LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL DETERMINARÁ EL FUTURO DE LOS MEXICANOS

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Jorge Arturo Estrada García.

La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan
absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión.
Albert Camus.

La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes
de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas.
Albert Camus.

«La política divide a las personas en dos grupos:
los instrumentos y los enemigos”.
Friedrich Nietzsche.

AMLO es un tipo de cuidado. Siempre juega a ganar. Sus juegos de poder son rudos. Sin titubeos ataca, desgasta e intenta demoler a sus adversarios. El papel de Andrés Manuel, en la elección de junio del 2024, será decisivo. Lo mismo en la victoria, como en la derrota. En junio, López Obrador va por el paso más importante de su carrera, es una jugada en la que muchos de sus antecesores han fallado. No siempre es fácil imponer en la silla presidencial a su sucesor. Sin embargo, tampoco será fácil derrotar al tlatoani; ni mandarlo al retiro, a su rancho tabasqueño, para quien sea la próxima presidenta.

Por lo pronto, AMLO sabe que está en la cumbre de su carrera. Él es temido y adorado. Así, seguirá fiel a su estilo, y con descaro seguirá abriéndole paso a su candidata. Sabe que su presencia en el proceso es indispensable para ganar. A la exjefa de gobierno, de la Ciudad de México, le falta el carisma y la personalidad del tabasqueño.

Entonces, el propio presidente, les recuerda a todos los grupos y actores de poder, a los que ayudó a ganar muchos millones o a encumbrarse políticamente, lo que le deben y cómo deben corresponder. Así, vemos actos de campaña de Claudia Sheinbaum, muy bien organizados y concurridos; actos que son nutridos con acarreos intensos en casi todos los estados, por los gobernadores. López Obrador no deja nada al azar, en el tema electoral. Él personalmente se encarga de la propaganda, del control de las encuestas y muchas veces de despejar el camino.

 Actualmente, AMLO quiere convertir a la silla presidencial en un trono. Desea destruir los contrapesos democráticos, es una de sus últimas obsesiones. Las otras, son hacer ganar a Claudia y mantener a la Cuarta Transformación en el poder. Y, tal vez, intentar consolidar un Maximato.

En este momento, él se encuentra en la cúspide del poder de la política mexicana. Cuenta con una amplia base social y miles de millones de pesos para ejercerlo. Ya destruyó políticamente a sus principales aliados, los redimensionó y los colocó en rincones. Primeramente, los sedujo, los ilusionó con convertirlos en candidatos presidenciales; luego, los traicionó y los destruyó, políticamente hablando. Entonces, rápidamente les redujo su estatura y los convirtió en etcéteras dentro de su movimiento. Ellos, al aceptar las migajas ofrecidas, terminaron sometidos y listos para el olvido. En el proceso de las corcholatas, finalmente, se decidió por el personaje más inexperto y dependiente de su poderío personal.

Autoritario e intransigente, Andrés Manuel, durante dos décadas ha ido buscando el poder; y, a cada paso, fue desplazando a todos los que lo ayudaron a llegar a la cima, sin miramientos. Así lo hizo con Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Rosario Robles, entre otros. Más recientemente, les repitió la dosis a Marcelo Ebrard, a Adán Augusto López y a Ricardo Monreal. No le gusta tener competencia.

De esta forma, sistemáticamente, ataca y desgasta a todos los personajes que se le han opuesto, tanto morenistas como adversarios. Para eso sirve su mañanera, para eso compra, y amenaza a medios de comunicación y a comunicadores, para que repitan lo que dice. Siempre calcando el estilo autoritario del Viejo PRI, en donde aprendió a hacer política.

Los expresidentes, rivales, los que lo combatieron y derrotaron en las urnas, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, están exiliados y viven fuera del país, desprestigiados y despojados de sus pensiones. Vicente Fox, el que sacó al PRI de Los Pinos y logró el desafuero de Andrés Manuel, vive en un semi retiro en su rancho de Guanajuato.

AMLO no quiere perder la presidencia, ni vivir en el exilio, tal vez en Cuba rumiando otra derrota. Como un viejo tirano, tomando sol e imaginando complots. Tal vez no lo soportaría. Ha sembrado demasiadas tormentas, difícilmente podría andar por las calles mexicanas, por los aviones, o acudiendo a los restoranes sin ser abucheado.

En estos momentos, el presidente sigue furioso. A pesar de que las encuestas publicadas, reportan que su candidata arrasará el 2 de junio. Andrés Manuel está nervioso, sabe que hay más pasivos que activos, en el balance de su gobierno. López Obrador sabe que fracasó como gobernante y que el tiempo se le agotó. Ahora, solamente le queda ganar las elecciones a cualquier costo. Entonces, sin pudor, está dispuesto a movilizar cientos de miles de votos. Mientras, ataca con dureza a los que se le oponen.

El tabasqueño acelera el paso y dicta reformas al vapor. Ya requiere el dinero de las AFORES, quiere destruir al Poder Judicial, al Instituto Nacional Electoral, al de Acceso a la Información, al Coneval, entre otros, y ahora busca tener el poder de indultar a los delincuentes.

Los malos resultados del gobierno de AMLO reportan que, actualmente, 50 millones de mexicanos están sin acceso a la salud. Los cálculos del INEGI muestran que la inflación, la carestía, ya va en el 30 por ciento y creciendo, en este sexenio. Mientras, que, en el tema de la deuda, los datos oficiales de Hacienda establecen en dos billones (millones de millones), de pesos, la deuda nueva en este año electoral.

Desde el primer día de gobierno, López Obrador, se dedicó a establecer una amplia base social a través de entregas de dinero en las cuentas bancarias de los beneficiarios. Se fueron desterrando a los intermediarios. Así, la coordinación de Programas para el Desarrollo ha reportado que entre 2019 y 2024 se habrán entregado 2.7 billones, del presupuesto público, a los beneficiarios. Es el equivalente a 45 años de presupuesto de Coahuila, casi medio siglo.

De esta forma, en 2024 recibirán apoyos cerca de 28 millones de personas, con un gasto superior a los 745 mil millones de pesos, un 27 por ciento más que el año pasado. Esto significa que el 79 por ciento de los 35 millones de hogares, que hay en el país, reciben al menos un apoyo correspondiente a los Programas para el Bienestar. Los adultos mayores, son solamente 12 millones de beneficiarios. 

No obstante, en un país con inflación creciente y sin medicinas, ni servicio médico universal eficiente, la tasa de incidencia de la pobreza en México es una de las más altas de América Latina; con el 43.9 % de la población, viviendo en situación de pobreza. Esta cifra supera a países como Argentina y Colombia. Adicionalmente, la brecha entre los quintiles de ingreso es enorme: el 20 % más rico del país gana hasta 11.1 veces más que el 20 % más pobre.

A pesar de los discursos e intentos para reducir la marginación, los resultados no son satisfactorios. La pobreza persiste y, en promedio, uno de cada dos mexicanos la padece. El Índice de Gini nos coloca como uno de los países con mayor desigualdad en el mundo. Mientras, él ya gastó 1.2 billones de pesos en sus 3 obras magnas.

Políticamente, la administración de López Obrador es un éxito, ya tiene 24 gobernadores y va por 4 o 5 más en junio. Sin embargo, para los mexicanos su gobierno ha resultado tóxico con el millón de muertos, en la pandemia mal gestionada, la destrucción del sistema de salud y los 180 mil homicidios. Actualmente, grandes zonas del país están tomadas por la violencia.

Estamos en el cierre del sexenio. La jornada electoral determinará el destino futuro de millones de mexicanos. También el de la democracia. López Obrador no está preparado para perder. La Cuarta Transformación ha sido diseñada, por Andrés Manuel, para perdurar, para marcar época. Su proyecto de gobierno es un proyecto de poder transexenal. Durante cinco años, su gobierno se ha enfocado en ganar elecciones.

En este último tramo la elección podría cerrarse. El presidente está preparado para una disputa postelectoral. Lo suyo es atacar a las instituciones, y a la opinión pública, para tratar de imponer sus ambiciones. Vienen las jornadas más intensas. Veremos.