Academia mexicana de la lengua

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José C. Serrano Cuevas.

Ante la andanada de rumores, sospechas y dudas que va dejando a su paso la devastadora pandemia de coronavirus, resulta saludable mirar hacia otros horizontes asépticos.

Uno de esos espacios es la Academia Mexicana de la Lengua (AML), institución cultural que celebró sus primeras sesiones el 13 de abril y 11 de septiembre de 1875, en la Ciudad de México, con la finalidad de cuidar la pureza de la lengua española. A ella han pertenecido ilustres figuras de las letras mexicanas, tanto filólogos y gramáticos como filósofos y ensayistas, poetas y novelistas, historiadores y otros humanistas.

La AML se ha ocupado de velar por la conservación, la pureza y el perfeccionamiento de la lengua española; de fomentar y propagar su estudio mediante sesiones periódicas privadas y sesiones y conferencias públicas; de resolver consultas planteadas por otras instituciones y por particulares.

Es larga la lista de quienes han ocupado un asiento como miembros de número: He aquí algunos ejemplos:  Adolfo Castañón, Tarsicio Herrera Sapién, Concepción Company Company, Ruy Pérez Tamayo, Carlos Prieto Jacqué, Julieta Fierro Grossman, Gonzalo Celorio Blasco, Jaime Labastida Ochoa, Carlos Montemayor Aceves.

El 14 de enero de 2021, la AML decidió admitir en su seno a la poeta, ensayista, catedrática e investigadora Angelina Muñiz-Huberman, quien desde esa fecha ocupa la séptima silla, anteriormente asignada al fallecido historiador Miguel León Portilla. La académica ha dicho que es un honor ocupar ese sitio, pero también una enorme responsabilidad, porque se trata de una reunión entre pares, todos interesados en lo que el otro está escribiendo o investigando y, sobre todo, trazar la ruta certera para que el conocimiento redunde en beneficio de la sociedad.

La humanista Muñiz-Huberman, autora del ensayo Seudomemorias, afirma que el lenguaje incluyente es uno de los temas contemporáneos que están muy vivos que, obligan a los estudiosos a corregir si hay algún defecto, estar muy atentos a cuál es la palabra más adecuada que luego será incorporada o aceptada, abre el panorama a la posible aceptación de modismos, expresiones, reglas, pero también acepciones; que el diccionario siga creciendo enriquece la lengua.

«Una academia de la lengua no es tan rígida como a veces se pensaba, sino que está abierta, es flexible, viva, con una visión sumamente amplia. En el caso de la AML se incorporaron otras disciplinas como la astronomía, la medicina y la música, porque tienen su lenguaje propio y continuamente se están modificando; hay muchas posibilidades de trabajar la lengua».

Muñiz-Huberman reitera que el lenguaje «es lo que uno quiere hacer en libertad totalmente y, al mismo tiempo, hay reglas muy lógicas para enseñarlo o compartirlo. La adaptación y la tolerancia son justo lo que la lengua refleja: lo más íntimo, lo más profundo del ser humano, porque es como se comunica».

La hoy académica de número nació en Hyeres, Francia, de padres que habían huido de la guerra civil española. Se convirtió al judaísmo después de descubrir su ascendencia sefardí. La familia tuvo una estancia breve en Cuba y, en 1942 se trasladó a la Ciudad de México. Ella estudió en una universidad de la ciudad de Nueva york y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y, tiene un doctorado en literatura; es profesora de literatura comparada en dicha casa de estudios.

La AML y la doctora Muñiz Huberman ganan con la decisión del 14 de enero.