“No salgas de casa” (Similitudes)

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Higinio Esparza Ramírez.

A Adán y Eva les dijo el Señor, -no salgan de casa. El demonio anda suelto y pueden morir sin haber pecado. Mejor sigan en cuarentena. La recompensa la tendrán pausadamente y cuando menos lo esperen podrán abrazarse y besarse, aunque ustedes no necesiten de estas demostraciones, pues se tienen uno al otro y éstas salen sobrando. Hay una sana distancia y en aquellos manantiales clorados se lavan las manos a mañana, tarde y noche, por eso no hay problema.

A diario se repetía la letanía, pero la pareja de los fundadores de las transgresiones de los preceptos religiosos se hacían los desentendidos, no usaban tapabocas y argumentaban que el virus no había llegado aún al Paraíso. Sólo eran dos en aquellos tiempos y alegaban repetidamente: -Aquí no hay contagios, más allá quién sabe. Por si las dudas practiquemos el recogimiento, propuso Adán.

El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell

Pero Eva no estuvo de acuerdo y persistía día a día en salir de compras para estrenar vestimenta de piel sin arrugas y Adán repetía con énfasis: ¡No la necesitas, no salgas de casa! Y le mostró el periódico de ese día, lacónico pero contundente: “Ante el desacato ciudadano de quedarse en casa, las medidas serán más en enérgicas. Se teme que en menos de una semana se presente el doble de contagios. El coronavirus es letal y avanza incontenible, no hay que bajar la guardia”.

El virus no llegó al huerto de Edén, pero sí la serpiente y la manzana encantada y Adán y Eva cayeron en la trampa, a sabiendas de que fuera de casa los esperaba el mal y tal vez la muerte, pues aún no había remedio eficaz para conjurar la enfermedad. Su obediencia al mandato divino, sin embargo, se vio alterada por un comportamiento de incredulidad y cambió diametralmente. Se enfrentaron a la pandemia, es decir, a la manzana del pecado. Comenzaron a salir de casa a buscar más tentaciones, olvidando o menospreciando la sana distancia y la protección bucal contra el contagio aéreo dinámico de enfermedades ajenas.

Desde el cielo y a través de todos los medios de comunicación, volvió a escucharse la voz de la precaución y la advertencia: -¡No salgan de casa! ¡No salgan de casa! ¡No salgan de casa! Con un añadido de López-Gatell, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud: -Ustedes son jóvenes, pero como los viejos enfrentan riesgos parecidos y hay que tomar las cosas en serio. Rehúyan las fiestas y las aglomeraciones, los viajes a Cancún y a Mazatlán y advirtió enseguida:  El aislamiento ante el coronavirus es ahora o nunca; es impostergable y constituye la última oportunidad que tenemos para reducir los contagios. Estas palabras flotan en los tiempos que corren, pero poca gente sigue en casa incluyendo al presidente AMLO, quien sigue con sus giras repartiendo abrazos y besos. Al parecer, comenzando desde ese nivel, hay un relajamiento creciente que preocupa a las autoridades sanitarias.

 Eva le quitó la manzana de la boca a la serpiente y la mordió, luego se la pasó a Adán y repitió el mordisco o fue al revés, ya no me acuerdo. Ese mismo día fueron expulsados del idílico territorio y obligados a usar el tapabocas propio de los quirófanos o escudo de resguardo cuando uno se acerca a alguien con enfermedades transmisibles, so pena de arresto o multa por parte de la guardia celestial.

  Rompieron la cuarentena por sí mismos y ya no hubo cabida en sus aposentos del principio del mundo. Afuera, fuertes tiempos sacudían la armonía de la vida acentuando la soledad de las calles (diremos senderos, pues éstas no habían surgido todavía) y el propio parque edénico donde filosofaban bajo la sombra de los huizaches sin preocuparse aún por las medidas sanitarias que cerraron bares, restaurantes, comercios e industrias, entre los primeros la cantina “El Paraíso.

Antes de abandonar forzados el huerto del Edén donde tenían de todo, menos libertad, Adán se enteró “que el punto más alto de los contagios por coronavirus será a finales de mayo, por lo cual se analizará el retorno escalonado a la actividad normal por un lado y por el otro, el probable cierre masivo de empresas, playas y paseos públicos. Los ángeles que los vigilaban desde su salida a la vida real, les informaron que la crisis epidemiológica durará unos seis meses, se endurecerá la cuarentena y habrá sanciones más severas para los desobedientes. El impacto económico será mucho más profundo y prolongado, les dijeron para que no vayan a gastar de más.  La pareja no mostró desaliento, pues Dios les prometió -tras su salida pecaminosa del Edén, lo cual quiere decir que a final de cuentas los perdonó- una tierra más bonita, libre de virus malignos-. Pero ya no pudieron regresar al Jardín de las Delicias ni hubo forma de arrepentimiento. “No salgas de casa” se decían una y otra vez luego de quebrantar, también, el mandato científico y salieron a la calle sólo para exponerse al aire contaminado. Los tapabocas se quedaron sobre la repisa de la sala, el jabón líquido en el lavamanos y la suspicacia flotando en el aire. Esta última porque los consejos de López Gatell para reducir los riesgos de contagio, son ignorados por la mayoría de los mexicanos. AMLO por su parte afirma que entre curvas y rectas el virus decrece, adopta el tema como un hecho político y sigue repartiendo abrazos y besos en sus giras, desoyendo las recomendaciones para combatir la pandemia: uso obligatorio del tapabocas, lavado de manos con agua y jabón, untos de gel antimicrobiano y pláticas con el vecino de acera a acera. Conductas opuestas a los exhortos sanitarios, caerían en una desobediencia similar al pecado original, advirtieron los epidemiólogos de alas celestiales.

Eva y Adán, por su parte, con tapabocas cada uno, se refugiaron en la Ciudad Jardín el “Paraíso Lagunero”, municipio de Lerdo, procrearon un titipuchal de hijos y juraron no desobedecer nunca jamás la voluntad divina, al grito de “!Gatel, Gatel, Gatel!”. (Dixi  Gil Gamés)