Prohibición de plaguicidas afectaría salud económica y productiva del campo

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  • Los plaguicidas son las medicinas de las plantas que deben aplicarse de acuerdo a su manejo adecuado.
  • Tres consecuencias graves de la prohibición de plaguicidas.

Jorge Martínez Cedillo.

El debate sobre los plaguicidas altamente peligrosos, los famosos PAPs, parte de una premisa tan sencilla:  los químicos son nocivos para la salud y el medio ambiente y, en consecuencia, hay que eliminarlos para tener alimentos saludables y cuidar el medio ambiente. Suena bien, pero el argumento es tan reduccionista como falaz: lo “peligroso” de los plaguicidas es la dosis que se aplica a los cultivos, no la sustancia en sí.

Del mismo modo que una medicina tiene sustancias “dañinas” si se abusa de su consumo o se ingiere en las dosis que no dice el doctor, los plaguicidas son las medicinas de las plantas que deben aplicarse de acuerdo a su manejo adecuado. Y así como los antibióticos, los antidepresivos, y toda la gama de medicamentos recetados para tratar padecimientos y enfermedades no debería ser prohibida por los “daños” que puede causar a la salud y al organismo de un enfermo, el mismo razonamiento aplica a los plaguicidas. Como lo dijo el médico de la Edad Media, Paracelso: la dosis distingue a un remedio, de un veneno.

En este sentido, ¿cuáles son las consecuencias de una prohibición de plaguicidas en el campo mexicano? Habría al menos 3 graves implicaciones que son las siguientes:

1.     Afectaría la producción de cultivos porque no habría un medio eficaz para combatir plagas y enfermedades.

A los críticos de los plaguicidas no les gusta el dato que la FAO estima la pérdida de 40% de los cultivos si estos no se protegen con productos fitosanitarios y de pérdidas en el comercio de productos agrícolas por más de 220 mil millones de dólares al año. Esto sería el equivalente a más de 30 veces el superávit de la balanza agroalimentaria de México el año pasado y que fue de 7 mil 192 millones de dólares.

Los fundamentalistas anti-plaguicidas tampoco reconocen el gran éxito que significó alimentar a una población que creció geométricamente, sin el aumento paralelo en la producción de alimentos. Un estudio publicado en el Journal of Environmental Reserch and Public Health, en enero del año pasado, calculó que alrededor de un tercio de los productos agrícolas se producen en función de la aplicación de plaguicidas y que sin el uso de pesticidas habría una pérdida del 78% en la producción de frutas, una pérdida del 54% en la producción de vegetales y una pérdida del 32% en la producción de cereales.  (https://www.mdpi.com/1660-4601/18/3/1112).

Por lo tanto, los pesticidas juegan un papel fundamental en la reducción de enfermedades y el aumento de los rendimientos de los cultivos en todo el mundo. El propio secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos, dio un dato contundente en el Parlamento Abierto en el Senado en materia de plaguicidas y fertilizantes, el pasado 24 de octubre, dijo que sin plaguicidas habría una reducción de entre 30 a 40% en la producción de 64 cultivos agrícolas.  ¿Así se quiere cumplir la instrucción presidencial de aumentar la producción agrícola para garantizar la seguridad alimentaria, reducir el costo de los alimentos y reducir la dependencia de las importaciones?

2.     Afecta a los trabajadores agrícolas más pobres.

La prohibición de plaguicidas tendría muchas consecuencias negativas a la producción agropecuaria, pero en particular a los pequeños y medianos productores de los estados más pobres del país, porque ellos contribuyen con el 50% de la producción nacional de maíz en superficies que no superan las 10 hectáreas y dependen de los plaguicidas para asegurar la viabilidad de la producción. Los estados con menores rendimientos por hectárea son Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Tlaxcala. ¿Así se quiere el gobierno apoyar la producción de los pequeños y medianos productores?

Un estudio realizado por el Dr. Luis Miguel Tamayo, del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas, Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), presentado en el Parlamento Abierto en el que participó el Secretario de SADER, demostró que el control de la maleza con glifosato cuesta 492 pesos por hectárea, contra casi el doble, 907 pesos con métodos de rastras y cruza y 800 pesos por hectárea si se hace el deshierbe manual.

La propuesta de controlar las malezas con métodos que implican trabajar a mano solo refuerza el desconocimiento de la realidad del campo: la falta de mano de obra o la imposibilidad de pagar jornaleros (o de encarecer de manera prohibitiva el cultivo) hace económicamente inviable recurrir a métodos tradicionales.

3.     Afecta las exportaciones agrícolas y la economía de miles de trabajadores que trabajan en el sector.

El año pasado, las exportaciones del sector agropecuario representaron la segunda fuente de divisas para el país, más de 44 mil millones de dólares, por arriba del turismo y el petróleo y solo debajo de las remesas que enviaron los mexicanos a los Estados Unidos. De ese tamaño es la actividad económica que se verá afectada si se prohíben ingredientes de los plaguicidas peligrosos.

Para dar una idea más precisa: algunos de los cultivos relevantes que se verán afectados por el fundamentalismo anti-plaguicida: el aguacate (cuyo valor de exportaciones supera los 3 mil millones de dólares) con el 67%, la guayaba, en 50%, el limón, con 48%, la caña, 48%, naranja, 47%, maíz, 43%, cereza, 43%, papa 42% y chile 40%. Piénsese por ejemplo qué pasaría si las medicinas que tomamos para curarnos de una enfermedad, se ven de pronto limitadas por la disminución de los ingredientes en los porcentajes mencionados. ¿podremos curarnos? ¿o podremos producir lo que hemos hecho si se eliminan ingredientes clave de los plaguicidas?

Es evidente que la respuesta sería negativa, pero eso no parece importarle a funcionarios y activistas que, con una visión talibana amparada en el supuesto cuidado de la salud y el medio ambiente, actúan sin importar que todos los países del mundo utilizan plaguicidas. Que el punto central es regular y no prohibir estas sustancias indispensables para la producción de cultivos y que, sobre todo, se deben de basar en lo que la ciencia y la investigación, que ha realizado notables avances en la materia, y no en prejuicios e ideología.

Si los funcionarios-activistas se lograran imponer, solo causarían que baje la producción de cultivos, tengamos alimentos más caros, importemos más y nos alejemos de la autosuficiencia alimentaria.