El lienzo vacío apuntes de mi vida (2)

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Simón Álvarez Franco.

En la Ciudad de México

             Llegué a la capital con tres compañeros, Paco Castillo, Rafael Treviño y Edmundo Arizpe, habitando en una casa de pensión en la calle Corregidora esquina con Correo Mayor, justo atrás del Palacio Nacional, en la antigua Calle de la Acequia Mayor, que era hasta donde llegaban las chalupas con víveres y flores provenientes del Canal de la Viga que a su vez venían de Xochimilco con sus mercancías. Jóvenes y llenos de ilusiones. hacíamos planes para conquistar la ciudad, empezando por lo básico; conseguir empleo.

             Los empleos no eran muchos y se agotaban rápidamente, así que hacíamos apuestas para ver quien se colocaba primero, por lo que salíamos cada mañana armados con un periódico con Avisos de Ocasión y unos pocos centavos para paliar el hambre, al regresar a la pensión por las tardes, tristes y decepcionados, nos recibía la casera con la “cena”, medio vaso de leche aguada y cuatro galletas Marías por todo alimento, si llegábamos después de las 8 pm ni eso nos daba y la portera cobraba 50 centavos por abrirnos la puerta a deshoras. Yo agoté mis ahorros porque tenía que gastar autobús ida y vuelta a la UNAM a donde no pude ingresar por falta de cupo para estudiantes de provincia y porque caí en las garras de un tipo apodado “palillo”, fósil, vicioso, chantajista, maloso, quien nos esquilmaba con el cuento que era el “líder” de la UNAM que todo lo podía para conseguirnos el ansiado ingreso. Cuando agoté mis exiguos ahorros y después de recorrer todos los avisos de ocasión, a querer y sin ganas acudí al Bancomer.

A pesar de llevar cartas de recomendación que me expidió mi tío (recordemos que él fue de los fundadores del Bancomer en Saltillo, donde tenía la cuenta de cheques No. 3), así como una carta de don Sebastián G. Carranza, hermano de don Venustiano para don Armando H. Hernández, a la sazón Director de esa empresa, mi orgullo no me dejó utilizarlas y me fui por la puerta del Departamento de Personal. Ahí hice fila varias horas hasta que me recibió un reclutador, quien altaneramente revisó mi solicitud y me hizo la respectiva Entrevista de Entrada, para terminar haciéndome su comentario: “en este momento, aunque su experiencia es buena, me gustaría saber ¿qué sabe usted de Seguro Social?, mi respuesta: sólo sé que estoy inscrito a él con un número de afiliación desde 1953, nunca he hecho uso de sus servicios porque como usted sabe, los empleados bancarios son subrogados a sanatorios particulares.

Muy buena respuesta, me dijo, pero lo que necesitamos en este momento es un especialista que sepa administrar internamente todo lo relativo al IMSS, el caso es que tenemos una multa del Instituto que nos demanda por 5 MILLONES de pesos por incumplimiento de muchos aspectos, sobre todo de cuotas que por error o desconocimiento no se han pagado o se han pagado mal y si a esto le agregan multas y moratorios, nos podemos ir al infinito. Mi respuesta: es que desconozco totalmente el manejo del Seguro Social. Me dijo; entonces aquí acabamos la entrevista, cuando tenga un puesto a su nivel se le mandará llamar para continuar trámites. ¡Ah!, le respondí, desde aquí donde estoy sentado veo que en la credenza que está tras su sillón hay un libro que en el lomo dice: Ley del Seguro Social, si usted me lo presta por una semana le aseguro que se lo regresaré en 7 días, permítame estudiarlo y para esa fecha ya habré aprendido lo necesario para ocupar el puesto. No sé si fue mi valentonada o mi actitud de no darme por vencido, el caso es que me lo prestó y me fui corriendo a la pensión a estudiar la Ley. Sobra decir que no salí para nada a la calle, que no comí, mientras mis compañeros, Paco aspirante a actor, Rafael, comerciante nato y Eduardo, aspirante a cantante de ópera, ya habían conseguido empleos no muy relacionados con sus aspiraciones, pero que al menos ya les daban para pagar la pensión y comer.

             Obviamente yo no sabía nada de Leyes, pero razonando sus artículos y con algo de lógica, ligándolos con otros artículos de la Ley, me sentí preparado y a la semana me volví a presentar con el entrevistador, primero lo sorprendí con la devolución del libro (no esperaba que se lo devolviera) y segundo, por mi lenguaje legal aprendido en el mismo, se quedó con la boca abierta y llamó al encargado de contratación, (que con el tiempo nos hicimos amigos y compadres, a cuya viuda e hijos los seguimos viendo como de la familia), le ordenó: ”contrate al Sr. Álvarez con el sueldo mínimo y gastos para transporte y comida, como Encargado del Seguro Social, con un contrato a prueba por tres meses. Su futuro con nosotros dependerá de su desempeño en este asunto.

             Haciendo gala de mi locuacidad, imitando todo lo bueno que había aprendido de los que habían sido mis jefes, tomaba todos los días un “pesero” y gastaba lo menos posible en comida en la calle, me fui diariamente a las oficinas del IMSS por el Paseo de la Reforma, cerca de Chapultepec a como dicen en la Capital “conseguirme la chuleta”.              Tuve tanta suerte que con mi recién conseguida empatía y falto de tartamudez, conquisté el respeto y la amistad de algunos funcionarios de nivel medio del IMSS que me ayudaron y sobre todo me enseñaron a aplicar leyes, reglamentos y jurisprudencias para llevar a cabo mi objetivo, pudiendo demostrar ante esa Institución que no había habido mala fe sino desconocimiento de la correcta aplicación de las leyes, sin pagar un centavo de gratificación a nadie, me hice perito en Seguro Social y regresé dos meses después con el Jefe de Personal del Banco quien me pidió explicación de mis acciones, le dije: Pactamos tres meses para resolver este problema, pues bien, ya lo tengo resuelto, siempre y cuando cubra una condición, ya más atento me dijo, me interesan los resultados, no cómo le hizo.

            Los resultados señor es que de CINCO MILLONES, pude cancelar con la Ley en la mano casi todo, la condición es que paguemos DOSCIENTOS MIL pesos y queda cancelada la deuda y sus moratorios, siempre y cuando paguemos hoy mismo esta cantidad en la Secretaría de Hacienda, aquí está la orden de pago, falta realizarla y con el recibo que entregue mañana al IMSS me harán entrega de un oficio en el cual se detalla uno por uno los nombres de los empleados y las cantidades saldadas o pagadas por cada uno. Sorprendido, incrédulo y finalmente emocionado, gritó al Cajero General: “haz este pago inmediatamente y entrega el comprobante al Sr. Álvarez para que cumplimente su encomienda”.

           Al día siguiente que regresé con la cancelación prometida y el oficio respectivo, había cambiado la actitud hacia mí de todos los funcionarios de Personal, me recibieron en el salón de juntas, se hizo un panegírico de mi actuación y se me dio el puesto de planta como Subjefe de Personal, saltándome todas las categorías intermedias. Desde luego me propuse aprender y practicar todos y cada uno de los puestos de la División de Personal, desde reclutador, investigador aplicador de tests psicotécnicos, etc. Cuando expliqué mi idea al Jefe de la División, no sólo quedó agradecido, sino que alabó mi idea de perfeccionarme en todas las ramas del trabajo y de ahí en adelante me recomendó como el mejor capacitador de Personal.

             Ya armado con mi experiencia me fui a presentar con don Armando H. Hernández y Ernesto Tinajero, quienes me reclamaron el por qué no había recurrido a ellos desde un principio, pero alabaron mi humildad y mi afán de valerme por mi mismo. Don Armando años antes había recorrido a caballo casi todo el Estado de Coahuila acompañado por mi tío para evaluar la posibilidad de abrir el Banco, y Tinajero (hermano del Dr. Guillermo Tinajero, muy conocido y estimado en Torreón) había sido contratado por mi tío en un Banco de San Luis Potosí, para darle la Gerencia del nuevo Banco en Saltillo, además ahí casó con la que fuera secretaria en su oficina. Así que yo tenía todas las influencias necesarias para haberme aprovechado y recortar trámites y tiempos para colocarme, pero la vida me había enseñado que era mejor hacerme valer por mí mismo.

            Mi vida en la Capital fue exhaustiva, ya que al poco tiempo concursé por una beca en la Universidad Iberoamericana, en su primer Campus establecido en Ave. La Taxqueña, junto a la Calle Dulce Oliva, la nombró así su ocupante, el Indio Fernández en honor de Olivia de Havilland, estrella de Lo “Que El Viento se Llevó” quien fue el amor de su vida, y lo que son las vueltas de la vida, más tarde, en mis actividades avícolas, traté muy de cerca a Oliva, nieta de la artista, cuyo esposo fue uno de mis mejores amigos y de mis clientes.

               Bancomer pagó mi carrera en la Universidad Iberoamericana para Estudiar Relaciones Industriales con la condición de que al finalizarla lo hiciera con promedio de 8.5, cosa que cumplí en exceso ya que obtuve 9.50, lo cual me permitió ser de los 10 mejores promedios en la carrera y formar un grupo becado para posgrado por la Embajada de Estados Unidos, hacia donde partimos al año siguiente para vivir en Washington, Nueva York y otras importantes ciudades de aquel país.

              En 1961 contraje matrimonio en Cd. Lerdo, Durango, con la mayor de las hijas del Profesor José Santos Valdés, maestra recibida en la Normal de Saltillo, por lo que tuve que abandonar el pequeño departamento que compartía con mis amigos, Paco el actor y Eduardo el cantante de ópera, cambiándome a otro más grande en la Colonia Cuauhtémoc, casi esquina con Río Lerma, a una cuadra del Paseo de la Reforma, por lo que no abandoné del todo a mis amistades como Pita Amor, Juan  José Arreola, Elías Breeskin y otra cohorte de pintores y artistas que hacíamos la tertulia en la rebotica de don Armando en la esquina de mi casa.

              Seguí ascendiendo en el Banco, especializado primero en Recursos Humanos y después en Bancos Afiliados donde aprendí el manejo de todos los departamentos y servicios de la Banca. Era 1967 y ya había comprado mi primer auto, un Opel usado y en la Unidad Nonoalco-Tlaltelolco un departamento de lujo en el séptimo piso del Edificio 15 de septiembre, con vista a la Plaza de las Tres Culturas, paralelo a la Iglesia de Santiago, con una vista preciosa hacia los jardines y demás complejos habitacionales, con una terraza enorme donde hacíamos frecuentes fiestas con multitud de amigos y buena música, que siempre me ha gustado. Un ilustre periodista Lagunero, Higinio Esparza, calculó hace como 8 años en 9,000 canciones que tenía en esa época.

            Por una desgraciada casualidad, el asesinato del reportero de espectáculos Nils Landa Eskanoff, empleado del Banco que tenía a su cargo la página de espectáculos en la Revista Nuestro Banco, el director del Boletín me designó como encargado de esa página asignándome la Agenda del fallecido compañero, esa fue mi entrada al teatro y otros espectáculos. Recuerdo con vergüenza mi primer reportaje y yo lo sentí fracasado. Se trataba de entrevistar en un teatro al dueto de humoristas LECHUGA Y SALINAS, quienes estaban muy de moda en televisión, pero yo, con dos empleos y estudios todos los días, no tenía ni veía televisión, así que no supe cómo dirigir la entrevista ni siquiera qué temas usar en mis preguntas, como la entrevista tenía que hacerla en el intermedio de la comedia que presentaban los actores, tenía que ser muy dirigida y rápida, hasta que Lechuga molesto conmigo me increpó: ¿acaso es usted provinciano o no tiene televisión?, contesté: las dos cosas, sí soy y no tengo, ni siquiera me alcanza el tiempo para comer, ocupo dos empleos y estoy en la Universidad Iberoamericana, así que gracias por su tiempo y aquí me despido, hice el intento de salir del camerino cuando me detuve ante las carcajadas de Salinas que a risa suelta dijo a su compañero, ándale, vente que nos llaman a escena, vente para usar el chiste de este joven de inmediato. Así fue, lo relataron a los espectadores poniéndole mucha morcilla, lo que atrajo las risas de todo mundo. Debo agradecerles a estos cómicos que enviaron a un acomodador a invitarme que los esperara al final de la función para hablar conmigo. En un plan amable me contaron su inicio que había sido parecido a mi entrevista y me dieron material para imprimir mi reportaje, gracias a lo cual inicié esta actividad en mi vida.

            Caso contrario fue con PEPITA EMBIL Y DON PLÁCIDO DOMINGO, una vez que mi padre fue a visitarnos lo llevé, a ver la zarzuela “Luisa Fernanda” al Teatro Hidalgo, función que fue muy del agrado de mi padre. El hoy famoso tenor, el mejor del mundo entonces con apenas once años ya actuaba con sus padres. Educadísima y gentil la señora Embil acusó recibo de mi solicitud telefónica para entrevistarla, pero en su casa de la Colonia Condesa, frente al Parque México (ahora zona de antros y estupefacientes). Ella me recibió el día y la hora señalada y pasamos casi tres horas conversando y tomando café con galletas. Qué dama tan fina, bella, educada y gentil, me dio una cátedra reporteril, con la cual inicié mi formación de reportero. Con ella aprendí que siempre hay que confirmar telefónicamente las citas y tener siempre dos preguntas no comprometedoras, bien memorizadas para casos extremos.

             Seguí escalando puestos en el Banco, aprendiendo cada día más y más de las actividades bancarias, hasta que un buen día, mi jefe, el Subdirector de Personal me citó en su oficina, para decirme que don Manuel Espinoza Yglesias, Presidente y dueño del Banco, le había pedido que le prestara por unas semanas al funcionario, que estuviera capacitado para hacerse temporalmente cargo de organizar la Sucursal de Minatitlán, Veracruz. Y que mi jefe consideraba que yo reunía los requisitos pedidos, por lo que debería acudir ante el alto Presidente del Banco a quien debería atender de la mejor manera posible. Así lo hice, presentándome de inmediato ante Espinoza Yglesias, quien me recibió con amabilidad, indicándome que había recibido varias quejas de clientes de la oficina de Minatitlán. Y que necesitaba que yo organizara un grupo de los empleados para ir por el tiempo necesario a dicha sucursal y la reorganizara para que trabajara como debía ser según las políticas y reglas de Nuestro Sistema, que me elegía a mí por haber sabido que tenía experiencia y trato adecuados para tal cometido, por lo que me dio carta blanca, tiempo y subsidio necesario para tal cometido, con la recomendación que diera solamente a él en persona el resultado obtenido.

             Después de agradécele su confianza, armé un equipo de cinco ayudantes y nos trasladamos a la ciudad mencionada, en donde verificamos la razón de sus inquietudes y aplicamos los métodos correctos para dejar funcionando la Sucursal como debía ser, lo cual nos llevó dos semanas para que a mi regreso pudiera dar un informe y establecer los métodos necesarios para vigilar el desempeño de aquella oficina como las demás del Sistema Bancomer. Ni qué decir que al poco tiempo funcionó correctamente y esto me valió ascender no sólo en el escalafón sino también en el aprecio del cuerpo de funcionarios que me demostró que era bien visto en el desempeño de mis funciones.

            El Presidente del Banco meses después me citó para pedirme personalmente que me hiciera cargo de la capacitación de su único hijo como funcionario bancario, pues no daba trazas de poder, por falta de conocimientos y habilidades, de heredar el puesto que ocupaba su padre.

            A partir del día que acepté ese encargo, una limosina con chofer uniformado pasaba a las cuatro de la tarde a mi despacho para llevarme al Cine Alameda en cuyo segundo piso estaba instalado el joven Manuel en una especie de cine con 12 butacas de lujo, bocadillos, café y bebidas como una sala Vip, cuyos camareros nos atendían, primero para darle las clases necesarias y en seguida para ver en privado los estrenos de las películas que pronto se exhibirían en los cines de la cadena propiedad de don Manuel, que eran todos los cines de la República. Mi alumno salió brillante para aprender sus futuras labores, simpatizando conmigo y frecuentemente invitaba a sus amigos de la alta sociedad financiera para que nos acompañaran en los estrenos de las películas, nos acomodábamos en las lujosas butacas y nos escanciaban vinos y canapés de lujo. Ahí me presentó a varios de ellos entre los que sobresalía Mauricio Walls (hijo de Mauricio Wallerstein, famoso productor de cine, el joven estaba dirigiendo su primera película; “Los Caifanes” y nos acompañaba también Julissa y otros actores que tomaban parte en la misma, así que al ver la amistad con la que nos tratábamos, me invitaron a asistir a la filmación y a participar como “extra” a la casa de Rita Macedo, en donde entré a rodaje. Sirviéndome de experiencia para filmar “La Otra Historia”, película que fue de capacitación para el personal del Banco, con un servidor en el papel principal. No puedo decir que con éxito, pero sí que fue vista por los 15 mil empleados del Sistema Bancomer en el país.

           En esa época la primera bailarina del Ballet Folklórico de Amalia Hernández, Nieves Paniagua y su marido Prof. Roberto Vallejo, también bailarín del mismo grupo, quien se graduó de Maestro en la Normal de Saltillo junto con mi esposa Lucrecia, por lo cual éramos amigos de muchos años y vecinos de Nonoalco, en tal carácter la bailarina nos invitó a mi esposa y a mí a conocer la Escuela Héroes de la Libertad, que estaba construyendo doña EVA SÁMANO DE LÓPEZ MATEOS, por lo cual al siguiente domingo fuimos a visitar la construcción de la misma y la Sra. López Mateos al conocer que yo era reportero de espectáculos, me invitó a que le ayudara a hacer un periódico mural en las paredes del patio de la misma, a  lo cual accedí con gusto, de ahí nació con el matrimonio López Mateos una amistad que creció con las frecuentes invitaciones que nos hicieron a su casa de San Jerónimo, en una de cuyas ocasiones me pidió que la enseñara a bailar la polka al estilo norteño, también accedí con gusto a hacerlo, en la pista de cristal que se corría como cubierta de la alberca que tenía en la planta baja de su lujosa vivienda.

            Nuestra vida social como matrimonio se complicaba cada vez más porque hicimos amistades bullangueras, por ejemplo el matrimonio folclórico al que me refiero en el párrafo anterior, Nieves y Roberto, nos invitaban cada semana a una Embajada distinta a convivir con los representantes extranjeros y por nuestra parte éramos muy fiesteros, a casa iba CHAMÍN CORREA frecuentemente, era un gran guitarrista que iba a darnos conciertos siempre acompañado de una pareja diferente, una vez llegó con una hermosa sobrecargo danesa, que medía casi dos metros y un cuerpo escultural, esa noche Chamín bebió de más y se quedó dormido en el regazo de aquella belleza, no quisimos despertarlo, ya cuando se despidieron los demás amigos, les habilitamos el sofá de la sala para que pasaran ahí la noche. Cuando nos cambiamos a vivir en la Laguna, Chamín cada que tenía presentación en ferias o teatros, siempre se tomaba un día extra en la Laguna para venir a darle serenata a mi esposa y pasar un rato cantando y contando sus aventuras. Fue gran músico y mejor amigo.

             Durante casi 30 años acostumbré pasar cortas temporadas en Tequisquiapan, gozando de sus aguas termales, y de la amistad de varias personas que ahí vivían, incluso alguna vez formé parte del Comité de la Feria Anual del Queso y Vino en ese centro turístico, me hospedaba en La Posada del Virrey donde era atendido espléndidamente por las propietarias, Bertha y Elia Morato. En alguna ocasión coincidí con los hermanos ZAIZAR, Juan y David, al calor de las copas, después de degustar la cena, nos quedamos platicando en el jardín de la casona, justamente cuando estaban componiendo su canción “Cruz de Olvido” para dedicarla y regalársela a una de las propietarias, no recuerdo a cuál de ellas que celebraba su cumpleaños ese día, por lo que los cantantes me pidieron ayuda para completar alguno de los versos, complacido por su gentileza, les ayudé con algunas palabras para casar uno que otro verso, por cierto que la canción ha sido un éxito de estos compositores.

            Como mi oficina en Bancomer D.F estaba en Bolívar y V. Carranza, me era fácil escaparme a tomar café al restaurante TUPINAMBA, ubicado a media cuadra del Banco, así me aficioné a ir casi a diario, un cliente que conocí años antes en casa de mi suegro en Cd. Lerdo, era nada menos que RENATO LEDUC, chispeante conversador, cautivante poeta y de jocoso humor, quien llevaba amistad de muchos años con el Prof. Valdés y lo visitaba con frecuencia para cambiar impresiones sobre la educación y la política del país.

           Cuál no sería mi sorpresa encontrarlo también en México en el mencionado café, quien me invitó a formar parte del corro de sus amigos, entre los cuales estaban JOSÉ NATIVIDAD ROSALES, escritor parrense muy estimado en el medio literario de la Capital, también a esa mesa iba otro deportista y escritor muy conocido, LUIS SPOTA, habiendo hecho gran amistad con ambos, de Rosales nos quedaron de recuerdo en casa dos óleos, un paisaje de los volcanes que aún conservo y un retrato del busto de don Benito Juárez, éste último lo regalamos al Museo Juarista establecido en Congregación Hidalgo, cerca de Matamoros Laguna, Coahuila. De Spota quedan en mi memoria algunas palabras que cruzamos en el Hotel Princess de Acapulco, donde la última vez que hablamos con él y con Elda Peralta su bella esposa que abandonó su carrera en cine y teatro para cuidarlo y atenderlo en la etapa final de un cáncer que pronto lo llevó a la tumba. Ese día me dijo Luis Spota: “Simón, yo he sido afortunado en esta vida donde he logrado hacerme de muchos amigos, sólo quisiera que el Creador me permitiera pedir a cada uno de ellos que me regalen 15 minutos de su vida cada uno, para añadir ese tiempo a la mía”, deseo que no se le pudo cumplir y dos meses después expiraba. Ambos amigos dejaron huellas en mí, que he agregado a las muchas de cada uno de mis amigos a quien agradezco lo que me enseñaron y me permitieron agregar a mi aprendizaje en esta vida.

            Volviendo al Banco, un lamentable día me citó la secretaria de Don Manuel Espinoza a su presencia, si ya de por sí la sola mención del nombre del Presidente del Banco causaba inquietud, imagínense mi sorpresa cuando entré a su despacho y él en lugar de recibirme con la cordialidad a que ya me había acostumbrado, después de adaptarme a la media luz de su despacho, me espetó abruptamente: “Usted, licenciado Álvarez, que no sabe ni leer, siéntese aquí frente a mí, cuando tal hice, azorado por tales palabras pude reconocer alrededor de su escritorio al Subdirector de Personal, al Jefe de Seguridad del Banco, a los Directores de Sucursales y al Subdirector Legal de la institución. Temblando en mi interior y espantado, le contesté: Señor, no comprendo lo que me quiere decir, él enarbolando un folleto de menor tamaño me dijo: Este libro que tengo en la mano se llama Reglamento de Empleados Bancarios y usted ni siquiera lo conoce ni lo ha leído.

            Más aturdido ya, le contesté: Usted ya conoce mi forma de trabajar y le consta la calidad de mi trabajo. Pues parece que no –me contestó- ya que usted le ofreció dinero a una empleada en forma indecorosa. Más inquieto yo, pensando a qué y a quien se refería. Un poco más sereno añadí: debe tratarse de un error, nunca me atrevería a hacer lo que usted dice. Prosiguió él: ¿Acaso no conoce usted a la señorita Fulana de Tal?, contesté, claro que la conozco, es la Jefa de Cajeras General, responsable de todas las cajeras que tenemos en la oficina matriz y sucursales de la ciudad. Pues bien, me contestó, usted le ofreció dinero para que renunciara y saliera del Banco, si usted hizo tal cosa, le está robando a la empleada al no pagarle lo que dice la Ley; si ella no es culpable de fraude al Banco entonces está usted robándome a mí y a nuestros accionistas, al regalarle un dinero que no merece.

            Perdone usted que insista, sí la conozco y nunca le he ofrecido dinero por tal causa ni por ninguna otra. Entonces, más enojado dijo: “si usted insiste en no haberlo hecho Entonces, ¿quién fue el imbécil que lo hizo”? Entonces, avergonzado, mi jefe directo el Subdirector de Personal, levantó la mano diciendo: Yo fui quien le ofreció dinero para que abandonara el Banco. Visiblemente más enojado contra el causante, don Manuel espetó: ¿Y por qué lo hizo usted? El Jefe de Seguridad, Sr. Gamas, terció: Lo que pasa señor es que sabemos con certeza que ella suple a las Cajeras de Sucursal cuando faltan inopinadamente, y Sucursal en que las suple, sucursal en que sucede ese día un faltante, pero no tenemos ningún comprobante fehaciente en ninguno de los casos, por más que hemos averiguado no hay forma de comprobarlo. Sabemos que es culpable pero no hemos conseguido pruebas contables para demandarla.

           En ese momento sucedió algo increíble; se abrió la puerta de la oficina de la secretaria de don Manuel y entró ésta, don Manuel sorprendido volteó a verla, gritándole en voz alta: “Ya le he dicho mil veces que no me interrumpa cuando estoy en junta”. Ella apesadumbrada se acercó y le dijo algo al oído, a lo que él contestó con voz normal: dígale que de mi parte le dé el puesto al aquí presente, licenciado Álvarez, quien se presentará esta tarde con él.

          Ya con esto, terminó la junta despidiendo a todos menos a mí a quien dijo: Usted licenciado Álvarez, no se vaya todavía tengo algo que comunicarle.

          Ya a solas me dijo: “le agradezco mucho su paciencia y su atención, ya me ocuparé de dar por terminado este penoso asunto, ahora por favor escúcheme. Tres de mis constructoras están por iniciar el proyecto de construcción de 15 edificios de 15 pisos cada uno en lo que será la Villa Olímpica del ’68, el Director del proyecto, Don Alaric Corbacho Caballero De los Olivos (Ah! para nombre) está inquieto por que le falta un Director de Recursos Humanos para manejar a todo el personal de la tres constructoras, y sin consultarlo a usted, me permití sugerirle que le contrate como asesor de Recursos Humanos, dada la experiencia y buen desempeño que usted siempre ha demostrado, por lo que si usted acepta, le suplico que se presente de parte mía con él y se pongan de acuerdo en las condiciones necesarias, claro, si usted acepta.

         Pero señor añadí yo, el Banco requiere de todo mi tiempo, creo difícil compaginar horarios, a lo que respondió, mire don Simón, yo lo conozco a usted a través de mis hijos y de mi propia experiencia, así que desde hoy su horario será sólo matinal para que dedique las tardes a atender las necesidades de las constructoras, por lo del Banco no se preocupe, ya veré cómo terminamos estos enojosos asuntos. Así fue cómo ante la sorpresa de mis compañeros banqueros, de pronto, esa tarde me convertí en Asesor de tres constructoras y más de doble ingreso, lo que me permitió comprar una casa en Los Remedios, frente a Echegaray y cambiarme después ya que mi departamento en Nonoalco quedó convertido en coladera la trágica noche del 2 de octubre.

         Así, sin conocimientos de arquitectura o construcción, que algo aprendí ahí, ingresé al proyecto de las Olimpiadas del ’68. Cómo olvidar a Juan Ramón Ruelas, Mundo Arvizu, Tere Harp y don Tufic Harp, amigos entrañables que nos ayudaron a adaptarnos a la vida capitalina y nos cubrieron con su amistad toda la vida.

(Continuará).

De regreso a la provincia.