Carranza en la frontera

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Rigoberto Losoya Reyes.

El 19 de febrero de 1913, el XXII Congreso Constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila, emitió el decreto número 1421, en el cual se desconoció a Victoriano Huerta como Jefe del Poder Ejecutivo de la República, así como, todos los actos que dictara con ese carácter, al mismo tiempo le concedió al gobernador Venustiano Carranza, facultades extraordinarias en todos los ramos de la administración pública para proceder a armar fuerzas, para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional en la República. El señor Carranza, después de haber firmado el Plan de Guadalupe, se traslada a la ciudad fronteriza de Piedras Negras, Coahuila, lugar donde se registró una de las gestas revolucionarias más importantes de la historia nacional: la organización del movimiento constitucionalista.

El 4 de abril, en su carácter de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista emitió un manifiesto al pueblo americano haciendo algunas consideraciones y justificación de su movimiento revolucionario cuyo único fin fue el restablecimiento de la legalidad en nuestro país. Después, el 19 de abril, el señor Carranza, declaró las instalaciones de la aduana fronteriza como sede del   cuartel del ejército constitucionalista. En este histórico lugar, se generó una importante correspondencia con los que se convirtieron posteriormente, en los principales protagonistas de la revolución.

Don Venustiano promulgó algunos decretos que hoy forman parte de nuestra historia nacional y fueron firmados en esa población fronteriza, como aquel de fecha 24 de abril en que el señor Carranza desconoció todas las disposiciones y actos del gobierno federal. Entre las múltiples misivas que escribió Carranza, llama la atención una que envió al general Emiliano Zapata para invitarlo a secundar el Plan de Guadalupe. Esa carta fue redactada y firmada en Piedras Negras.

Al centro, con el cerrojo, Patricio de León Villarreal, de izquierda a derecha, Lucio Dávila, Jacinto B. Treviño, Ing. Carlos Prieto, José Galindo, Pedro de León, Laureano de León, don Venustiano Carranza, Francisco L. Urquizo y Juan Dávila. (Imagen Archivo Casasola).

El gobernador del estado de Coahuila, don Venustiano Carranza y los ilustres diputados que integraban la legislatura local, los mismos que iniciaron la protesta nacional condenando la usurpación derivada del cuartelazo de 1913, se trasladaron a Piedras Negras, para continuar con sus labores legislativas. El 19 de abril de 1913, la Aduana fronteriza es declarada sede del   cuartel del ejército constitucionalista.

En poco tiempo, fueron llegando a Piedras Negras voluntarios de todo el país y de la región minera. Francisco L. Urquizo aprovechó el tiempo instruyéndolos sobre disciplina militar, pues la mayoría desconocía el manejo de las armas. Todos ellos pertenecían a una vida pacífica, no estaban acostumbrados a largas caminatas ni a manejar una carabina. Estas prácticas fueron observadas con agrado por don Venustiano Carranza y se le ocurrió formar un batallón con los voluntarios, la mayoría de ellos mineros procedentes de las minas de carbón. Se logró reunir hasta 500 hombres e inmediatamente se dispuso a su organización.

Fueron debidamente uniformados y armados y así nace el Batallón de Zapadores de Piedras Negras, compuesto de tres compañías y una plana mayor. Su equipo se adquirió en la vecina población de Eagle Pass, Texas. Los mecánicos de la maestranza del ferrocarril confeccionaron unos gafetes metálicos para el batallón (una pala y un fusil cruzados y en medio una granada estallando).

El primer cañón de la revolución se fabricó en Piedras Negras

En los talleres de la maestranza del ferrocarril, se fabricaron los primeros cañones de la revolución constitucionalista bajo la supervisión de Patricio de León Villarreal, quien utilizó los ejes del ferrocarril. Al primero de ellos, el más pequeño lo bautizaron con el nombre de “El Rorro”. Su fabricación fue excelente y durante su prueba, los disparos fueron satisfactorios, recibiendo la aprobación del señor Carranza. Su creador narró lo siguiente:

“Durante los primeros días, me dediqué a fabricar bombas de mano, reparar carabinas, fabricar baleros para reconstruir cartuchos 30-30…con mis conocimientos de mecánico y tornero me lancé a fabricar el primer cañón de la revolución. Los ocho disparos, uno tras otro, que lanzó “El Rorro”, convencieron al instante a sus creadores, que funcionaba. Los artilleros fueron Jacinto B. Treviño y Alberto Salinas Carranza”.

En octubre de 1913, las fuerzas carrancistas abandonan la población de Piedras Negras, ante la inminente llegada del ejército huertista al mando del General Gral. Joaquín Maass Flores. Cientos de familias se refugiaron en Eagle Pass, Texas ante el temor de que los federales tomaran represalias por haber apoyado al señor Carranza. Los nigropetenses se alojaron en jardines públicos al no tener donde pasar la noche. El Consulado mexicano solicitó ayuda económica para darles de comer. Las autoridades y vecinos de Eagle Pass, en un gesto de solidaridad ayudaron a los refugiados con galletas, café y ropa.