Jorge Arturo Estrada García.
“La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes
de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”.
Albert Camus.
“La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha merced a una mayoría incompetente”.
George Bernard Shaw.
Son momentos decisivos. El morenismo se dispone al asalto final. Si no se acatan las resoluciones de la Suprema Corte, los mexicanos confirmarán que ya no hay Estado de Derecho. Entonces, en los hechos, la democracia estará destruida. Se completará el cambio de régimen. Así, el poder de Andrés Manuel se vuelve hegemónico y enorme. Casi todos los sectores socioeconómicos y políticos se han sometido. Las batallas finales se darán con los ministros del Poder Judicial. El autoritarismo se instala.
Ya no habrá contención para los abusos de la autoridad. Los legisladores morenistas, son un dócil rebaño, que atiende a los deseos del tabasqueño. Son miembros destacados de una clase política que apesta. Son personajes desertores de los otros partidos y muchos de ellos perseguidos por tufos de corrupción y enormes fortunas “mágicas”. Ellos, están completando las instrucciones de Andrés Manuel: Acabar con el Poder Judicial. El último gran contrapeso democrático. Los ministros de la corte son la línea final de las instituciones.
La demagogia se impuso en México. El autoritarismo se establece abiertamente. La democracia es destruida, desde todos los flancos. Un gobierno federal tóxico, logró el cambio de régimen. Un expresidente rencoroso, establece la agenda política, social y económica del país. Él es el dueño del tablero y él mueve las piezas.
Simultáneamente, se avizora una crisis financiera nacional. En medio de la crisis constitucional, y como resultado de la mala gestión del gobierno del tabasqueño. Andrés Manuel, endeudó al país, dilapidó los fideicomisos, canceló el desarrollo y la prosperidad; y, frenó el crecimiento de la economía. Es un personaje anclado en el pasado, en un mundo que ya no existe.
En este momento, estamos en la mira de los candidatos presidenciales estadounidenses. Esto, complica los escenarios. Somos la piñata de estas campañas. El tráfico de fentanilo y de migrantes que agobia a muchas ciudades, norteamericanas, convirtió al nuestro país en el villano electoral. Las inversiones y la generación de empleos en México, en el marco del T-MEC, también quedaron envueltos en la polémica. Tanto Donald Trump como Kamala Harris, no ven con buenos ojos las condiciones actuales del tratado comercial de Norteamérica. Los desplantes de los inquilinos de nuestro Palacio Nacional y su escasa cooperación no ayudan en el tema.
En el pasado, a un México convulso, ávido de democracia, sumido en una enorme deuda externa, agobiado por la pobreza, el autoritarismo, y la demagogia, durante dos décadas, de 1970 a 1990, el Neoliberalismo le aportó estabilidad y desarrollo. Entonces, luego de un enorme tropiezo de diciembre de 1994, los empleos formales se multiplicaron y el país ancló su desarrollo al tratado comercial más importante del mundo. El Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá aportó las condiciones que colocaron a México en la economía 12 del mundo, ya con los mantos de petróleo agotados, según algunas listas.
Evidentemente, no todo fue de color de rosa. La competitividad mexicana tuvo como base la mano de obra barata, disciplinada y muy productiva de los obreros del país. La integración comercial y el desarrollo se dio ampliamente en el Norte, el Bajío y algunas entidades del Centro.
Al amparo de estas décadas de apertura, llegó la democracia, por la que durante décadas varias generaciones estuvieron luchando. Aunque, simultáneamente la corrupción política se multiplicaba y se crearon nuevas élites políticas y económicas con las privatizaciones. Más adelante, se fue perdiendo el control férreo, de Los Pinos, sobre los gobernadores y presidentes municipales, y la corrupción se multiplicó. También, la delincuencia organizada fue creciendo y diversificándose, muchas veces con pactos con la clase política de todos los niveles.
El poder se toma por asalto. En un país sin ideologías, el obradorismo impone un nuevo régimen. Es ya un movimiento hegemónico que genera un choque de poderes. Que avanza implacable a toda velocidad. Siente que su victoria cerca. Ya, percibe que obtendrá el botín completo. Ya sueña con décadas en el poder absoluto. Lo demás, las formas y las leyes no importan.
De esta forma, el tabasqueño ha ido derrotando y destruyendo a las instituciones, una a una. Luego de las elecciones presidenciales, inequitativas y cuestionables, tanto el INE como el Tribunal Electoral le regalaron las mayorías calificadas en las cámaras. Así, Morena, consolidó su sobrerrepresentación, con la que arrolla a la constitución en la actualidad.
El obradorismo simplificó la ecuación. Destruyó a todas las corrientes políticas y partidos, a todas las combatió y también absorbió a sus personajes. La oposición partidista está derrotada, el PRI y el PAN están semidestruidos. El PRD ya fue aniquilado y la vieja izquierda se extinguió. Morena es una colección de impresentables que llegaron de esos partidos, reclutados por el propio López Obrador; ellos llegaron con el cash, con el que el Rey hizo campaña durante varios sexenios.
La historia registrará está época, habrá héroes y villanos. El primer borrador lo aportarán la prensa escrita y electrónica, con sus filias y sus fobias. Luego vendrán los historiadores oficialistas, rémoras del régimen y también los opositores destilando veneno. Finalmente, llegará la etapa de los historiadores profesionales, quienes analizarán los documentos y las fuentes disponibles, para intentar explicar cómo se generaron el contexto y las dinámicas de las acciones que cambiaron el rumbo democrático de un país enorme.
Los políticos gozarán los beneficios de este autoritarismo. El resto de los mexicanos padeceremos sus efectos y defectos. El autoritarismo se va instalando, casi sin obstáculos. En el discurso, en las instituciones, en las leyes y en las acciones ya es evidente. Sin embargo, hay pocos ciudadanos combativos, conscientes y críticos. Los mexicanos, agobiados por sus problemas cotidianos, se mantienen ausentes de la crisis, las horas decisivas llegaron.
En el triunfalismo de la soberbia, los morenistas ya se otorgan un medio siglo, o más, de obradorismo guinda en el poder. La supremacía constitucional es ya la palabra insignia. La supremacía del tabasqueño es evidente. Ya su palabra se vuelve ley constitucional. Vienen tormentas y tiempos interesantes. Veremos.