David Guillén Patiño.
Todo parece indicar que, en medio de la controversia sobre los “errores” y “deficiencias” que presentan los libros de texto gratuitos, finalmente serán los profesores quienes, en la práctica, tendrán que hacer frente al reto de subsanar dichas irregularidades.
Es curioso que el desenlace del debate político-educativo quedará ahora en manos del personal docente, luego de que a este sector se le dejase prácticamente fuera de la evaluación y diseño del material de enseñanza para el ciclo escolar 2023-2024, a sabiendas de que su participación habría sido clave en dicho proceso.
Ahora el gremio tendrá que trabajar contrarreloj, pues todavía es fecha que la mayoría de ellos desconocen el contenido de los libros, tal como lo advierte, entre otros especialistas, el coordinador de la Unidad “José Revueltas” del Centro de Investigación e Innovación para el Desarrollo Educativo, doctor Blas López Zavala.
“Para criticar, primero hay que conocer, y para eso hay que tener dichos textos en las manos… Más que un debate en los medios, se requiere tener dichos libros en la mano y entonces, como especialistas, poder dar una opinión más efectiva y congruente”, habría señalado el pedagogo.
Efectivamente, en la construcción del modelo de la Nueva Escuela Mexicana ha habido fallas, como también aciertos, pero, dentro de este cambio de rumbo, al maestro se le debe otorgar la libertad de que sea él quien diseñe sus estrategias, tal como sugieren los expertos.
Por lo pronto, se ha convocado a la realización de sesiones de capacitación sobre el nuevo modelo educativo que, por disposición de la Secretaría de Educación federal, se llevarán a cabo del 21 al 25 de agosto, bajo el título “Orientaciones para la Fase Intensiva del Consejo Técnico Escolar y el Taller Intensivo de Formación Continua para Docentes”.
Según se observa en los términos de dicha convocatoria, se busca que los profesores empiecen a involucrarse en “una transformación educativa para que las y los estudiantes vivan los derechos humanos desde sus realidades concretas, en su cotidianidad y en permanente relación con la diversidad territorial, social, lingüística y cultural”.
Todo esto, “para que interactúen, dialoguen y aprendan diversas capacidades que les permitan comprender y participar en la transformación de las relaciones desiguales que existen por motivos de clase, etnia, sexo, género, edad o capacidad, mismas que violentan la dignidad humana”.
Como se puede notar, más que centrar la capacitación en cuestiones epistemológicas, la autoridad educativa induce, mediante el llamado lenguaje inclusivo, a que los profesionales de la educación se aboquen a enseñar y llevar a la práctica conceptos alusivos a la igualdad, como a la no discriminación por razones, no solo de sexo, sino también de género.
No obstante, la desaseada y hasta ambigua redacción del referido llamado, la Secretaría de Educación da a entender que lo de ahora es que “el espacio de lo común en la escuela conlleva la confluencia de acciones, identidades y pensamientos en su diversidad para construir colectivamente sentidos y acciones”.
Estas deben establecer “hasta donde los sujetos quieran, los límites de lo que es posible imaginar, crear y aprender, como condición para la emancipación de niñas, niños y adolescentes, pero también como posibilidad de construir un tejido social compartido con otras y otros, como lugar de lo diverso.”
Al respecto, no está de más hacer una importante acotación. De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, la palabra “emancipar” se refiere a “libertar de la patria potestad, de la tutela o de la servidumbre”, así mismo, este término significa “liberarse de cualquier clase de subordinación o dependencia”. Con base en estas definiciones, la pregunta consecuente es: ¿qué clase de niños pretende formar el gobierno de la república?
En el marco del “Ciclo de Conferencias Magistrales UPN, Primavera 2023”, organizado por el Instituto de Educación Básica del Estado de Morelos, a través de la Universidad Pedagógica Nacional, el titular de la Unidad de Promoción de Equidad y Excelencia Educativa (UPEEE), Roberto Isidro Pulido Ochoa, habló sobre los “Fundamentos de la Nueva Escuela Mexicana” que, entre otros componentes, incluye los siguientes “ejes articuladores”:
1. Igualdad de género, 2. Pensamiento crítico, 3. Interculturalidad crítica, 4. Inclusión, 5. Artes, 6. Experiencias estéticas y 7. Apropiación de las culturas a través de la lectura y la escritura, mismos que conectan con los campos formativos que a continuación enumero: 1. Lenguajes, 2. Saberes, 3. Pensamientos científicos, 4. Ética, 5. Naturaleza y sociedad, 6. De lo humano y comunitario. Todo ello, a implementarse en las diferentes fases del nivel básico.
Se pasa así de un modelo educativo con base en asignaturas, a una educación integral y, por consiguiente, a una pedagogía por proyectos, es decir, “que los maestros y estudiantes sean capaces de ir más allá de lo que expresan” y que la enseñanza tenga efectos prácticos.
Por su parte, Martha Velda Hernández Moreno, subsecretaria de Educación Básica, en conferencia dirigida a docentes en Hermosillo, Sonora, con cierto dejo de intolerancia, aseveró: “Lo que hoy estamos haciendo es demostrar que sí somos capaces de crear una revolución de las conciencias”.
“Y si esto lastima a los demás –advirtió– que no coinciden con nuestros intereses, lo lamentamos, porque estamos convencidos de que tenemos un compromiso con los derechos humanos, con la justicia, con la equidad y con la inclusión, y que queremos y estamos convencidos de que sí se logra la felicidad; aquí hay mucho amor”.
“Ha sido claro, hemos llegado a muchos diálogos; hoy, todos nos ven muy cordiales aquí, sentados, pero hemos estado en mesas de trabajo y hemos disentido más de una vez, y hemos tenido que elaborar más de un programa analítico, y hemos tenido que discutir, y a veces nos hemos tenido que tomar de la mano para no seguir enojados porque no coincidimos; sin embargo, lo hemos logrado, y lo único que usamos en diferencia a los demás fue el diálogo, eso fue lo que nos trajo hasta aquí”.
Abundó: “Hemos disentido más de una vez, sin embargo, hemos coincidido en la multiculturalidad, hemos coincidido en la diversidad, hemos estado de acuerdo en que los mexicanos, radicalmente, sí somos inclusivos e inclusivas porque hemos insistido en que nadie quede afuera, que nadie se quede atrás”.
Según sus datos, en la consulta educativa han participado los titulares de las 32 secretarías de educación estatales, 15 mil 324 personas indígenas y afromexicanos, el magisterio nacional (mediante asambleas), así como niños, adolescentes y padres de familia de diferentes estados.
Llama la atención el hecho de que la funcionaria haya sido clara sobre el contenido ideológico de los libros de texto: “Lo que estamos haciendo es hacer gala de la oportunidad de tener planes y programas de estudio que tendrán perspectiva de género y una orientación integral”, dijo.
Refiriéndose a que ya fue impreso dicho material, en tono triunfante, exclamó: “¡Sí, señores, ya llegamos, ya lo logramos, ya estamos aquí, y estamos dispuestos a hacer los ajustes pertinentes, cuales docentes somos, pero esto lo decidimos desde el día que asumimos codiseñar cada uno de nuestros programas!”.
Contrario a su desplante, más adelante pidió al magisterio: “Espérenos tantito, ya casi llegamos”, esto, en alusión a que todavía no se entrega a los docentes los planes sintéticos definitivos, y en referencia a la lenta distribución de los libros, la cual concluirá en octubre. También “están en el camino –dijo– los libros de secundaria y tele secundaria”. Después de que la SEP cumpla con todo esto, los docentes estarán en condiciones de sugerir “ajustes”.
Lo anterior, luego de que un importante sector del magisterio aún se queja de que los profesores no fueron tomados en cuenta para diseñar el material educativo del ciclo entrante. Pasando por alto este reclamo, la subsecretaria afirmó que “ha sido desde la revalorización de los docentes que nosotros logramos estos libros de texto; ¡felicidades!, ¡lo logramos!”.
Mientras tanto, los padres de familia, desinformados generalmente sobre la agenda de género impuesta desde el exterior al gobierno de la república, parecen no tener empacho en dejar la educación de sus hijos en manos del Estado, con la consecuente pérdida de los valores y principios que hasta ahora conocemos. Sobre el particular, hay tela para cortar.
La opacidad con que evidentemente han sido concebidos los libros de texto gratuitos en México refuerza el sentir cada vez más generalizado de que el Estado pretende imponer, ahora a través del sistema educativo, una arcaica doctrina política, con su implícita y aberrante ideología de género que tanto ha dañado al matrimonio, la familia y otras importantes instituciones.
Se recordará que, bajo la excusa de que podría afectarse el proceso respectivo, o bien, de que quizá se vulnerarían datos personales, la Secretaría de Educación Pública determinó reservar por cinco años la información relacionada con las asambleas en función de las cuales se diseñaron los planes y programas de estudio, así como los nuevos materiales de enseñanza.
Pero sucedió que, al verse presionado por padres de familia y diversas organizaciones de la sociedad civil, el titular de la Dirección de Materiales Educativos, Marx Arriaga, se vio obligado a difundir, solo que a través de las redes sociales, diversos documentos relacionados con esas asambleas, en un intento por comprobar que sí se llevaron a cabo las consultas.
Acusado de omitir los mecanismos de rigor para evaluar y modificar los libros de texto, el funcionario finalmente dio a conocer que se realizaron 41 asambleas que convocaron “a miles” y contaron con la asistencia de más de “un millón de personas”.
Presentó documentos en los que se mencionan siete “foros”, tres en la “Ruta Sur”, que se efectuaron en Tabasco, Chiapas y Oaxaca entre el 22 y el 25 de noviembre de 2021, así como cuatro de la “Ruta Norte”, realizados en Sinaloa, Baja California, Baja California Sur y Chihuahua entre el 6 y el 10 de diciembre del mismo año. Pero nada más.
Los eventos se efectuaron por encomienda de la exsecretaria Delfina Gómez, pero los registros no contienen información sobre los diálogos entre los asistentes y los organizadores, ni sobre las propuestas de los docentes y de otros miembros de las comunidades escolares.
Como argumento para negar los datos que le solicitó Animal Político, la SEP antepuso, entre otras cosas, el artículo 3 de la Ley General de Transparencia, que reza: “Toda la información generada, obtenida, adquirida, transformada o en posesión de sujetos obligados en el ámbito federal es pública, accesible a cualquier persona y solo podrá ser clasificada excepcionalmente como reservada por razones de interés público y seguridad nacional o bien, como confidencial”.
Mientras tanto, Televisión Azteca, entre otros medios, señala sin contemplaciones que “estamos ante una conspiración fraguada por comunistas trasnochados”, como es precisamente el director de Materiales Educativos, Max Arriaga Navarro, marxista declarado, y el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro Bórquez, ex chavista que trajo a México a Sady Arturo Loaiza Escalona, otrora director de la Biblioteca Nacional de Venezuela, quien luego pasaría a ser director de Desarrollo e Innovación de Materiales Educativos en la SEP.
Un ejemplo del adoctrinamiento de corte comunista que se pretende inculcar primeramente al magisterio nacional es la guía para los maestros, fase tres, que corresponde a los grados primero y segundo de primaria, en donde se cita a Paulo Freire (Paulo Reglus Neves Freire 1921-1997), pedagogo brasileño de orientación marxista, autor del libro “La pedagogía del oprimido” (1970). Esta figura, a quien en dicho manual se le exalta como “soñador”, sostenía que la educación consiste en “un acto político para la trasformación de la realidad”.
En general, este burdo intento de ideologización desde la instrucción básica se ve claramente reflejado en el manejo de expresiones como “lucha de clases”, “colectivo”, “opresores”, “oprimidos”, el capitalismo como oponente a los intereses de clase, la concepción de una sociedad alternativa que se obtiene mediante la lucha contra los oponentes de clase, “poder”, “control”, monetización del factor tiempo, auto etiquetarse dentro de una clase social, etcétera.
Desde hace meses, debieron publicarse en el Diario Oficial de la Federación las modificaciones hechas a los planes y programas de estudio, asimismo, tuvo que haberse impartido capacitación al personal docente para aplicar correctamente dichos cambios, y luego llevarlos a una prueba piloto, todo esto, antes de iniciar el ciclo 2023-2024, pero omitiendo esta serie de obligaciones legales, desde julio se empezó a repartir con cierto sigilo el nuevo material educativo.
Como dije, queda claro que, en su ingenuidad, el gobierno federal hizo grandes esfuerzos para que los libros de la llamada Nueva Escuela Mexicana no llegasen a ser del conocimiento de los padres de familia “antes de tiempo”, seguramente para evitar que su distribución y uso fuesen estorbados, tras enterarse del contenido del material.
En efecto, por algún tiempo estos recursos constituyeron un verdadero misterio, incluso para los profesores, pero gracias a la tecnología de la comunicación y a los diferentes medios informativos que hurgaron sobre este delicado asunto, la verdad oculta se fue develando poco a poco, con las consabidas sorpresas.
La reacción de las autoridades educativas, incómodas por las constates observaciones o “errores” expresados, no se ha hecho esperar: “¡ahora resulta que todos son expertos en educación!”, exclamaría el pasado 14 de agosto la subsecretaria de Educación Básica, Martha Velda Hernández Moreno.
Insisto en que lo verdaderamente lamentable de la controversia que nos ocupa es que los pequeños educandos, destinatarios finales de los nuevos libros de texto gratuitos, sean puestos como carne de cañón en la absurda guerra político partidista que, en temporada preelectoral, se libra hoy en nuestro agraviado México.
Además del Hashtag #ConLosNiñosNo, que circula en Internet con motivo del tema en cuestión, habrá que poner en boga otro que diga: #YlosNiñosQuéCulpaTienen.
¿Puede un morenista cuestionar libremente las decisiones de su partido o criticar abiertamente las posturas del presidente de la república? ¿Puede disentir sin recibir represalia alguna? ¿O simplemente supone que debe asumir la regla no escrita de actuar por sistema?
De lo que hasta ahora me he percatado, particularmente con motivo de la polémica sobre los materiales educativos del ciclo escolar 2023-2024, es que atreverse a diferir de su contenido definitivamente no es cosa menor. Al parecer, esta audacia acarrea serias consecuencias.
Lo anterior, si damos crédito a la reciente denuncia pública de Adela Ramos Juárez, docente y diputada federal por Morena, en el sentido de que, por rechazar los nuevos libros de texto, fue relegada por sus compañeros de bancada y recibió amenazas anónimas de muerte.
Aceptando el supuesto de que existen individuos con el ánimo de quitar del camino a quienes se oponen al modelo educativo que propone la administración de Andrés Manuel López Obrador, cabe entonces una pregunta clave:
¿En qué estriba realmente la importancia que otorga el Estado al contenido de los libros de la Nueva Escuela Mexicana? ¿Será que estos sí responden a un proyecto político orientado a un gradual adoctrinamiento marxista-leninista de los niños, asimismo, a iniciarlos en la ideología y perspectiva de género?
“Los marcianos llegaron ya, y llegaron bailando cha-cha-cha”, cantaría divertido hace días el presidente López Obrador en una de sus conferencias de prensa matutinas, a manera de respuesta a las afirmaciones de TV Azteca de que el Gobierno de México intenta implantar un modelo educativo de corte comunista.
“Se pasan”, dijo a la televisora el mandatario, quien el lunes pasado confirmó que, contra la oposición en algunos estados, sí serán distribuidos los paquetes de libros escolares, con todo y que por lo menos siete estados se rehúsan a utilizarlos, entre ellos, Coahuila, a saber, la segunda entidad a la que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) concede suspender la entrega del material educativo.
Al margen, me entero de que, alrededor de las 19:00 horas del martes 22, la Secretaría de Educación estatal ordenó, a través de sus directores escolares, la cancelación de las reuniones que los consejos técnicos habían iniciado, a manera de “taller intensivo”, para capacitarse sobre el manejo de los nuevos libros.
Seguramente con motivo de la resolución de la SCJN, y como resultado de una reunión “urgente” que diversas autoridades educativas sostuvieron en esta fecha con funcionarios de la Subsecretaría de Educación estatal, del área jurídica y del nivel de primarias de la SEP Coahuila, a los profesores se les dijo que por lo pronto deberán olvidarse de los libros de la Nueva Escuela Mexicana y, en su lugar, utilizar los materiales del ciclo escolar anterior.
Así pues, este miércoles los maestros debieron incorporarse a sus respectivas escuelas, a fin de ocuparse de la organización previa al regreso a clases, parte de lo cual consiste en diseñar procesos de diagnóstico y, algo muy importante: reforzar las materias de español y matemáticas.
La actual controversia educativa ha adquirido diferentes matices, tanto entre maestros, como padres de familia. Por ejemplo, los papás de unos 300 alumnos de una escuela primaria de Chiapas se dieron a la tarea de quemar los libros de texto que recibieron. De esta manera, mostraron su rechazo a los textos e ilustraciones del material elaborado por la SEP.
Siendo más específicos, dichos progenitores no aceptan que a sus hijos se les instruya sobre la falaz existencia de modelos de familia diferentes al convencional, mucho menos que se les induzca a aceptar o involucrarse en las innumerables preferencias sexuales que han surgido.
Precisamente de esa entidad es originaria la diputada Adela Ramos Juárez, a quien cito al inicio de este artículo. Ella coincide con la opinión de los manifestantes de dicha escuela, como se advierte en sus recientes declaraciones ante los medios de comunicación en la Cámara de Diputados, de las cuales extraigo estos conceptos:
Respecto de las anomalías detectadas en los libros de texto para el ciclo 2023-2024, “es evidente –dijo– que no solo se trata de errores ortográficos y gramaticales, sino de intenciones dogmáticas y filosóficas que conllevan a un interés político con abusos exagerados, sesgando los derechos de nuestra niñez”.
“La educación debe ser el pleno desarrollo armonioso de las facultades físicas y mentales de nuestros niños y niñas, para una vida productiva, con pensamiento crítico, reflexivo, analítico y conocimiento universal”.
Hasta este punto, cabe otra cuestión: ¿Cuál será la opinión de las autoridades, maestros y padres de familia de países socialistas sobre el supuesto interés de la SEP en iniciar a los niños en el comunismo y la ideología de género? Veremos…
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