Lic. Simón Álvarez Franco.
En esta ocasión romperé la costumbre de escribir sobre situaciones o personajes a quienes conocí o traté en algún momento de mi casi nonagenaria existencia. Desde hace tres años que este periódico aceptó publicar mis reflexiones, cosa que mucho les agradezco, he escrito sobre lo maravillosa que ha sido mi vida por las oportunidades que he tenido de conocer gente interesante cuya amistad ha fortalecido mis ansias de crecer intelectualmente.
Pero siendo honesto, conocí bastante de la obra de don Alberto M. Alvarado, ya que mi niñez la pasé en la casa de mis abuelos en Villa de García, N. L. –en esa época un lugar tranquilo–, la casa estaba ubicada en la falda del Cerro del Fraile, ocupaba más de una cuadra, con nogales, jacarandas, flores y una inmensa troje, en la cual además de los aperos de labranza, se guardaban muebles viejos, entre ellos uno musical grande, como de más de un metro de frente, alto como un ropero y cristales grabados, curvos, de un estilo que llamaban de boulé. Lo interesante es que era una gigantesca caja de música que en su interior tenía un mecanismo al cual los chiquillos dábamos cuerda con una manivela metálica, lo cual hacía que una cadena elevara un disco de lámina metálica, como de 80 centímetros de diámetro, con infinidad de hoyitos que dejaban un minúsculo pedacito de lámina doblado hacia atrás y al pasar por unos rodillos también de metal, desgranaban notas musicales que formaban una melodía, básicamente valses, uno diferente en cada disco, ahí conocí “Río Rosa” y “ Recuerdo” que eran escuchados con agrado en todo el mundo.
Estoy recordando mi niñez, mucho tiempo después, ya viviendo en Saltillo a donde nos cambiamos por la muerte de mi madre cuando yo tenía apenas 6 años y ella murió de 28 años, ahí me enteré que el autor de esos bellos valses era un mexicano, don Alberto M. Alvarado que murió en 1939, así que no lo conocí, pero desde mi infancia quedé enamorado de su música de tanto escucharla en aquel aparato que llamábamos “Regina”. Pero, también quiero contar esta otra historia de tal aparato musical. Mi tía Lupita Sepúlveda de Álvarez, hija de mis abuelos nos contaba que en una de tantas guerras y revoluciones de principios del siglo XX en nuestro México, las demás familias Sepúlveda radicadas en García se vieron obligadas a exiliarse al campo para evitar ser víctimas de las matazones, entre esas familias se contó con la de su hermana, mi tía Piana (¡es cierto!), su nombre proviene del masculino Pío VI quien era en esos años Papa católico domiciliado en Roma.
Al huir la familia de mi tía Piana, ésta le solicitó a la tía Lupita le resguardara sus muebles en la troje, ya que era imposible huir con la impedimenta de los muebles, mi tía Lupita aceptó el pedido y almacenó ahí los muebles desde 1901, pero siempre nos dijo que eran un encargo de parientes. Honesta, acendrada católica, allá por 1950, andando de compras en Monterrey, por la calle Padre Mier encontró a un señor con un parecido notable con su papá, don Teodoro Sepúlveda, mi abuelo, y se le acercó diciéndole: perdone: pero ¿no es usted hijo de mi hermana Piana? A lo que el caballero, cortésmente contestó, No, señora, me llamo Bernardo Sepúlveda Amor y soy hijo de David Sepúlveda, Piana era mi tía. A lo que mi tía Lupita contestó: –déjeme decirle que yo tengo en García algunos muebles, que le pertenecen, le suplico que vaya a recogerlos… y así fue como nos despedimos de la “Regina” y esta caja musical pasó a ser propiedad del que era entonces Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de México. (1952-58), siendo Presidente Miguel de la Madrid).
Por las fechas de este suceso yo estaba gozando de una beca que me concedió la Embajada Norteamericana en la Universidad de las Montañas de Ozark, y la curiosidad al encontrar en una tienda de antigüedades un aparato similar, indagué interesado por su precio, el dependiente que me atendió me lo dijo; entre 80 mil a 100,000 dólares. Solamente he vuelto a ver un aparato similar en el cine, en una película de Tom Hanks llamada El Hombre de los Calcetines Verdes”.
Ahora sí, entro en materia: Don Alberto Melquiades Alvarado López nació en la capital de Durango el 10 de diciembre de 1864, murió en la misma ciudad en 1939 (1).; sus padres; don José Refugio Alvarado y doña Agapita López, cuando aún no cumplía los 8 años de edad se inició con la música con el maestro don Pedro H. Ceniceros. Las naturales disposiciones que tenía para el arte musical y su gran afición lo hicieron adelantar tan rápidamente, que ya para ya para 1875, a los 10 años de edad figuraba entre los ejecutantes más destacados del maestro Manuel Herrera, pianista se la catedral de Durango. En la capital duranguense desde 1862, los pequeños conjuntos musicales y orquestas de baile, vinieron evolucionando debido al afán de progreso de los músicos.
A sus 19 años, era el mejor violinista de la ciudad y ocupó el puesto de Violín Concertino en la compañía de ópera italiana de Ángela Peralta cuando llegó a Durango. Alvarado se fue con la compañía a Mazatlán, Sin., donde murió Ángela el 30 de agosto del mismo año, víctima de la epidemia que azotó el país, en plena juventud pues apenas tenía 37 años.
Al regresar Alvarado a Durango debutó como director teatral en la compañía de zarzuela de Faustino Ureña, dirigiendo la obra “Los Sobrinos del General Grandt”. Como director de zarzuela adquirió experiencia y prestigio que le permitió ser nombrado director de la banda de música de la Escuela Correccional del Estado, cuyo puesto desempeño durante varios años.
El primero de octubre de 1892, llegó a Durango el primer ferrocarril, lo cual significaba todo un acontecimiento de gran trascendencia social, política y comercial, lo que debía celebrarse dignamente.
En el programa de festejos efectuado los días 10 a 12 de noviembre, impresionó a propios y extraños la orquesta del maestro Alvarado, por la correcta ejecución de las oberturas “Poeta y Campesino” de Franz Souppé, las de “Ofelia” y “Guillermo Tell” de Rossini. Fue tan brillante la actuación de la orquesta y su director que el Gobernador del Estado, impresionado positivamente, determinó enviarla a la Exposición Internacional de Chicago en 1890, en la cual tuvo la oportunidad de alternar con orquestas de fama mundial como la de Johann Strauss, la de Von Ziherer y la de Ambroise Thomas.(2)
Al regresar de esa gira volvió a Estados Unidos como Director de Zarzuelas y Operetas actuando en Chicago, Atlanta, Buffalo, Nueva Orleans y varias otras ciudades. A su regreso a la tierra natal se le entregó la dirección de la Banda de Música del estado que dirigió por 12 años consecutivos. Volvió nuevamente a la Unión Americana, al frente de la Compañía de Opereta, presentando en algunas ciudades “Eva”, “Mujeres Vienesas”, “La Casta Susana” y “El Pájaro Azul”.
En 1910 salió para Nueva York con miras a escribir y estrenar su ópera “Mañana” que él dirigiría y cuyo libreto lo escribió Jorge Scarborough tratando sobre escenas villistas de la Revolución Mexicana. La guerra europea de 1914 a 1918 en la que participó el país del Norte, impidió que se realizara el deseo de Alvarado.
La producción musical del maestro Alvarado es muy amplia y variada, ya que desde joven escribió para las bandas que él dirigía, sus obras abarcan más de 1,500 títulos. Pronto sus composiciones fueron conocidas en la ciudad, en su Estado y en la República Mexicana, debiendo agregar que fue autor de varios libros de texto musicales y de docenas de artículos periodísticos publicados en varios estados del país.
Nos damos cuenta cómo en el siglo XIX los estados del norte y en especial Durango contaban con una vasta cultura musical, para confirmarlo nos dice en su libro 4 Monografías Mapimí, Lerdo, Gómez Palacio y Tlahualilo el ameritado Prof. José Santos Valdés: (3) “El Ing. José Farías edificó en el cerro de la Campana, una columna de cal y canto, la que remata con una gran cruz de madera como símbolo de la religión católica. Se le festeja cada año el día de la Santa Cruz (3 de mayo). Esta obra fue hecha en 1890. El cura don Antonio Aguilar bendijo, en solemne ceremonia de fines del siglo, el templo católico que aún existe (1950), consagrándolo a la Virgen del Pilar –que se venera en Zaragoza, España—y fue construido por el citado Ing. Farías y el Ing. De Cotta, al parecer de origen francés.
De Ciudad Lerdo, estuvo un coro de damas, entre las que destacó la Srta. Blanca Moreto, después señora de Farías, soprano notable que –bajo la dirección del Maestro Alberto M. Alvarado—que llegó de Durango—cantó el solemne Te Deum.” (4) Imaginemos la dedicación y profesionalidad del Maestro Alvarado para cumplir su misión en viajes tan lejanos y difíciles desde la capital del estado hasta Tlahualilo y lo hacía de buen grado para compartir sus conocimientos con el pueblo.
Quien esto escribe conoció en Tequisquiapan, Querétaro, hace años a una pareja de señoras apellidadas Morató, quienes aseguraban ser de Torreón, pero no he podido identificarlas aún con el apellido Moreto.
El Lic. Sergio Sánchez Carrasco, en su libro “A Través de El Tiempo”, biografía –la mejor que conozco– sobre don Alberto M. Alvarado, acuciosa investigación ilustrada con interesantes fotografías, funcionario estatal, ocupó importantes puestos públicos simultáneamente a locutor categoría “A” y desde luego versado y enamorado de la música. Me permití pedirle su permiso para citar en este artículo algunos sucesos anotados en dicha biografía sobre Alberto M. Alvarado, cortésmente, me lo autorizó y a quien públicamente agradezco su atención. así que voy a tomar algunos de ellos:
DECRETO NÚMERO 312
“El H. Congreso Constitucional del Estado Libre y Soberano de Durango, a nombre del pueblo, decreta:
Artículo 1°. Se concede al ciudadano profesor Alberto M. Alvarado (sic) una pensión vitalicia de doscientos pesos mensuales, pensión que pagará la Dirección General de Rentas del Estado.
Artículo 2°. Al fallecimiento del señor Profesor Alvarado, seguirá disfrutando de la pensión a que se refiere el artículo anterior la señora su esposa doña Refugio Olagaray de Alvarado.”
3°. Este decreto surtirá sus efectos desde el día 1° de enero del próximo año de 1928.”
Como la muerte llegó por el artista en 1939, la sociedad durangueña resintió mucho su partida. Las páginas del Diario de Durango se inundaron de homenajes plasmados como artículos y poesías. Hubo un magno concierto en su honor transmitido en vivo por la XEE, radiodifusora de la capital duranguense. Incluso en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México se le organizó una velada donde participaron prestigiados artistas.
Para 1963 la figura del artista tuvo un resurgimiento notable, porque dentro de los festejos del Cuarto Centenario de la fundación de Durango, su vals “Recuerdo” fue declarado Himno Regional por el Poder Legislativo local.
A diez años del fallecimiento del Maestro Alvarado, la Unión Filarmónica Mutualista adquirió una estatua del autor que fue colocada en la Avenida 20 de Noviembre, frente al Teatro Ricardo Castro.
En 1997 durante mi actuación como Tesorero Municipal de Gómez Palacio, fui el encargado de remozar el Teatro Municipal Alberto M. Alvarado, habiendo sembrado en el Bulevar Miguel Alemán un Árbol de la Amistad Internacional con tierra que nos hicieron favor de enviarnos para este evento 80 países del mundo. Lamentablemente el progreso de nuestra ciudad construyó frente a dicho Teatro un paso a desnivel que oculta su belleza.
El 3 de julio de 1972, el Diputado Máximo N. Gámiz Parral presentó ante el Poder Legislativo local, iniciativa de decreto para que el Vals “Recuerdo” de Alberto M. Alvarado dejara de ser Himno Regional de Durango, aduciendo que: ”la circunstancia de haberse declarado al –vals “Recuerdo”– como Himno Regional de Durango ha traído como consecuencia una notable reducción de las interpretaciones de la melodía en mención que tiene un sobresaliente valor musical, habiéndose privado a la población de la Entidad del placer y beneplácito de escuchar las tonalidades del vals referido. . . . SE DEROGA el Decreto Núm. 98 publicado en el Periódico Oficial No.30 del día 12 de abril de 1964”.
Fue así como el vals “Recuerdo” regresó a ser del pueblo el que en última instancia encumbra a un artista y su producción.
Sugiero a nuestros lectores interesados en temas musicales, la conveniencia de buscar el libro Alberto M. Alvarado a Través del Tiempo, autoría del Lic. Sergio Sánchez Carrasco en bibliotecas públicas de sus lugares de origen para conocer la obra de un músico que amó su profesión y a su patria dejándonos ricos frutos, entre ellos “Teoría Elemental de la Música”, operas, oberturas, zarzuelas y música de bailes, especialmente valses que estuvieron de moda en su época y que se siguen escuchando con deleite, además se conocerán aspectos de su vida personal y romántica que siguen deleitando por su originalidad y sentimiento con que fueron concebidos y que aún en medio de esta vida tecnológica que nos ha tocado vivir, hacen palpitar con gusto y cariño nuestro sentimiento.
Fuentes:
- Alberto M. Alvarado (1864-1939) Prominente artista musical nacido y fallecido en Durango, Dgo. Enciclopedia Wikipedia.
- Alberto M. Alvarado a Través del Tiempo. Lic. Sergio Sánchez Carrasco, Durango. 2019 Editorial Hierofante.
- 4 Monografías; Mapimí, Lerdo, Gómez Palacio y Tlahualilo; Torreón, Coah. 1980, Prof. José Santos Valdés
- Ibidem.