Jesús M. Moreno Mejía.
“Saber y no hacer es
peor que ignorar”
Frank Crane.
Nuestro idioma es envidiable por ser rico en palabras, que ni siquiera las personas más leídas conoce en su totalidad, pero lo malo es que el común de la gente no utiliza las acepciones adecuadas en su hablar y al escribir, en cambio las suple por otras, extranjeras en su mayoría o bien surgidas dentro del vocabulario popular, regional, vulgar o simplemente de moda.
Comenzaremos, para ejemplificar, con una palabra que muy rara vez es empleada: Bulo, que significa noticia falsa que se propaga con un fin, y en lugar de ese término empleamos la frase “es un borrego” (hace algún tiempo) o bien, actualmente, la expresión inglesa “fake news.”
La experiencia nos demuestra que el éxito de una persona en cualquier actividad que sea, el trabajo, los estudios y ante el público, siempre se hallará directamente relacionado con la capacidad de expresarse de manera correcta.
Existen pruebas que revelan científicamente que tanto las aptitudes y la personalidad, demuestran que los hombres de empresa más brillantes, los profesionales de mayor prestigio, los estudiantes sobresalientes, hombres y mujeres que se distinguen en cualquier actividad, y que por lo tanto logran triunfar en la vida, dominan su lengua materna y máxime si por extensión manejan otro idioma.
El español es la segunda lengua nativa más hablada en el mundo, en seguida del chino (el inglés, aunque parezca increíble, ocupa el tercer lugar); y en el uso del internet, el castellano aparece en tercer lugar, después del inglés y el chino.
Nuestra lengua de origen ibérico es hablada en 20 países, ubicados en el Continente Americano, obviamente en España, en los Estados Unidos de América, en Filipinas y Guinea Ecuatorial.
Los libros son, y han sido, la herramienta principal para el aprendizaje de nuestro bello idioma, así como haber escuchado hablar a nuestros padres, hermanos y demás familiares, nuestros profesores, nuestras amistades, pero entre más leamos libros, revistas y toda clase de impresos, la riqueza de nuestro idioma será mayor.
Existen dos libros que se consideran los más leídos en castellano: “El ingenioso hidalgo don Quijote” y “La Biblia” en sus diferentes ediciones en español, y para darnos una idea del por qué se recomienda leer la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, diremos que incluyendo el prólogo y la novela completa, empleó 381,104 palabras, de las cuales 22,939 son distintas entre sí, por lo que la riqueza léxica es de la última cifra mencionada, si bien otros investigadores refieren cantidades menores y mayores, sin que desmerezca ello una vasta cantidad de vocabulario.
Pasemos ahora a recordar algunas palabras poco comunes que tiene nuestro idioma, que todavía podemos encontrar en algún libro que leamos en cierto momento:
Ablución: Acción de purificarse por medio del agua, según ritos de algunas religiones, como la judaica y la islámica. // Barahúnda: Confusión y ruido en grande. // Cogitabundo: Persona que reflexiona o está pensativo. // Disquisición: Divagación o digresión de un comentario. // Funambulismo: Habilidad para desenvolverse ventajosamente entre diversas tendencias u opiniones; especialmente en la vida social y política.
Matrero o marrajo: Toro astuto, engañoso o pérfido, y por extensión se le asigna a un criminal que intenta escapar. // Morigerado: Que es de buenas costumbres, pero también sinónimo de tranquilo. // Ominoso: De mal agüero, abominable, azaroso, vitando. Procrastinar: Diferir o aplazar. // Raigambre: Conjunto de antecedentes, intereses, hábitos o afectos, que hacen firme y estable algo o a alguien a un lugar. Transido: Fatigado, acongojado o bien, consumido de dolor o de hambre. También, miserable, escaso y ridículo en el modo de portarse y gastar dinero.
En fin, son muchas las palabras poco comunes e incluso cultas, que tienen un significado especial, como sería el caso de Virgulilla, nombre que se le da al trazo que se coloca sobre la Ñ, pero que algunas personas le dan una connotación diferente, por ignorancia o por ser mal pensadas.
Démosle la importancia que requiere conocer más a fondo nuestro idioma, conociendo nuevas palabras y emplearlas, si es necesario, en forma oral o escrita, si bien tampoco para lucirse innecesariamente y no pasar como un pedante.
¡Hasta la próxima!