AMLO, víctima de su propio fuego

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Pretendiendo dar gusto al Presidente, aprobando la constitucionalidad de consultar al pueblo para enjuiciar a 5 ex Mandatarios, los ministros de la Suprema Corte lo colocaron en la misma tesitura porque diciembre de 2018, 2019 y lo que va de 2020, también son años anteriores

Juan Bustillos
IMPACTOMx

En la conferencia matutina del viernes, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, con rostro desencajado, no ocultó su molestia ante la modificación de la pregunta para la consulta que los ministros aprobaron.

El 1 de octubre de 2020 será recordado por el esfuerzo del ministro presidente por disfrazar la sujeción de la SCJN a los mandatos de Palacio Nacional.

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Tan aficionado a acudir a la historia para justificar sus decisiones y conseguir un lugar al lado de los grandes, alguien debió recordar al presidente López Obrador que Savonarola, el inquisidor, terminó siendo víctima de su propio fuego, y que la cabeza de Robespierre rodó cuando se suponía que José Fouché era quien pondría el cuello en la guillotina.

Es un destino que suelen correr casi algunos purificadores. La historia mexicana también está llena de ejemplos.

Es un hecho que el presidente López Obrador considera que el logro del jueves de que por fin el pueblo sabio sea consultado no deja de ser una victoria pírrica porque, cuando sólo se trataba de llevar al patíbulo a sus antecesores, ahora resulta que él y sus colaboradores podrán esperar su turno tras ellos.

En ese grave riesgo lo dejaron Arturo Zaldívar y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que pretendiendo darle gusto con la aprobación de la constitucionalidad de consultar al pueblo para juzgar a todos los “actores políticos”, incluidos los protagonistas de la Cuarta Transformación, por “las decisiones políticas tomadas en los años pasados”, no sólo a los ex presidentes.

Quizás no tomaron en cuenta que al escribir “las decisiones políticas tomadas en los años pasados”, lo colocaron en la misma tecitura que a sus cinco antecesores porque diciembre de 2018, 2019 y lo que va de 2020, también son años anteriores y con el tiempo lo serán los que resten de su sexenio.

López Obrador está obligado a dilucidar si Arturo Zaldívar fue víctima de su incapacidad de decirle no o para limpiar su rostro se colocó en condiciones de alegar que es tan arrogantemente libre que si el pueblo quiere, gracias a él puede, desde ya, ser consultado para llevar a tribunales a López Obrador y a su gente.

De ninguna manera el jueves fue un día luminoso en el que se aprovechó la oportunidad histórica de hacer valer por primera ocasión en la historia del país el derecho del pueblo a ser consultado; en realidad, el uno de octubre de 2020 será recordado por el esfuerzo del ministro presidente Zaldívar por disfrazar la sujeción de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a los mandatos de Palacio Nacional.

No se puede afirmar, sin embargo, que nunca como este jueves la Corte fue abyecta ante el Poder Ejecutivo Federal ni que el Ejecutivo Federal ha sido tan poderoso al reunir los tres Poderes en un solo individuo, pues sobran antecedentes, en especial en la era priista, pero se supone que vivimos los tiempos de la Cuarta Transformación en los que supuestamente todo es transparente y diferente.

Si me llegan a leer López Obrador y los suyos, espero que no se engañen suponiendo que trato de defender a los ex presidentes, incluido Luis Echeverría.

Si Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto quieren defenderse tienen recursos de sobra para pagar los abogados más caros del país y, además, supongo que también los pantalones para abandonar sus retiros palaciegos y enfrentar la venganza de la Cuarta Transformación por impedir su instauración desde 2006.

Se equivocarán el presidente y los suyos si lo leen así.

Su problema consiste en que la nueva redacción que Zaldívar consiguió hacer aprobar para suplir la propuesta de Andrés Manuel López Obrador de juzgar a sólo cinco de sus antecesores, es tan ambigua, tan poco calara, que permitirá llevar la consulta popular desde Guadalupe Victoria y sus colaboradores hasta al actual mandatario por cuestiones nimias como la liberación de Ovidio Guzmán y la recaudación de Pío López Obrador para fundar Morena, por ejemplo.

Más aún, quizás llegó el momento de juzgar a Benito Juárez por el Tratado Mac Lane-Ocampo que si no nos convirtió en una especie de protectorado de Estados Unidos fue sólo porque el Senado norteamericano se negó a aprobar una abyección tan vergonzosa.

O a Francisco I. Madero por incumplir a Emiliano Zapata con la entrega de la tierra a quien la trabaja.

Y DE AQUÍ P’AL REAL

El momento estelar probablemente se de cuando al pueblo adolorido por los miles de muertos se le pregunte si se debe juzgar o no al subsecretario de Salud Hugo López-Gatell por la manera en que cumplió el encargo de enfrentar la pandemia del coronavirus.

Si ese día fatal llega, que puede ser en agosto o el sexenio próximo, al patíbulo irán López-Gatell, el secretario de Salud Jorge Alcocer, cuya culpa será no haber sido capaz de contener a su subordinado, y el presidente López Obrador que lo obedeció en todo, incluso en la recomendación de no usar cubrebocas.

López Obrador debe sentar a su mesa a Zaldívar y preguntarle qué le hizo suponer que le agradecería el cambio de redacción de la pregunta en su propuesta de consultar al pueblo sobre llevar o no al quemadero que la Inquisición instaló en la avenida Hidalgo, en el corazón de la Ciudad de México, a Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Es indudable que el ministro presidente de la Corte pretendió agradarle rechazando la inconstitucionalidad de la consulta declarada por el ministro Luis María Aguilar, pero su remedio para ofrecer la impresión de que la Corte mantiene su autonomía, resultó peor que la enfermedad.

Si alguna duda tiene Zaldívar de lo que piensa el presidente López Obrador de la resolución de la Corte, no haría mal en aprovechar el fin de semana para ver una y otra vez el video de la conferencia mañanera del viernes. Encontrará en el rostro del mandatario que la noche del jueves no pudo dormir rumiando desilusión, amargura y posiblemente hasta traición.

No obstante que, fiel a su estilo, intentó convertir en triunfo lo que no fue del todo pues su intención era llevar a consulta sólo a sus antecesores, no a él y a sus colaboradores, Zaldívar no se debe engañar por lo que escuchó a López Obrador o, en todo caso, en la lectura de la transcripción de sus palabras, porque el reclamo esta ahí.

Las palabras presidenciales resumen decepción.

El presidente está molesto –en realidad la palabra es “encabronado”— por la poca claridad de la redacción con que los ministros suplieron a la propuesta por él: es muy genérica, no abstracta, pero sí poco clara y habrá que descifrarla, pero con el tiempo la gente la irá interpretando y “se ira aclarando”.

Para salir al paso, el mandatario celebró que el pueblo vaya a ser consultado y que ahora los ciudadanos sean de verdad y no imaginarios, como en el pasado, pero su molestia era evidente, no obstante que se aventó un rollo sobre democracia representativa y participativa definiendo las raíces griegas de democracia –cratos sin demos (poder sin pueblo) o demos y cratos (pueblo y poder)– y el derecho del pueblo a cambiar en cualquier momento su forma de gobierno.

Desde luego aprovechó para zarandear a quienes, desde el jueves, muy en especial los “intelectuales orgánicos”, se lanzaron contra Zaldívar y hasta hablaron de un poder único, el suyo, claro.

Quizás hablando de sí mismo y de sus colaboradores porque en algún momento la consulta les podrá ser aplicada, recomendó que nadie se preocupe de más porque “nuestro pueblo es inteligente, sabio, sabe tomar decisiones, y va a votar por lo que considere mas importante para el país”.

Como decía el general Pirro, López Obrador podrá decir: otra victoria como esta y regresaré solo a Palenque.