Enfurecido

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Samuel Cepeda Tovar.

No era para menos, todos tenemos un punto débil: la familia. Por ello el presidente Andrés Manuel López Obrador despotricó contra el periodista Carlos Loret por haber exhibido la lujosa vida del hijo mayor del presidente allá en los Estados Unidos. Siempre se vio a un presidente ecuánime, tranquilo, incólume frente a los ataques de sus detractores y críticos, pero se tocaron fibras sensibles; y al final, como seres emocionales tenemos todos un límite.

No sabemos, nadie puede afirmar que el hijo del presidente tenga una vida lujosa a costa del erario público, tampoco lo contrario hasta que no haya una investigación de por medio. El objetivo de la divulgación es cuestionar el discurso de “austeridad” del presidente, pero la misma idea y esencia del golpe es absurda; puesto que los ideales no se transfieren por genética, y si se vive de negocios ajenos a la función pública no puede haber “pecado” en darse una vida lujosa si se tiene los recursos. Absurdo es que tenga que andar yo en bicicleta porque mi padre es ambientalista y está en contra de los vehículos automotores (es un ejemplo, mi padre no es ambientalista) cuando tengo un sueldo que me permite hacerme de varios vehículos.

El hijo del presidente se alejó totalmente de la vida política y está casado con una estadunidense corredora petrolera, es decir, buenos ingresos y por ende una buena vida, el hijo no tiene por qué andar en un Tsuru solo porque su padre lo hace, puede darse el lujo de comprar cuantas mansiones desee si no depende económicamente de su padre. Se menciona que la empresa de la esposa del hijo de AMLO tiene contratos con PEMEX, si eso es cierto, entonces si estamos hablando de tráfico de influencias, pero hasta que no se compruebe este supuesto las críticas sobre el estilo de vida del primogénito de AMLO y el discurso de austeridad presidencial son totalmente desproporcionadas y fuera de lugar.

Claro que estamos viendo a un presidente dolido, molesto, que no pudo contener su aversión contra un periodista que ha demostrado poco profesionalismo al no saber distinguir entre AMLO y su descendencia, al atacar con argumentos simplones, pero farandulescos, porque no es el caso de Pío López Obrador, ahí el presidente no se vio tan molesto, en esta ocasión se tocaron fibras más sensibles: los hijos. ¿Quién no se molestaría?

Ningún gobierno es perfecto, todos cometen errores, ningún país ha eliminado en su totalidad la corrupción por más desarrollado que éste sea, aquí no será la excepción, pero para destapar casos de corrupción hay que hacer investigación profesional, seria, objetiva, no trivial y perniciosa. No eximo de posible culpa a José Ramón López Beltrán, en caso de tráfico de influencias, pero golpear el discurso de su padre por sus acciones hasta el momento totalmente alejadas de la función pública es deleznable y totalmente desproporcionado, caldo de cultivo para una oposición poco analítica y deseosa de cualquier tipo de escándalo presidencial.

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