Septiembre y sus negruras

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Evaristo Velasco Álvarez.

Recuerdo que, en 1973, el día 11 de septiembre, los gorilas disfrazados de policías amigos del ejército chileno, atacaron brutalmente el Palacio de la Moneda, en donde el doctor Salvador Allende Gossens, presidente electo, recibió de frente la determinación de la élite de ese país, en un golpe de estado que representó miles y miles de desaparecidos, chilenos y de todos los países que habían acudido a apoyar el gobierno socialista recién instalado.

Pinochet fue la mano que se prestó para que los Estados Unidos “acudiera a ayudar al pueblo”, contra el “maléfico Allende”; momentos de gran tensión en toda la América, después que en 1959 Fidel Castro y los barbudos llegaron a Cuba; después de la matanza de Tlatelolco en 1968, después de las manifestaciones populares contra los regímenes autoritarios, lo que se conjugó con el asesinato de Kennedy, y de tantas cosas.

Pero me impacta que hasta la naturaleza ha hecho de las suyas en este mes de septiembre: 1985 el temblor en la ciudad de México, 2017 de nuevo tembló, y ahora en pleno 2021 vuelve a temblar. Las consecuencias fatídicas para el pueblo han sido desastrosas. El 11 de septiembre de 2001, las torres gemelas de Nueva York se derrumban. Algunos dicen que fueron los talibanes y en especial un ataque del grupo Al-Qaeda, con Osama Bin Laden al frente, quien planeó y perpetró el ataque, pero existen circunstancias que hacen creer que fueron destruidas por determinación de los poderosos.

La verdad conocida es que el pueblo de cualquier país, pero en especial los pobres, han sido víctimas de la ambición y locura de los poderosos, de las élites de todos los países, que no tienen ni patria, ni se sienten parte de ningún país. Para ellos el dinero y el poder que éste representa es lo único digno de tomarse en cuenta, eso es su Dios y su única creencia.

Si el pueblo sufre o se muere de hambre o no puede alcanzar niveles de libertad, no es “SU PROBLEMA”; ellos ni siquiera consideran al pueblo como sus iguales, sino que se sirven de él para incrementar sus caudales, su poder, su situación de mando y privilegios. Pero ahora también la naturaleza se les une en contra de los que menos tienen. Necesitamos muchos Salvadores Allende, de muchos Andrés Manuel López Obrador, de muchos libertadores que en verdad sientan la necesidad de liberar al pueblo. Mientras tanto sólo nos queda prepararnos y tratar de organizarnos.