor por el debilitado y timorato INE y el tribunal electoral.
Por el lado opositor, a los partidos tradicionales, PRI, PAN y PRD se les sumó la Marea Rosa que integra a varias organizaciones de la sociedad civil, que lograron movilizar a millones de mexicanos en defensa del INE y las instituciones democráticas. De esta forma, crearon un mecanismo, para elegir candidato presidencial opositor, en el que se pudieron inscribir más de 30 personas, para que después, solamente cuatro pudieron cumplir los requisitos de la primera fase. Finalmente, solamente quedaron dos: la puntera Xóchitl Gálvez y la priista, Beatriz Paredes; Santiago Creel renunció en favor de Gálvez y Enrique de la Madrid no superó la segunda fase.
Xóchitl Gálvez llegó por su carisma y sus cualidades comunicativas, mientras que Beatriz Paredes llegó por su experiencia y sus relaciones al seno del PRI actual y las construidas durante 50 años, a lo largo y ancho del país. Xóchitl lo logró mediante la reacción espontánea de ciudadanos, lo que le dio un fuerte impulso a la oposición. Claramente, es un proceso sucesorio adelantado. Ambas fuerzas, oficialistas y opositoras, parecen tener posibilidades de victoria. Algo impensable, semanas atrás.
El presidente pierde simpatías cada día. Está molesto y agresivo cotidianamente. Su gobierno resulta un desastre en muchos ámbitos. Ya fracasó en seguridad, salud, educación y combate a la corrupción. Su administración es ineficiente y corrupta. Se mantiene belicoso y no le importa violar la ley. Ataca y destruye a las instituciones que le estorban o se le oponen. Quiere cambiar las leyes. Centraliza los presupuestos y recorta a los estados. Con cinismo miente, y realiza acciones cuestionables abiertamente.
Para López Obrador, el dinero es el motor de la política y de su vida política. Como gobernante, se ha dedicado acumular los presupuestos recortando los de los demás niveles de gobierno y organismos púbicos. Presume que vive con 200 pesos y critica a quienes gastan más que eso. Ya se apoderó de los fideicomisos gubernamentales y los destinó a sus obras monumentales, las que nadie admira, ni nadie le agradece, porque nadie las pidió.
Para construir una base social fiel y acarreable, aumentó significativamente los salarios mínimos y los días de vacaciones, también realiza grandes transferencias directas a beneficiarios de los programas sociales e inició un combate al outsourcing. Sin embargo, la informalidad y la pobreza todavía agobian a la mitad de la población.
Derrocha miles de millones, inyectándolos a Pemex, una empresa quebrada con calificaciones de bonos basura y endeudada al máximo. Lo mismo pasa con la Comisión Federal de Electricidad tan inmersa en la corrupción, el rezago tecnológico y la incapacidad para brindar servicio eficiente ante los retos del nearshoring.
Simultáneamente, realizó una alianza con los 10 super ricos del país y con el ejército, ambos sectores a los que criticó, en sus campañas, para agenciarse al voto antiprian y pasar por izquierdista. Ahora ambos aliados estratégicos realizan grandes negocios con enormes ganancias. Esto les da más fuerza a sus posiciones.
Por otra parte, es evidente que los partidos políticos mexicanos están desprestigiados. Según el Latinobarómetro 2023, 62 por ciento de los encuestados, opinaron que los partidos no funcionan como es debido; el 58 por ciento, considera que no son indispensables para que la democracia funcione. La Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del 2021, registra que los partidos son las instituciones en las que los mexicanos tienen mayor desconfianza.
De esta forma, se comprende que sean muy pocos los ciudadanos que se unen a ellos: solamente poco más de 6 millones, están afiliados a uno de los partidos con registro como Morena, PRI, PRD, PAN, PT, PVEM y MC. Es decir, un 6 por ciento, de un padrón de casi 100 millones. Por su parte, una encuesta, publicada por el diario El País, señala que solamente el 27 por ciento, les tiene confianza. Son consideradas como instituciones sin sustento ideológico y el “chapulineo”, tan frecuente de sus integrantes, no aporta credibilidad al momento de fijar posturas políticas.
Las marcas de los partidos están desprestigiadas. Ya no generan ni aprecio ni orgullo, ni los nuevos ni los viejos. El PRI es un fantasma que habita en sus propios despojos. El PAN es una colección de grupitos y “Familias Felices” en estados y municipios. El PRD es un cascarón vacío que se niega a desintegrarse; Morena es una colección de tribus, exprianistasprd, en permanente pugna y solamente sometidas al poder de AMLO; el Verde y el PT son membretes.
El Movimiento Ciudadano, es el partido personal de Dante Delgado, que, en estos momentos, se fractura en Jalisco y pierde enorme potencial. En el 2021, el MC ganó solamente en 7 de los 300 distritos, y todos ellos en ese estado, en el resto del país no ganó ninguno. Adicionalmente, Jalisco fue el único estado donde la votación por los naranjas tuvo más del 30 por ciento; también, fue el único donde su votación, superó a las Alianzas MORENA-PT-PV y PAN-PRI-PRD. En esa entidad, es en donde más votos tuvo, ya que esos votos superan a los que suman 23 entidades para MC. De los 32 congresos estatales, en el jalisciense, es el único en donde tiene la mayoría.
Desde Palacio Nacional, el presidente, ya estableció a quienes serán sus candidatos. También a quienes quiere de adversarios de su corcholata. Tanto Alejandro Moreno, como Dante Delgado, estarán bajo fuego y bajo presión para que no estorben a sus planes.
Así, con la demagogia como arma. El peso del gobierno como amenaza. Sin prensa libre y confiable, la democracia queda sin contrapesos. El populismo es el instrumento tóxico que va dominando. Es evidente que la democracia está amenazada. El alma ya se vendió al diablo o ya era de su propiedad. La sociedad civil se une a los partidos políticos, tan desprestigiados y tan derrotados en los años recientes. Solamente, si las maniobras entusiastas de los ciudadanos, y del frente opositor se consolidan, se podría frenar a López Obrador. Las cosas se ponen intensas. Veremos.