Una cafetera olvidada

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Simón Álvarez Franco.

Este tema llegó a mí por un mensaje que me envió don Pedro Luévano, Lagunero radicado ahora en Monterrey a mi celular, lamentablemente sin la firma o datos de su autor, a quien me ha sido imposible identificar y contactar por más investigaciones que he efectuado. Posteriormente me llegó un mensaje similar del Lic. Efrén Mireles Stens, Economista lagunero de amplia cultura, es por eso que sin permiso previo del autor original, me atrevo a desarrollarlo, por ser de mi interés particular y por considerarlo también que debe ser de carácter general de toda la ciudadanía y autoridades municipales y culturales de esta ciudad de Gómez Palacio y de la comarca Lagunera en general, abordo el tema que no considero plagio, pidiendo desde aquí la autorización y gracia del anónimo autor. Además, he agregado algunos datos complementarios que me fueron proporcionados por la estimable señora Olivia Aguiñaga de García, una de las hijas del matrimonio a que me voy a referir.

“Oxidada por el efecto del Sol, las pocas lluvias y el paso de los años, se levanta desde el punto en el que siempre ha permanecido, a espaldas del Teatro de Gómez Palacio, Durango, Alberto M. Alvarado aparece tímida y al mismo tiempo con ganas de contar las muchas historias de las que ha sido testigo”.  

“La Cafetera es el recuerdo del romántico paseo que a diario experimentaban los laguneros de Torreón a Lerdo, en el punto intermedio, por la antigua carretera conocida como Auto-Club. Orgullosa, se levantaba entre las fincas construidas en torno a ella, como testigo de la bonanza que vivía esta región en su época dorada, y ahora, olvidada, a regañadientes es el único vestigio de esos tiempos de prosperidad que no volverán”.

“Muchos la habrán visto en su cotidiano andar; otros la han ignorado a su paso sin saber el baluarte que constituye, como uno de los pocos símbolos con que cuenta Gómez Palacio, porque Torreón tiene el Cristo de las Noas o el mismo monumento que le hace honor a su nombre; mientras que Ciudad Lerdo tiene su célebre reloj o su famosa nieve, y el puente no es privativo de sólo una de las ciudades hermanas a las que une”.

“Ya no existen las fábricas que le dieron vida y a las que a su vez “alimentaba” con el vital líquido para la producción del Café Famoso y del Café Comercial.”

“Don Juan de Aguiñaga Díaz de León, originario de Matanzas, Jalisco, junto con su esposa doña Antonieta Hernández de Anda, originaria de Encarnación de Dios, (La Chona), Jalisco, fueron quienes lo mandaron construir, con el afán de que no solamente fuera un tinaco, sino también el medio publicitario más efectivo para la venta de sus productos de café.

“Mi papá era una era una persona que aprovechaba los recursos que tenía al máximo, y pensó que si construía un tinaco con la forma de una cafetera iba a llamar la atención” recuerda Sara Elia Aguiñaga, una de los siete hijos descendientes de esta hermosa pareja de Laguneros adoptivos, como infinidad de los pobladores de la región.”

Menciona el año de 1952, ¡más de 70 años ya!, como la fecha en que don Juan mandó construir el tinaco con los herreros que tenía a su disposición, comandados por el Ing. Jesús Téllez. Estos hombres de los que se desconoce sus nombres, nunca imaginaron que estaban haciendo arte urbano, porque con las tendencias artísticas contemporáneas, esa cafetera se ha convertido en una escultura urbana, a la altura de las que realizan grandes artistas como Sebastián, Claes Odenburg o Kleith Edmier.

            La Cafetera era la obligada referencia para quienes transitaban la vieja carretera Auto-Club. Sara Elia recuerda todavía los pinabetes que adornaban el camino y en los que su papá amarraba el ganado que tenía en los establos de su propiedad. Según explica, estos terrenos eran conocidos como Despepitadora Terryzas, sitio en el cual don Juan construyó “Tostadores y Molinos de Café Famoso y Comercial” hacia 1950, y a donde se cambió con su esposa e hijos en 1952.  Antes de existir el café soluble, el café se vendía molido para hervirse en cafetera, en bolsitas de 30 gramos que la familia de don Juan elaboraba escrupulosamente.

            Hombre visionario, no se conformó con la fábrica de café y con los establecimientos comerciales que tenía en Torreón los que se encargaba de administrarlos doña Antonieta su esposa, sino que fue más allá al adquirir ganado lechero, que importó de Estados Unidos y semen de Carnation para mejorar las razas de su ganado lo que le dio las bases para la creación del Centro de Inseminación Artificial Granja Aguiñaga.

            En esta granja, al lado izquierdo de la angosta carretera que comunicaba a Torreón con Gómez y Lerdo, bordeada por ambos lados por pinabetes la familia tenía, conejos, gallinas, cóconos y fue necesario crear el tanque elevado para gozar del líquido vital para sus necesidades y las de los vecinos a quienes siempre ayudó. De todas estas acciones, la cafetera fue testigo. En un principio fue de color plata, lo que le daba un rasgo de veracidad; más tarde, don Juan optaría por teñirla de color naranja, debido a que se despintaba con facilidad. De ese tono queda muy poco, gracias al proceso de oxidación que todo objeto a la intemperie enfrenta con el paso de los años.

            Esta Cafetera presenció los juegos infantiles de sus hijos: Héctor, Humberto, Juan, Olivia, Guillermina, Sara Elia, Fernando y Gerardo, escenas campiranas, todavía con el fresco y puro aire de una ciudad que apenas empezaba su crecimiento.

Según recuerdan Sara Elia y Olivia, la fábrica de café Famoso y Café Comercial cerró sus puertas hacia la década de los 60´s, porque a don Juan le interesó más dedicarse a sus otros negocios, principalmente el ganado.

            Poco a poco fue vendiendo los terrenos, pero los Aguiñaga siguieron viviendo allí. La fábrica ya no funcionaba, pero el tinaco sí, pues abastecía de agua el hogar de esta familia.

            Don Juan murió en 1989, y fue en 1999 cuando se vendió la última parte de los terrenos que ocupaba Terryzas, aunque la venta no incluía la cafetera que se quedó como fierro arrumbado, relegado de su entorno social. (funciona como estacionamiento de la bodega de una mueblería vecina, no hemos podido comprobar fehacientemente a quien pertenece legalmente su propiedad) Además de cumplir con la función de hacer un recuerdo de la sociedad de su época, la escultura urbana puede convertirse en el símbolo de identidad entre los habitantes de una región o ciudad.

            Quién puede asegurar que mañana a Gómez Palacio se le pueda asociar con la Cafetera como a Bruselas con el “Niño Meando” o a Nueva York con la Estatua de la Libertad.

            La cafetera no tiene dueño, (a reserva de confirmarlo) y no estaría por demás tomarla en cuenta para una restauración o incluso una reubicación para que sea el símbolo de unión entre los gomezpalatinos. Amigos laguneros como el Lic. Mireles y otros varios me han sugerido que hagamos una petición a las autoridades Municipales para crear un Instituto o encargar a un Club de Servicio como los Rotarios o Leones la recolección popular de cooperaciones económicas con objeto de financiar la compra de la estructura metálica y su traslado a un lugar donde luzca más no sólo como objeto-arte, sino también como parte de la historia lagunera. Esto cumpliría el doble objetivo, de lucimiento y de no causar un gasto al erario municipal.  

            Me dice doña Olivia:  que el terreno donde se ubica el tanque elevado, se vendió por los años 60 a un señor Huseín Chamut quien ya falleció, por lo que había que contactar a sus descendientes para éstos cedieran la estructura y que el Ayuntamiento gomezpalatino lo reubicara en una rotonda del Bulevar Miguel Alemán como emblema de esta ciudad. Si bien el matrimonio Aguiñaga vino a avecindarse en esta Comarca Lagunera, allá por 1920, con su ejemplo y trabajo se convirtieron uno de los personajes emblemáticos de esta tierra y como dijera don Emilio Herrera Muñoz, eran GENTE DE LOS NUESTROS.

Referencias y agradecimientos a:

Don Pedro Luévano Correa

Lic. Efrén Mireles Stens

Sra. Olivia Aguiñaga de García