Sin proyecto no hay país

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Luis Eduardo Enciso Canales.

“No hay ningún viento favorable
para el que no sabe a qué puerto se dirige”.
Arthur Schopenhauer.

Ya nos debería quedar claro a los mexicanos después de todo lo que hemos padecido en las últimas décadas, que al país lo que le hace falta es rumbo, una dirección sostenida que permita alcanzar, o al menos visualizar, metas claras para su desarrollo y crecimiento. Hemos pasado por crisis económicas recurrentes que hicieron que nos adaptáramos con lo que teníamos a la mano para poder sobrevivir, la globalización nos alcanzó y con ello muchas de nuestras prácticas, valores y costumbres se modificaron, el arribo de la violencia saco a la luz el peor de nuestros rostros, la corrupción y la degradación del sistema político nos ha hecho perder la credibilidad y sembró la desconfianza en nuestras instituciones alejándonos de ellas, la alternancia política no ha resuelto los problemas de fondo, la pobreza y la desigualdad se siguen ensanchando.

Ya hemos probado de diferentes opciones políticas y hasta el momento no se avizora un cambio sustancial, solo maquillaje externo matizado con discursos de momento prefabricados para impactar a públicos específicos. Es decir, se sigue haciendo política básicamente con los mismos principios, y utilizando las mismas herramientas. No hay avances sustanciales, y al contrario, la propia inercia nos está haciendo retroceder día a día. 

El presidente López Obrador cuando dijo que; no tenía mucha ciencia gobernar..

Creer que solo se gobierna para resolver problemas es lo que nos mantiene metidos en el subdesarrollo, porque no se ha alcanzado a trazar un proyecto de país que nos lleve a alcanzar un crecimiento real y continuo que trascienda los tiempos acotados de las administraciones públicas. Que tenga candados y acotamientos que lo salve de las ocurrencias del gobierno en turno que arribe. A lo más que se llega es a pretenden resolver los problemas con leyes o reformas constitucionales y no con buenas políticas que obedezcan a un plan estratégico rector, alineado y articulado, con la agenda nacional y que verdaderamente incluya a los estados, los municipios y las regiones.

Se ha olvidado con la pugna por el poder cuál era la función real de los partidos políticos, que es el de ser la correa de transmisión entre los intereses sociales y las acciones gubernamentales; y se sigue sin entender que sin clientelismo los partidos (y gobiernos) ayudarían más a definir y hacer explícitos los intereses contrarios, propiciando que los ciudadanos pacten entre ellos por encima de sus diferencias sociales y políticas. En los últimos años se ha mermado significativamente la naturaleza y capacidad del Estado mexicano para formular e implementar políticas públicas a largo plazo.

En la actualidad estamos metidos de lleno en la inmediatez gubernamental lo que vuelve al Estado débil en su acción política, puesto que sufre de un importante déficit en su capacidad de construir acuerdos, lo que pone en peligro la sustentabilidad del sistema democrático y que superarlo implica uno de los principales retos que tiene el país. Ante los riesgos que implica un Estado debilitado para el apuntalamiento de un sistema democrático, cabría preguntarse: ¿cómo fue que llegamos a esto? ¿Qué podemos hacer para mejorar la funcionalidad de una participación más objetiva, centrada en los problemas reales, que vea a la diversidad como un potencial y no como adversidad, y con un diálogo plural e incluyente?

De entrada, habría que comenzar por elevar el nivel del debate político, que de igual manera ha mermado en su calidad obedeciendo esta situación a varios factores, entre ellos, y quizás el principal, es el arribo al poder de una pléyade de políticos improvisados, voraces, sin preparación y sin experiencia, que han contribuido a corromper aún más el sistema político y dar al traste con los incipientes avances alcanzados. El verdadero cáncer del sistema político mexicano es la falta de visión, una profunda miopía que confunde el México imaginario con el real, el profundo y verdadero. 

Esta imposibilidad de percibir la realidad de nuestros políticos se traduce en una imposibilidad de verse a sí mismos, esta invalides evade la autocrítica, la auto evaluación y con ello viene el extravió. Hoy más que nunca esto lo podemos constatar en la sucesión presidencial anticipada, las “corcholatas”, palabra que hoy en día se usa en el argot político para referirse a las figuras presidenciables, o que aspiran a convertirse en candidatos de una posición relevante, define a la perfección el nivel de las figuras políticas que tenemos como opción, son fichas, tapones, objeto que sirve para tapar y que generalmente las podemos encontrar en el piso o la basura. Esta degradación ha hecho que prácticamente cualquiera pueda aspirar a “ser” candidateable de lo que sea y quiera.

Ahora entiendo la estrategia del presidente López Obrador cuando dijo que; no tenía mucha ciencia gobernar, su intención fue erosionar el piso político para que dado el momento pudiera llegar a sucederlo otro improvisado igual que él, o peor. Igual paso cuando dijo que sacar petróleo no era tan difícil, esa era la estrategia, pegarle al talón de Aquiles de nuestro sistema político en donde prácticamente en todos los niveles de gobierno vemos arribistas improvisados expertos en vender espejos como si fuera oro.            

luis_enciso21@hotmail.com