Fernando Rangel de León.
Las muertes por la pandemia a partir del 18 de marzo de 2020, fueron muy tristes para los difuntos y muy dolorosos para sus seres queridos; pues los primeros murieron en la soledad de los hospitales, en donde se les tenía aislados como si estuvieran en “el Valle de los Leprosos” y los últimos no tuvieron oportunidad de verlos morir y darles el último adiós; por lo que al dolor de la muerte se sumó el dolor de no acompañar a su ser querido hasta su final.
Lo anterior obedeció a medidas sanitarias comprensibles por todo el mundo; que en la medida en que fueron disminuyendo los estragos causados por la pandemia del COVID-19, fueron haciéndose más flexibles, permitiendo a los familiares y seres queridos cercanos visitar a sus enfermos con enfermedades terminales hospitalizados en los nosocomios; hasta que fallecían y era cuando entraban en acción las funerarias, algunas de las cuales, coludidas con algunos hospitales, para facilitarles los trámites mortuorios a los familiares de los difuntos, les cobraban esos servicios extras.
Fue cuando algunas malas funerarias empezaron a lucrar con el dolor causado por la muerte, cobrándoles a sus familiares sumas de dinero que en la mayoría de los casos no estaban a su alcance, por las gestiones para sacar a los difuntos de los hospitales y llevárselos a sus instalaciones funerarias; prácticas inmorales éstas que bajaron con la drástica disminución del COVID-19.
Pero algunas agencias funerarias como Gayoso, siguieron con algunas de esas prácticas; porque por ejemplo aunque ya no haya defunciones por la pandemia, está cobrando $7,720.00, para pago del permiso en la Tesorería Municipal por la incineración del cuerpo y por la gestoría por llevar el certificado médico de defunción al Registro Civil, para su registro.
Cobra $7,140.00, por la capilla sin derecho ni a misa ni a coro; no permitiendo que se lleve a un cura o sacerdote o pastor o ministro, de las confianzas de los familiares, a oficiarla; ya que Gayoso, tiene a los suyos para proporcionar estos servicios religiosos.
Todos estos servicios antes de la pandemia, ya estaban incluidos en la compra de los títulos de propiedad de los lotes de la inhumación.
Ante el muerto ya en sus manos y ante la necesidad de darle cristiana sepultura, los familiares no tienen más remedio que pagar en el acto esos cobros funerarios; a los que tiene que agregar 25 pesos del estacionamiento que tiene Gayoso, sobre todo en el periférico y la carretera a Santa Fe, en donde es imposible estacionarse afuera.
Ojalá que las autoridades competentes tomen cartas en este asunto y sometan a esta agencia funeraria a la ley, para que no siga lucrando con el dolor de la muerte.