A Ernesto Zedillo le debemos el tener una deuda billonaria

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Jesús M. Moreno Mejía.

La adversidad hace
que muchos sufran
y otros triunfen.
Anónimo

            Después de la transición del sexenio presidencial de Carlos Salinas al de Ernesto Zedillo, se produjo un tremendo desastre económico en México, al cual se le adjudicó el obligado título del “error de diciembre”, dado que el gobierno tomó la determinación de devaluar en ese mes el peso mexicano, originando con ello toda una cascada de consecuencias adversas para el país, e incluso perjudicando a varias naciones del continente, calificando el hecho como “el efecto tequila”.

Las generaciones actuales, en su mayoría, desconocen la tremenda crisis que México vivió a finales de 1994, atribuible mayormente a Zedillo, pero sin que de ello se escape el ex presidente Salinas, quien heredó un país en crisis al que fuera su segundo candidato presidencial por el PRI, tomando en cuenta que Luis Donaldo Colosio Murrieta, fue asesinado el 23 de marzo en Tijuana, Baja California.

En días pasados aparece en escena Ernesto Zedillo, e increíble, para criticar la democracia iberoamericana, tal como la interpretan los políticos gringos, no como la ven los latinoamericanos, obedeciendo seguramente los dictados del país en el que ahora vive desde el año 2002, Estados Unidos de América, concretamente en New Haven, Conecticut, impartiendo clases en la Universidad de Yale, de la que es egresado.

Ernesto Zedillo

Por tal motivo Zedillo ya no representa a México, y por ello debería abstenerse hablar como si fuera un líder de nuestro país y si se convirtió en Presidente de México fue por así haberlo decidido el ex presidente Carlos Salinas (con el cual tuvo luego serios desacuerdos), aconsejado éste último por quien fuera su asesor político, José Córdoba Montoya, de triste fama.

Lo único que los mexicanos podríamos recordar de Ernesto Zedillo Ponce de León, después de tomar posesión como presidente de México el 1 de diciembre de 1994, fueron sus graves errores gubernamentales: principalmente, el continuar devaluando drásticamente la depreciación de nuestra moneda nacional.

Para evitar la fuga de capitales, el Banco de México elevó las tasas de interés, y tres años después nuestra moneda se seguía devaluando, en tanto que el Banco de México aumentaba las tasas de interés, para evitar la fuga de capitales. El valor del dólar, que inicialmente se cotizaba en $12.50 pesos, en 1997 se elevó considerablemente, dado que no se podía controlar la fuga de capitales.

La crisis económica de México en 1994, surgió por la falta de reservas internacionales y a unas semanas de iniciado el proceso de devaluación, el entonces presidente de E.U.A., Bill Clinton, solicitó al Congreso de su país la autorización de una línea de crédito por $ 20 mil millones de dólares para el gobierno de nuestra nación, a fin de garantizar a los acreedores el cumplimiento de los compromisos financieros durante el sexenio de Zedillo.

Cierto es que la crisis mexicana había sido causada en gran medida durante el régimen del presidente Carlos Salinas de Gortari, generando desequilibrios insostenibles (déficit fiscal, comerciales y de cuenta corriente), incorrectamente financiados por una elevada cantidad de deuda en moneda nacional, CETES, y sobre todo a través de Tesobonos, que se compraban en pesos mexicanos, pero se pagaban en dólares, dizque para proteger a los inversionistas para los efectos de una posible devaluación.

Salinas logró que México firmase el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que entró en vigor en 1994, y todo parecía indicar que nuestro país era un buen sitio para invertir, aprovechando Salinas para ocultar la corrupción de su administración.

Durante su gestión (1988 – 1994), incrementó el gasto fiscal a niveles históricos antes de terminar su mandato, en tanto que el peso mexicano se sobrevaluaba ficticiamente. El déficit elevado redujo el flujo de inversiones, así como la generación de mano de obra, motivo por el cual decidió alentar las inversiones privadas en lugar de mantener la actividad estatal con el adecuado control.

Pero además, privatizó la banca nacional, que había sido intervenida doce años antes por el entonces presidente, José López Portillo, dando lugar a la creación del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobapropa), creado en 1990 en el sexenio de Salinas, pero puesto en marcha en 1994 por Ernesto Zedillo atendiendo los requerimientos de los banqueros y la presión del vecino país del norte, originando un problema mayor a la nación.

El caso es que Ernesto Zedillo terminó comprando la deuda de los bancos por una millonada de dólares, que aún seguimos pagando (alrededor de un billón de dólares a la fecha, dados los intereses y no obstante haber abonado ya una cantidad similar), con nuestros impuestos.

En el sexenio de Zedillo también ocurrieron situaciones negativas de las cuales se ha pretendido dejar en el olvido, tales como el asesinato de 45 indígenas tzotziles en Acteal, Chiapas, y más de 70 personas masacradas en lugares identificados como Aguas Blancas y El Charco, en Guerrero, así como la “desaparición” de la isla Bermeja, perdiendo así las extensiones de aguas en el mar territorial nacional.

Todo lo anterior es atribuible a los ex presidentes Salinas y Zedillo, pero éste último se vuelve ahora crítico de situaciones socio-políticas que suceden en Sudamérica, calificadas por él y algunos líderes gringos como “malas decisiones” de países de habla iberoamericana, cuando que él “tiene mucha cola que le pisen”.

¿O usted, amable lector, qué opinión le merece que Ernesto Zedillo se considere un líder nacional con autorización para hablar de las decisiones políticas tomadas hoy en día en México y los países hermanos del Continente Americano?

¡Hasta la próxima!