José Luis Rodríguez Flores.
Interesantes anécdotas detalladas en forma aguda, pero por demás brillantes, en artículo elaborado por la periodista Ana María Serna Rodríguez, publicado por la destacada editorial Scielo llamado “Prensa y sociedad en las décadas revolucionarias (1910-1940)”, amenas pero sobre todo enriquecedoras, sobresalen por su profundidad los párrafos referentes al destacado abogado, periodista, escritor, catedrático, historiador y académico Nemesio García Naranjo
Profiere García Naranjo: habría vívido 28 años exiliado fuera de México, y dice que con excepción de Leonardo Márquez, el doctor Aureliano Urrutia y el Lic. Rodolfo Reyes, ningún otro mexicano puede jactarse de un récord tan grande de destierros. Luego se pregunta el periodista García Naranjo ¿Porque se fue más riguroso conmigo que con mis compañeros de cuadrilátero? ¡Refiriéndose a sus colegas y compañeros periodistas! La respuesta es obvia, a fines de 1912 y principios de 1913 publique en mi diario “La Tribuna” dos artículos intitulados “Galería de Traidores” y “Águila que cae”, que fueron considerados como subversivos por los revolucionarios que sucedieron al general Huerta en el ejercicio del poder. Don Venustiano debe haber compartido el mismo credo y por eso me cerró las puertas del país. El general Calles pensó probablemente que mi pluma era peligrosa y por eso me aplicó la misma sanción. ¡Como si los soldados que se insubordinan necesitaran escritores que los empujaran a la rebelión!
Obregón, que era más inteligente me dejó entrar en el país, seguro de que no le podía causar daño, como en efecto, no se lo cause. Portes Gil y Ortiz Rubio no revocaron las órdenes que había dado Calles y, por consiguiente, tuve cerradas las puertas de México. En cambio, el presidente Abelardo L. Rodríguez (…) levantó la sanción y pude regresar a mi tierra. El presidente Cárdenas, con mucho menos cultura, pero con intuición más clara que sus antecesores, no solo me dejó vivir en paz, sino que no puso la menor objeción a la publicación de mis artículos periodísticos que criticaban los actos de su gobierno.
Comentando esta liberalidad con su exsecretario particular, Lic. Agustín Leñero le conté una anécdota que pinta de cuerpo entero a Federico el Grande. En un día de tantos, salió el rey a hacer un paseo matinal por las calles de Berlín y le llamó la atención un cartel fijado en una esquina. Se detuvo a leerlo con mucho cuidado, y al terminar la lectura, procedió a continuar su paseo, como aquel cartel era de oposición, uno de los cortesanos que lo acompañaban se permitió preguntar al monarca que si había leído el cartel bien. –Sí contestó secamente Federico. ¿Y no piensa hacer nada vuestra majestad? –No, respondió el rey; y luego arengó muy sutilmente: el pueblo de Prusia y yo hemos concertado un pacto, conforme al cual, él puede decir lo que guste, y yo puedo hacer todo lo que quiero. Y esa fue la filosofía del presidente Lázaro Cárdenas: los periodistas dijimos todo lo que se nos ocurrió, y el hizo todo lo que le dio su regalada gana. (…) Esto lo habría entendido el general Obregón, pero no Don Venustiano Carranza, ni el general Calles. Termina cita.
Cuento esta maravillosa anécdota esbozada magistralmente por una mente lúcida, porque hoy en día el riesgo de ejercer el periodismo en nuestro país se ha incrementado, incluso más que en aquella época postrevolucionaria cuando entonces hablaban las armas, increíblemente es asombroso que hoy, pueda estar reproduciendo estas líneas de alguien como Nemesio García Naranjo no lo hubieran callado, y hoy hay tantos periodistas muertos en México, destacar que en este momento se supone que no estamos en guerra, ni hay una revolución que pudiera acarrear las consecuencias funestas que hoy en día está pasando esta apasionante tarea de las letras, labor de la cual, aclaro soy un modesto novicio.
Me permito transcribir textual, párrafos editados por la “Revista latina org.” sobre la “Libertad de Expresión” que deberían de permear en México: La libertad de información toma auge en el mundo contemporáneo a partir del 10 de diciembre de 1948, cuando surge la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se establece en el artículo 19 que: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de expresión y de opinión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».
Más tarde, el 16 de diciembre de 1966, esta libertad es ratificada en el artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que dispone que: «1.- Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o de comunicar informaciones o ideas sin que puede haber injerencia de actividades públicas y sin consideración de fronteras. El presente artículo no impide que los estados sometan las empresas de radiodifusión, de cinematografía o de televisión a un régimen de autorización previa. 2.- El ejercicio de estas libertades que entrañan deberes y responsabilidades, podrá ser sometido a ciertas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones, previstas por la ley, que constituyan medidas necesarias en una sociedad democrática, para la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad pública, la defensa del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o de la moral, la protección de la reputación o de los derechos ajenos, para impedir la divulgación de informaciones confidenciales o para garantizar la autoridad y la imparcialidad del poder judicial».
En México tenemos consagrada la libertad de expresión en los artículos 6º. y 7º. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pero a veces podría caber la pregunta ¿realmente están operando los referidos artículos, o son letra muerta? Es pregunta conste.
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