Cepeda Salas: el sindicalismo como negocio familiar y brazo político

0
182

Por más que se quiera maquillar, lo de Alfonso Cepeda Salas al frente del SNTE ya no parece simplemente una administración cuestionable, sino un proyecto personal cimentado en el uso de una estructura gremial para beneficio propio y político. Lo que algunos columnistas como Luis Hernández Navarro o Juan Durán han ido documentando, va dibujando un perfil que dista mucho del líder comprometido con el magisterio que busca vender el discurso oficial.

Desde la llegada de Cepeda al liderazgo del sindicato, se ha hecho evidente una inclinación por la opacidad y el control. No hay asambleas libres, no hay auditorías públicas del uso de cuotas sindicales y, lo más grave, no hay pudor para hacer negocios con el propio gremio. El hecho de que empresas médicas vinculadas directamente a su hijo hayan recibido contratos millonarios para dar servicio a los maestros en varios estados no es solo una coincidencia incómoda; es una radiografía del sistema clientelar que Cepeda parece haber perfeccionado.

Más aún, su decisión de afiliar automáticamente a 1.5 millones de trabajadores del SNTE a Morena es un acto de alineación política que roza lo grotesco. No porque el sindicato no pueda tener simpatías —todos sabemos que el SNTE siempre ha sido un actor político de peso—, sino porque lo hace sin consulta, sin debate interno y bajo un claro cálculo de favores. Cepeda no lidera, administra un capital político con fines muy concretos: mantenerse como operador útil del régimen y quizá, a futuro, buscar un cargo de elección popular. Ya se rumora su aspiración a la gubernatura de Coahuila.

Y aquí está el verdadero problema: Cepeda Salas representa un tipo de sindicalismo que México debería haber superado hace décadas. Un sindicalismo cerrado, vertical, patrimonialista y utilizado como plataforma personal. No hay una apuesta real por modernizar el SNTE, por democratizarlo o por devolverle su vocación de defensa del magisterio. Lo que hay es un aparato al servicio de intereses particulares, disfrazado de institucionalidad.

Si la Cuarta Transformación quiere legitimarse como una verdadera ruptura con el pasado, tendría que empezar por ver con lupa a quienes, como Cepeda, reproducen los peores vicios del sistema. Porque si algo está claro, es que mientras el SNTE siga en manos de líderes que lo ven como empresa familiar y maquinaria electoral, los maestros seguirán siendo clientes, no ciudadanos sindicalizados.