OAXACA, TIERRA PRÓDIGA PARA LA INFANCIA FILARMÓNICA

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José C. Serrano Cuevas.

Flor Oliva Fuentes tenía ocho años cuando decidió ingresar a la banda filarmónica Alborada Mixe. Eran años en los que las costumbres aún prohibían que las mujeres participaran en la vida política y social de San Pedro y San Pablo Ayutla y, sobre todo, en actividades dominadas por hombres. En ese entonces, ellas eran tres o cuatro y el resto de integrantes, varones.

Han pasado 24 años, y actualmente, Flor es compositora y arreglista, entre cuyas obras figuran marchas, sones y piezas de danzón, así como arreglos para mambos y boleros que son adaptados a instrumentos de viento. La música, expresa Flor, ha significado fortaleza y libertad.

La historia de esta filarmónica nacida en una comunidad de la Sierra Norte de Oaxaca inició en 1999, luego de que en esa década fue pavimentada la carretera que lleva a Ayutla, municipio considerado la puerta de entrada a la región MIxe, lo que mejoró la conectividad de estas comunidades. Aparejados a esta ventaja, aparecieron fenómenos sociales nuevos como la drogadicción y el alcoholismo entre niños y jóvenes.

Héctor Fuentes Celis, profesor de primaria, observó con preocupación este proceso de aculturación y junto con otras seis personas decidió emprender un proyecto cultural con el cual preservar la identidad y valores de su comunidad. Y decidió hacerlo a través de la música.

Tras reunirse con padres de familia, fundó la organización Polifonía Cutural Ayuuk Siglo XXI, con la cual impulsaron su programa principal: la Banda Filarmónica Alborada Mixe, la que celebra su aniversario cada 22 de noviembre, cuando se festeja a Santa Cecilia, patrona de los músicos.

A 24 años de su fundación, Alborada Mixe ha formado a más de 400 músicos desde los siete años de edad, y muchos de ellos han continuado por el camino del arte e ingresado a instituciones educativas como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y a la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), entre otras.

La música siempre ha estado amalgamada a la vida de los Ayuuk, la nación originaria que se extiende en las 290 comunidades de 19 municipios del territorio Mixe que, en conjunto, ocupan una superficie de 6 mil kilímetros cuadrados. Y el eco de las notas musicales se escucha por toda la comarca.

Esta narrativa se mueve a otra región de Oaxaca: Zaachila.

Desde 2011, la Escuela de Iniciación Musical Santa Cecilia, ubicada en la colonia Vicente Guerrero, de la hospitalaria ciudad de Zaachila, se ha convertido en un refugio de niñas, niños y jóvenes para evitar las calles.

Modesta Hernández López, presidenta de la Asociación Civil Armonía, Juventud y Comunidad de la que depende la escuela, sostiene que el plantel atiende a 100 niños de entre siete y 15 años; en la banda de música participan los 50 alumnos más destacados. Son pequeños que tienen la tradición musical, porque sus padres nacieron en localidades indígenas, pero migraron a la periferia de la ciudad de Oaxaca.

La señora Hernández López recuerda que en 2011 en la comunidad no había espacio para la niñez ni para los adolescentes, «sólo había situación de calle, violencia y drogadicción en su entorno».

Al principio se organizaron talleres de danza y artes plásticas; sin embargo, no hubo aceptación de los niños y adolescentes, pero como en esta comunidad hay personas de distintas regiones de Oaxaca, donde la música es parte de su vida, eso si les gustó.

Los instrumentos son patrimonio de la Escuela de Música. Los primeros fueron adquiridos por los padres de familia. Hacia finales de 2011, la piloto de avión francesa Isabelle de Boves conoció la escuela y constató el interés de las niñas y niños por aprender, así que en Francia creó la Asociación Civil La Banda de Música, que empezó a recolectar instrumentos de segunda mano.

Este proyecto, que se inició para mejorar las condiciones de desarrollo artístico y humano de los niños y jóvenes de la zona, que crecen expuestos a la violencia y las adicciones, ahora cuenta con una banda de música infantil y juvenil que se ha convertido en un orgullo de la comunidad; incluso, ha sido invitada a encuentros como el Festival Pequeñas Manos Sinfónicas, que se desarrolló en Normandía, Francia, el pasado mes de agosto.

Isabelle de Boves, quien es la presidenta de la asociación que apoya a la escuela, comentó que el Festival de Normandía es como un campo de verano donde participan niños con alto nivel en sus estudios musicales.

Durante el encuentro, se mezcla a los niños mexicanos con los franceses con la idea de que los primeros descubran otras maneras de tocar y, los segundos, conozcan la música de Oaxaca y de México.

De Boves mencionó que en 2024 el coro de Air France ofrecerá tres conciertos en México, en los que también participarán los niños de la escuela. El primero se realizará en las instalaciones de Santa Cecilia, otro será en el centro de Oaxaca y, el tercero, en la Ciudad de México. Esta agenda está planeada para el mes de abril.

Por el bien de la niñez y la juventud de México, el abanico de posibilidades es amplio y diverso, y no está sujeto a la voluntad o capricho de quienes ostentan el mando en este país: la música no tiene fronteras.