La agenda presidencial, marcada por tres temas: ataque de virus SARS-cov-2, caída económica y aeropuerto

0
431
  • Descuidadas por la pandemia, enfermedades congénitas  y de predisposición: cáncer, diabetes juvenil e infantil, pulmonares, cardiacas y la terrible poliomielitis.
  • Cuentas no claras en cancelación del nuevo Aeropuerto Internacional de la CDMX.

Jorge Martínez Cedillo.

Tres temas –entre muchos otros—sobresalen en la agenda presidencial durante los días recientes, con gran repercusión en el ánimo informativo de millones de mexicanos, aunque para muchos con un efecto que confirma el carácter de gobernar de un presidente con poder omnímodo, y su creencia de que toda su administración “trabaja de maravilla”.

Esto ocurre, cuando México entero se debate entre la pandemia de SARS-CoV-2, sin poder demostrar que la “curva se ha aplanado” en cuanto a afectados, contagiados y fallecidos, y con un esquema de vacunación irregular y confuso; el desarrollo económico, que no deja de tocar fondo, y la tergiversada información respecto del costo financiero que implicó la cancelación –más por capricho que por necesidad—del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en Texcoco, y su opción de erigirlo en lo que fue la Base Militar de Santa Lucía.

Desde hace dos años en que asumió el cargo de presidente de México Andrés Manuel López Obrador, todos los mexicanos mantenemos un estado de tensión en espera de que, en sus acciones y sus discursos repetitivos, entrevere acciones y medidas de política económica –empleo, ingreso y dinámica derivada del consumo—que marquen la diferencia entre la pobreza en caída vertical y un repunte que nos lleve a mejores condiciones de vida, ya no digamos de bienestar. Sin embargo, todos los días se repite la frustración.

Al grano: ante la pandemia que se enseñorea prácticamente en todos los países del mundo, el gobierno de México se olvidó de que el país no debería perseguir los primeros lugares por el número de fallecimientos debido al contagio –actualmente ocupa el tercer sitio, con más de 180 mil muertes por Covid-19, después de Estados Unidos y Brasil- por el descuido y mala estrategia de coordinación institucional; falta de experiencia en políticas públicas y un coordinador, Hugo López Gatell, contagiado igual que el presidente por no utilizar protección del ‘cubrebocas’; quien habla, razona y turistea como político, “disfrazado de científico”.

El sistema de vacunación de poco más de 100 millones de mexicanos, ha adquirido un carisma político apenas iniciado el proceso, que interesa vivamente al gobierno de López Obrador y su máxima creación hasta el momento, el partido Morena, que lo llevó a la cúspide en la aspiración de todo político dedicado en cuerpo y alma a ejercer el poder en un país: la Presidencia de la República.

Ni la pandemia ni las fallas en la administración del país, van a desviar el objetivo de sus partidarios de convencer a la mayoría de los electores a mantener en el poder al dicho Morena, tanto en el Congreso Nacional, como en Congresos Estatales, a algunos gobernadores y presidentes municipales. Las próximas elecciones tendrán efecto a principios de junio este año.

La enfermedad de Covid-19 sigue su curso, causando contagios, fallecimientos (en las últimas semanas no bajan de mil muertes por día) y cientos de miles que se recuperan, mientras que, hay que reconocer, la demanda mundial de vacunas es muy alta; va más allá de las posibilidades de producción de los laboratorios de países avanzados, sin dejar de señalar que, en estos tiempos de pandemia, los negocios también son importantes. Hay alrededor de 8 tipos o marcas de vacunas que se aplican en diversas regiones sin opciones de elegir. “Sólo hay dos sopas, pero la de fideo ya se acabó”.

Algunas vacunas garantizan una eficiencia que va del 64 al 94 por ciento, aunque el propósito principal es el de crear un ambiente favorable que sea mayor a la preocupación y la psicosis del contagio por Covid-19. No importa la marca o el país de origen de las vacunas. Lo importante es el “piquete” y la relativa confianza de que nos salvaremos con esa vacuna. Hay que tener fe. El promedio de avance de aplicación de la vacuna, es de alrededor del 1.5 por ciento, de un universo de 100 millones a aplicarse en dos dosis per cápita, según el tipo de marca.

Hay preocupación en la sociedad mexicana, en razón de que la pandemia por Covid-19 ocupa la principal atención de parte del gobierno y de las instituciones que participan en detener el fenómeno sanitario contagioso, y han marginado el combate y control de enfermedades tan importantes como el cáncer en adultos mayores, en mujeres y niños; la diabetes de tipo juvenil, infantil y adultos; hipertensión y enfermedades cardiacas en adultos y, por nada del mundo queremos ver el regreso múltiple de la poliomielitis infantil. Estos son riesgos latentes de salud de los mexicanos, aún no evaluados en su justa dimensión.

Repercusiones económicas

El tema económico de México, es de vital importancia. La pandemia ha trastocado condiciones económicas críticas que obligaron a la desaparición de miles de empresas, la mayoría pequeñas y medianas; desempleo y falta de ingreso de millones de familias, sobre todo en el rango de población económicamente activa. La pobreza aumenta en México y el área que mide los parámetros respectivos, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), muestra pesimismo en cuanto a una recuperación pronta y generalizada.

De acuerdo con el análisis de Coneval, en lo que va de este gobierno la pobreza aumentó 4.7 millones de connacionales, para llegar a un número extraordinario de 70 millones de mexicanos en esa condición, la cual supone un retroceso en desarrollo social, jamás visto en las últimas diez décadas. Esta situación, indica ese organismo, abre un esquema de alerta de crisis financiera peor que la de 2008 – 2009, aunque con más largo alcance de recuperación.

La pérdida de empleo en nuestro país, está ligada a la reducción del sistema productivo. Se asegura que la caída del Producto Interno Bruto, en un índice de prácticamente cero en 2019 (los economistas antiguos acostumbran la expresión “cero crecimientos”, incluso cuando no haya crecimiento o que éste sea negativo) y otra caída brutal del PIB en 2020, de 9 por ciento. Razones hay muchas.

La inversión privada no se ha extendido con la fluidez que requiere el país, debido a desconfianza en las instituciones del gobierno; las críticas consuetudinarias del presidente López Obrador a conservadores y neoliberales, impiden que el sistema de inversiones nacionales y extranjeras se consolide e incremente su productividad y eficiencia; los inversionistas prefieren llevar sus capitales a otras naciones; se da incluso el fenómeno de “fuga” de capitales en dólares; la esperanza del gobierno en lo económico, está puesta en dos industrias mexicanas como impulsoras del  desarrollo del país: Petróleos Mexicanos y Comisión Federal de Electricidad.

El gobierno federal está empeñado en revitalizarlas para que vuelvan a ser tan productivas como en el pasado, sin mirar que la ciencia y tecnologías en esas materias han avanzado de manera extraordinaria en el mundo, y también que la población mexicana y las actividades industriales y de servicios, son distintas.

Un dato de referencia: en el gobierno de José López Portillo (1976-1982) la población mexicana no llegaba a 65 millones de habitantes. Entonces, el petróleo “era el rey” de la dinámica económica y la energía en auge. Ahora los mexicanos somos el doble, y existen más necesidades. Es en este momento –y no digamos para el futuro—un gran error seguir pensando en la producción de petróleo y combustóleo para generar energía e impulsar el desarrollo de México. Son materias primas obsoletas y contaminantes, en lugar de voltear la cara a las energías limpias. Será necesario “sacarse de la cabeza” que México sea autosuficiente en petróleo y gasolinas. Eso es imposible en tiempos de globalización de las economías.

Cuentas no claras en cancelación del aeropuerto de Texcoco

En otro orden, en los últimos días ha surgido una gran controversia por el alto costo económico y de desarrollo aeroportuario de México, debido a la cancelación del proyecto de construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en el municipio de Texcoco, para sustituirlo en un espacio que, por muchos años (casi 70) fue la Base Militar de Santa Lucía, en Zumpango, estado de México.

La discusión en valores del costo de cancelación, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) los estimó en 3.3 veces mayor a lo previsto. Es decir, 331 mil 996 millones 517 mil pesos, equivalentes a 232 por ciento más que el monto original por inversión ejecutada y el valor de terminación anticipada de contratos con empresas y consorcios industriales y comerciales.

A esto, el presidente López Obrador desconoció el informe de la ASF, dependiente del Congreso de la Unión, y afirmó que tenía otros datos. Así las cosas, para nuestra información es muy importante señalar que, si se canceló la obra con repercusiones nacionales e internacionales y “solamente se perdieron 100 mil millones de pesos” por indemnizaciones y cancelación de contratos, hay que aclararlo. Se trata de una cantidad muy alta de pesos y centavos. Pero, de todas formas, es una cantidad extraordinaria de dinero del pueblo mexicano, proveniente de impuestos, derechos y servicios, echado al drenaje por un capricho.

La ASF precisó que, tan sólo 163 mil 540.7 millones de pesos corresponden a los gastos ya erogados en 2019, por la inversión ejercida, terminación anticipada de contratos y costos legales. Además, 168 mil 455.8 millones de pesos derivan de obligaciones pendientes para la cancelación, como liquidación del total de los bonos emitidos, contratos pendientes de liquidar y demandas en proceso legal.