INVESTIDURA PRESIDENCIAL PERSONIFICADA

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José C. Serrano Cuevas.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha revelado que valora demandar por daño moral en Estados Unidos, al abogado César de Castro, defensor del exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, por haber insinuado que el tabasqueño recibió dinero del crimen organizado en 2006, dicho que daña la investidura presidencial.

La noticia ha generado un cúmulo de comentarios en los medios de información, tanto audiovisuales como gráficos. Asimismo, ha dado lugar a diversos análisis revestidos de formalidad.

El doctor José Ramón Cossío Díaz, ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) es un ensayista prolífico en una temática muy amplia. En 2022 publicó un ensayo sobre la investidura presidencial. Dicho trabajo, permite visibilizar el estilo personal de gobernar del presidente López Obrador.

Cesar Castro y Andrés Manuel López Obrador

En la última edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, la palabra investidura tiene la acepción de carácter adquirido con motivo de la toma de posesión de ciertos cargos. En el Diccionario del Español en México, tiene la acepción de autoridad e importancia conferida con el acto de investir.

Cuando el presidente López Obrador habla de la investidura, parece referirse a la condición que lo caracteriza a partir del 1 de diciembre de 2018 por haber recibido y comenzado a ejercer la presidencia de la República.

En diversas ocasiones, López Obrador dijo que no asistiría a un acto, o no recibiría a cierta persona por respeto a la investidura presidencial. Sin expresarlo abiertamente, pareciera considerar que en ciertas situaciones su investidura podría ser lastimada o afectada. Usos lingüísticos como éste exponen su entendimiento de la presidencia y el modo en que la ejerce.  

El objeto de la investidura presidencial es encabezar un amplio número de competencias, facultades, obligaciones y supuestos de responsabilidad a ejercer en materias y espacios específicos. «Sólo el presidente puede sancionar leyes, nombrar y remover secretarios de Estado o celebrar tratados internacionales a nombre de los Estados Unidos Mexicanos».

Es importante recordar que la investidura presidencial no es más que el conjunto de los contenidos normativos que son propios del cargo de presidente, tal como lo dispongan la Constitución y las leyes en su momento vigentes. 

«Sin embargo, cuando el presidente López Obrador habla de la investidura presidencial no se refiere a esas condiciones normativas. Alude a las condiciones personales que supone ha adquirido por el cargo que tiene. La investidura de la que habla López Obrador no es de carácter presidencial, pues no está compuesta de los elementos propios de la Presidencia de la República. La investidura de la que él habla es de carácter individual y consiste en las representaciones psicológicas de lo que él estima es la presidencia y lo que supone es él como presidente».

No se trata solamente de las posibilidades de gobernar con el estilo personal al que se refería el maestro Daniel Cosío Villegas, pues, éste se daba dentro de las condiciones inherentes al cargo presidencial mismo. En el caso de López Obrador se trata de otra cosa. La ciudadanía está ante una situación distinta, en tanto se estima que la investidura presidencial radica en él mismo y no en las competencias del cargo.

La identificación del cargo con la persona explica no sólo la renuencia a reunirse con ciertas personas, o a asistir a determinados lugares. Explica también la manera en la que el derecho es entendido.

«Si a López Obrador le importara la investidura en cuanto a lo inherente al cargo, estaría empeñado en el cabal cumplimiento de sus competencias. Lo que en realidad muestran las invocaciones a la investidura presidencial hechas por él son sus intentos de personificación de la presidencia. La suposición de que él es el cargo mismo y no el transitorio titular de un conjunto de competencias y funciones, definidas democráticamente y controlables judicialmente».

Esto explica también su obsesión por dejar en el cargo a alguien que sea una copia fiel, de quien concluirá su gobierno el último día de septiembre de 2024.