Samuel Cepeda Tovar
Duele, quizá un poco más que otras tragedias por tratarse de infantes; de niños inocentes, indefensos, cuyo único error fue asistir a clases. No obstante, y aunque sea duro aceptarlo, no ha sido la primera tragedia de este tipo en los Estados Unidos ni tampoco será la última; y tampoco se trata de consultar un especialista en problemas mentales para analizar al asesino; porque no se trata de patrones, se trata de un problema multifactorial que no se reduce a una o dos causas; desde luego que influye el estado mental del individuo, pero no es un factor determinante, también lo es la facilidad con que se adquieren armas en el Estado de Texas, así como también lo es la falta de seguridad en las escuelas cuando se trata de un problema que es lamentablemente constante en las escuelas de aquél país y en menor medida de otros países como el nuestro.
Se trata del llamado efecto Columbine, con antecedentes el 18 de mayo de 1927 en donde fallecieron 45 personas en una masacre en el Estado de Michigan a manos de Andrew Kehoe, quien argumentó motivos financieros personales como causa de dicha ignominia. 72 años después, en Columbine High School, dos alumnos darían muerte a 12 estudiantes en 1999 para luego suicidarse. Estas masacres y las que suscitarían después han sido parte del efecto Columbine.
Ha habido acciones como la inversión en proyectos como “policías en las escuelas”, pero no han dado los resultados esperados, pues las masacres han seguido sin parar como la hecatombe en Red Lake en 2005, en Virginia Tech en 2007, en Illinois en 2008, Connecticut en 2012, Santa Mónica, California en 2013, Florida en 2018 y en mayo de 2018 en Santa Fe, Texas.
De todas estas masacres podemos deducir que no se han dado todas en el Estado en donde se permite la portación de armas, Texas, sino que se han dado en diferentes puntos lo que descarta la teoría de que la laxitud en el acceso a las armas es la causa de estas tragedias; tampoco es probable que los videojuegos bélicos o violentos sean los causantes de los arrebatos emocionales que impulsan a los asesinos a tomar la decisión de masacrar personas en puntos de reuniones masivos como lo son las escuelas, no hay estudios científicos que establezcan correlación, también es imposible saber lo que sucede en cada cabeza humana, los problemas que pudieran detonar actos violentos hacia terceros; pero en lo que sí podemos abonar es en la prevención; hay elementos en común en las últimas masacres que deberíamos estar tomando en cuenta: redes sociales y falta de seguridad escolar.
En las últimas masacres los asesinos realizaron publicaciones alusivas a lo que iba a suceder, lo cual nos indica que como ciudadanos debemos alertar inmediatamente a las autoridades por mínima que parezca la amenaza, y la segunda, relacionada con los argumentos de la policía de Texas que señalan que en lo sucedido en Uvalde el asesino “tuvo vía libre para entrar al edificio” nos obliga a reforzar los puntos de seguridad en las escuelas, con detectores de metales, guardias de seguridad privados y rondines de seguridad pública más constantes, que los padres de familia se involucren en las revisiones de mochilas o lockers y estar atento a las redes sociales de alumnos y amigos en común, independientemente de que sean o no miembros de la comunidad académica. Se trata de un trabajo preventivo en sinergia con la certeza de que el riesgo siempre estará presente y que la violencia es un mal enquistado que ha acompañado a la humanidad desde sus albores en este mundo.