Rigoberto Losoya Reyes.
Uno de los personajes que dejaron un grato recuerdo en lo político y lo humano es definitivamente, el General Manuel Pérez Treviño, quien nació el 5 de junio de 1890, en la actual Villa de Guerrero, Coahuila.
Durante la revolución mexicana se unió al carrancismo, siendo todavía muy joven con el deseo de contribuir a su país, cuando apenas estaba cursando sus estudios de ingeniería en la Ciudad de México y regresó a Piedras Negras, para incorporarse al constitucionalismo.
En abril de 1913 permaneció junto a Venustiano Carranza en la población de Piedras Negras como uno de sus ayudantes en el Estado Mayor, mientras se organizaba la revolución constitucionalista. En esos días Francisco L. Urquizo, otro de los ayudantes, narra en su obra “Memorias de Campaña” ((1971), que se organizó un batallón de zapadores compuesto de tres compañías y una plana mayor. Por otra parte, se fabricaron los primeros cañones en los talleres de la maestranza del ferrocarril. El primero de ellos, llamado “El Rorro”, fue inmortalizado en una fotografía que se tomó don Venustiano en los talleres donde se fabricó.
El General Pérez Treviño combatió bajo las órdenes del general Pablo González, y al triunfo de la causa, fue designado como oficial mayor de la Secretaría de Guerra y Marina, luego fue jefe del estado mayor del presidente Álvaro Obregón, Ministro de Industria y Comercio, gobernador de su natal estado de Coahuila.
Fundador del Partido Nacional Revolucionario
En 1928 el presidente Plutarco Elías Calles propuso la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), mismo que se fundó en marzo del año siguiente. El 22 de noviembre un pequeño grupo de políticos afines a Plutarco Elías Calles se reunieron en la casa de Luis L. León, para la organización del nuevo partido. Lo personajes más cercanos al poder fueron los invitados como don Gonzalo N. Santos, Emilio Portes Gil, José Manuel Puig Casauranc, Manuel Pérez Treviño, Manlio Fabio Altamirano, David Orozco y Aarón Sáenz. Fungiendo como primer presidente del comité directivo Plutarco Elías Calles, Luis L. León como secretario general y el general Manuel Pérez Treviño como tesorero.
El 5 de enero de 1929 se convocó a una convención, que se llevaría a cabo el 4 de marzo de ese mismo año en la ciudad de Querétaro, para formalizar los estatutos de la nueva organización y presentar al candidato presidencial del Partido Nacional Revolucionario. El Partido Nacional Revolucionario (PNR) surgió en 1929 como un partido que integraría las corrientes e ideologías políticas pero afines al grupo en el poder, y que, como resultado de la convulsión social de 1910, en cada región del país, surgió un cacicazgo liderado por un personaje local. Esta amalgama de grupos representaba un latente riesgo de disolución social y Plutarco Elías Calles propone fusionarlos en una organización política. Es así como surge el primer partido y más consolidado de la época posrevolucionaria. El PNR sería, en consecuencia, la institución política más representativa para la lucha por el poder monopolizando el control político. El “jefe Máximo” Calles lo llegó a considerar como un posible candidato a la presidencia. El Maximato estaba ya agotado y se refrescar el poder con políticos de prestigio, sin embargo, los hilos del poder se inclinaron a favor de Lázaro Cárdenas.
El General Pérez Treviño dentro de su admirable trayectoria, fue secretario de Agricultura, precandidato a la presidencia de la República, embajador de México en España, embajador en Turquía y embajador en la república de Chile. Otto Schober señala que, dos hechos se destacan de su trayectoria política: Haber formado parte de la comisión organizadora del Partido Nacional Revolucionario, donde alcanzó el puesto máximo como primer presidente de su partido y el otro, la humanitaria labor que desempeñó cuando fue embajador en España, en los días desafortunados de la Guerra Civil. Tuvo el tino de imaginar con los hombres de su época, una excelente organización política, que luego se transformó en el partido que durante muchos años ostentó el poder, donde colaboró para forjar la estabilidad y progreso postrevolucionario, que, por desgracia, no ha sido igualitario entre todos los mexicanos.
Orquídea López Allec, escribió un excelente artículo (Periódico Zócalo), sobre su esposa doña Esther, a quien la describe como:
“…una espartana mujer que supo vivir junto a él, las buenas y malas épocas que se reflejaron en los aciagos días de la guerra española, donde dio asilo por igual, a monárquicos y a republicanos. Cuando la república subió al poder, muchos partidarios de la realeza tuvieron que buscar refugio seguro en la embajada, luego de la conflagración franquista republicana, los liberales españoles y sus familias, fueron acogidos por igual sentido de humanidad fraterna. Más de dos mil personas se recibieron en la Casa de México y todos disfrutaron del abrigo y de la seguridad de nuestros muy dignos embajadores.”
España le rindió un merecido homenaje al general coahuilense Manuel Pérez Treviño, por su labor humanitaria en la década de 1930, quien luchó por el derecho de asilo a favor de los españoles. Durante seis meses el general brindó hospitalidad a los refugiados españoles, comida y cobijo, en medio de los bombardeos, y se afirma, que el general tuvo que defender el suelo mexicano a punta de pistola.