La perspectiva de México para los próximos años es sombría

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Jorge Arturo Estrada García.

«La verdad no tiene defensa contra un tonto decidido a creer una mentira».
Mark Twain.

«La lealtad es simplemente una cuestión de fechas».
Cardenal de Richelieu.

Es un momento peligroso. Andrés Manuel es un personaje de cuidado.  Al cierre de su sexenio, anda hiperactivo, ansioso. Se le percibe cada vez más poderoso. Domina completamente la agenda y el escenario político nacional. La oposición está aplastada y los ciudadanos, ausentes. Así, López Obrador avanza en la destrucción de las instituciones democráticas, para construir la Presidencia Imperial. Su gobierno fue tóxico, pero su proyecto de poder fue un éxito.

México cambió. Ya nada será igual. Ni siquiera la Cuarta Transformación. Andrés Manuel ya no estará en Palacio Nacional, no tendrá la Silla del Águila, ni la Banda Presidencial. López Obrador se irá a su rancho. A los tres poderes, de facto, los tendrá en un puño el tabasqueño. Y, así, no sabemos en qué medida, le serán heredados a la presidenta Claudia Sheinbaum.

No se puede perder de vista, que él es el dueño del partido que creó, que él escogió a los 24 gobernadores de Morena, a los 80 senadores y a más de 300 diputados federales. Y, que además los hizo ganar mediante miles de millones de pesos, movilizando estructuras de Siervos de la Nación y pasando sobre la ley electoral. Al más puro estilo del Viejo PRI. Por lo pronto, ya aseguró su lugar en la historia, ahora va tras el Maximato. Ya podrá cambiar la letra constitucional y romper sus candados, a su antojo.

Sin embargo, en medio del cierre vertiginoso de su sexenio, el presidente quedó atrapado en la sucesión presidencial de Estados Unidos. De un día para otro, el escenario externo evolucionó y hasta las piezas cambiaron. Comenzó una partida nueva, sobre la que ya no tiene control y sus cartas se desvanecen. Biden renunció a ser candidato demócrata, Kamala Harris le dio un giro a la competencia contra Donald Trump, y volvió muy cerrada esa contienda.

De esta forma, demasiadas habladas y desaires al presidente Joe Biden metieron en problemas al tabasqueño. El caso del Mayo Zambada es un ejemplo. Nadie es invulnerable. Menos cuando intenta meterse en los asuntos del imperio. Al experimentado López Obrador, su soberbia le dio un mal consejo. Su “Honestidad Valiente” quedó como una más de las mentiras. A la corrupción de su gobierno, al Rey del Cash, se le sumarían alianzas con personajes de la delincuencia. Lo que se diga, en las cortes de justicia norteamericanas, también quedará registrado en la historia, tal vez hasta como escándalos internacionales.

Por lo pronto, México seguirá siendo la piñata de la elección estadounidense. Con Joe Biden actuando, ya muy libremente al dejar la candidatura demócrata, está ajustando cuentas con rudeza en los casos del fentanilo y la delincuencia organizada mexicana, con los que ha sido cuestionado por Donald Trump. En estos temas, el tabasqueño queda evidenciado por su escasa cooperación. Ante el escándalo desatado el presidente se ha replegado. Él mejor que nadie sabe que la opinión publicada tizna, y que en su caso será una mancha indeleble para su sexenio. Andrés vendió su alma al diablo para llegar al Palacio Nacional y acumular todo el poder que tiene. Todo tiene un costo.

El tabasqueño encabeza un proyecto exitoso y un gobierno pésimo. Es indudable que se volvió la figura dominante. Es un personaje, casi todopoderoso, que ha avanzado aniquilando al resto de las fuerzas políticas y a los contrapesos constitucionales y a los de facto. Los medios de comunicación, las élites económicas y las fuerzas armadas fueron cooptadas, amenazadas, vencidas y convencidas. Ya trabajan a su lado y en favor de sus temas.

Entramos en una etapa de incertidumbre, el mandatario que se va acumula más poder que la presidenta que llega a Palacio Nacional. Con la desaparición del INE, ciudadanizado, valiente e imparcial y la destrucción de los contrapesos, incluida la generación de la opinión pública informada a cabalidad, AMLO consolida su poder absoluto. Así, México se encaminaría hacia un régimen autoritario, similar a los de Venezuela y Nicaragua.

La historia de México parece estar viviendo un cambio drástico. Después de casi seis años en el poder, el mandatario ha logrado consolidar una estructura de control que no se había visto en décadas. Desde el inicio de su mandato, AMLO se ha enfocado en desmantelar las instituciones que, aunque imperfectas, garantizaban un equilibrio de poder y una democracia funcional. La imposición de su sucesora, Claudia Sheinbaum, es sólo parte de un proceso que avanza hacia un cambio de régimen en México.

López Obrador, usó su carisma y la promesa de un cambio para desmantelar las viejas hegemonías. Lo hizo, para establecer la suya. La destrucción de la oposición política, la manipulación de los medios de comunicación y la cooptación de los sectores claves de la sociedad, como los militares y los empresarios, han sido las estrategias fundamentales para garantizar su permanencia en el poder, incluso después de dejar la presidencia.

El contexto político actual en México es alarmante. Los ataques al Poder Judicial, las actuaciones del INE, con Guadalupe Taddei, al frente; y del Tribunal Electoral, durante este proceso electoral, evidencian que están doblados, sometidos ya.

AMLO ha logrado mantener una base sólida de apoyo a través de programas sociales masivos, que benefician a millones de mexicanos. Sin embargo, estos programas, aunque necesarios en muchos casos, se usan como herramientas para consolidar su poder. La entrega de dinero directo, a las cuentas de millones de personas, ha creado una dependencia que ha sido explotada electoralmente. De hecho, fueron la base para la arrasadora victoria del morenismo en las elecciones de 2024. Aunque, la participación ciudadana fue una de las más bajas en la historia reciente. No hubo euforia, la resignación se impuso.

Económicamente, México ha avanzado poco bajo la administración de AMLO. A pesar de la narrativa oficial de un gobierno austero y dedicado a los más pobres, la realidad es que el país enfrenta un endeudamiento creciente, una economía estancada y una falta de inversión extranjera.

La ausencia de políticas claras para aprovechar oportunidades como el nearshoring ha dejado a México rezagado frente a otros países que han capitalizado mejor las tendencias globales. La ideología presidencial ha restado competitividad internacional.

La perspectiva para los próximos años es sombría. Con Claudia Sheinbaum como presidenta, México podría ver una continuación de las políticas autoritarias de AMLO. La falta de contrapesos y la centralización del poder en manos del Ejecutivo representan un peligro real para la democracia en el país. Los ciudadanos se enfrentan a un futuro incierto, en donde la libertad de expresión, la justicia y la equidad podrían ser sacrificadas en nombre de la lealtad política y el control absoluto.

La transición de poder en México no es simplemente un cambio de presidente, sino un cambio de régimen. AMLO ha dejado claro que su objetivo no es solo gobernar por seis años, sino transformar radicalmente la estructura política del país. Si la tendencia actual continúa, México podría encontrarse en un camino irreversible, en donde la democracia sea sólo un recuerdo del pasado. Panorama sombrío, Veremos.