Época de elecciones y traiciones

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Jorge Arturo Estrada García.

“Negar un hecho es lo más fácil del mundo.
Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho.
Isaac Asimov.

“No espero nada de ustedes y aun así logran decepcionarme”.
Dewey, de Malcom in the Middle.

“La mente es como un paracaídas. No funciona si no está abierta”.
Frank Zappa.

El país es un desastre, la vida de los mexicanos es peor que hace cuatro años. El futuro se avizora más tormentoso y oscuro, es época de elecciones y traiciones. Adicionalmente, atravesamos por diversas crisis que se intensifican y agobian a los mexicanos. Mientras, la clase política, tan divorciada de los ciudadanos está en feroz guerra por el poder. Siempre nos equivocamos y elegimos a los peores. Tal vez, no hay de otros.

En esta ocasión, Coahuila quedará en medio del huracán electoral histórico, del 2023 y 2024. Los resultados, podrían marcar el destino de cientos de miles de familias, para los próximos años; para bien o para mal. Estará en juego la calidad de vida de los coahuilenses, su futuro, así como el dinamismo y el perfil del desarrollo económico y social de la entidad. Los éxitos y los fracasos de esos nuevos gobernantes nos alcanzarán a todos, afectando nuestras vidas. Así, ha sido en el pasado y aun resentimos los efectos de la megadeuda. Para completar los escenarios políticos complicados, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, conducirá a sus candidatos durante la contienda para gobernadores y por supuesto en la presidencial.

El líder priista, Alejandro Moreno demostró de qué tamaño es el miedo que le tiene al presidente y a la cárcel.

El país está polarizado. Cada mañana, desde su Mañanera, el presidente atiza fuego hacia sus adversarios que van desde ciudadanos clasemedieros y aspiracionistas, hasta cualquier personaje de la historia de México o del mundo, que le sirva para denostar a quienes no le aplauden sus decisiones y resultados.

En lo político, AMLO juega con el librito, mete miedo a sus oponentes, les desentierra “pecadillos” y casos de corrupción; les abre expedientes judiciales y los denuncia públicamente, marcándolos como corruptos; luego, la Unidad de Inteligencia Financiera y la Fiscalía Federal de la República cierran la pinza. A los que persisten, y se pasan de valientes e intentan obstaculizar sus planes, les tuerce el brazo y les ofrece impunidad o cárcel. Para eso, quiere intactas las medidas de Prisión Preventiva Oficiosa. Primero encarcelan, después averiguan.

Por lo pronto, Andrés Manuel sigue demostrando poderío. En una semana, derrotó e insultó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y sus ministros; logró que la Guardia Nacional sea adscrita a la Secretaría de la Defensa, mediante dudosas maniobras legislativas. Adicionalmente, rompió a la frágil alianza electoral y legislativa, que habían logrado el PAN, el PRI y el PRD.

Estas jugadas políticas, colocaron, automáticamente a Morena, con clara ventaja en las elecciones para gobernador en Coahuila y el Edomex. Lo mismo, sucede para la presidencial del 2024. Ni el PAN ni el PRI, en solitario, ganarían ninguna de las tres elecciones. El ajedrez del maestro, Obrador, lució impecable e imparable. También mostró la dimensión patética de los opositores y sus partidos.

El PRI está roto, no tiene líderes. El peñismo dejó una clase política de bajo nivel y de pocas agallas entre los priistas.  Diversas figuras tricolores han sido seducidas o convencidas de las bondades de cooperar con el presidente y sus planes. Les ofrecen impunidad a cambio de traiciones, también se ofrecen cargos públicos, embajadas y absoluciones a cambio de entregar las gobernaturas a Morena, sin pelear. El poderoso mandatario, se ha convertido en maestro en el arte de doblar adversarios. Ya gana las guerras, sin necesidad de entrar en batalla.

El líder priista, Alejandro Moreno demostró de qué tamaño es el miedo que le tiene al presidente y a la cárcel. Se dobló en fea forma y arrastró consigo al resto de la bancada tricolor en la cámara de diputados, fue una jornada históricamente vergonzosa para el PRI. Ya van tocando fondo.

Los diputados federales de Coahuila votaron por la ley de Alito, traicionando a sus electores. Ellos, hace un año, hicieron campaña solicitando el voto útil y se comprometieron a ponerle un freno a los excesos del morenismo en la cámara. Sin embargo, a las primeras de cambio, como siempre, faltaron a sus promesas y votaron en contra de los intereses de los clasemedieros coahuilenses que les dieron el gane en cinco distritos. También ellos, son traidores y no son políticos confiables.

Las encuestas de septiembre, para la elección a gobernador del 2023 en Coahuila, muestran un empate técnico entre Morena y la alianza PRI-PAN-PRD. Sin embargo, si compitieran solos, Morena tendría 40 por ciento de los votos, el PRI el 23 y el PAN el 21. De ese tamaño es el problema en el que se metieron. Sin alianza opositora, casi seguramente se instalará en el Palacio Rosa, un morenista. Cualquiera de los tres aspirantes guindas, le ganaría a panistas y priistas; a los votantes de ese partido, no les importan los nombres de los candidatos, ellos votan para derrotar a los tricolores y blanquiazules, para castigarlos y para complacer al presidente. Están resentidos con el viejo sistema prianista, se sintieron excluidos.

Los votantes no acarreables coahuilenses, difícilmente volverán a confiar en los priistas, después de este asunto de Alito y los militares; tampoco, volverán a confiar en los actuales diputados federales coahuilenses. Traidor una vez, traidor siempre.

De esta forma, el proyecto de Manolo Jiménez Salinas se vería seriamente afectado. Ahora, tendrá que demostrar que él sí es una persona confiable y de palabra, que su partido no va a negociar su derrota en junio del año próximo y que vale la pena apoyarlo para impedir que el partido del presidente se apodere de Coahuila e imponga su peculiar estilo de gobernar de obediencia ciega, fidelidad y malos resultados.

En estas circunstancias, de alianzas rotas, para los gallos panistas surgen nuevas oportunidades para recuperar los votos perdidos en seis años, cuando casi derrotaron al PRI y su candidato Miguel Riquelme, con Memo Anaya al frente. No obstante, estas aspiraciones en solitario no serán fáciles de concretar. Decenas de miles de electores dividirán sus votos o preferirán abstenerse de acudir a las urnas.

Un gobernador morenista en Coahuila significará un terremoto político. Muchos personajes del Prian estarán bajo la lupa, serían perseguidos judicialmente, y posiblemente encarcelados. Si los escenarios se van complicando, en los próximos meses veremos más traiciones.

Entonces, irán surgiendo los cuestionamientos acerca de si a los coahuilenses les irá mejor, con Morena y AMLO, tomando decisiones con la vista puesta en el retrovisor y en los pretextos. A todas las regiones, de esta entidad, les urgen inversiones millonarias para mantenerse competitivas y generando empleos. Los clústeres que las sustentan se han desgastado, pero al presidente no le gusta gastar en “proyectos capitalistas”. No está muy interesado en impulsar a la prosperidad tan “aspiracionista” y tan arraigada entre los laboriosos coahuilenses. Es más, eso le estorba, él prefiere al pueblo bueno y pobre.

El ritmo del país es trepidante. Los problemas del país crecen y se multiplican. Los fatalistas y azorados mexicanos somos mudos testigos de las batallas. Estamos inmersos en los problemas que enfrentamos, cotidianamente, por tratar de salir adelante. Mientras, la clase política se pelea por el poder y por salvarse de la cárcel, la traición es la marca de la época.

Los adversarios del presidente van perdiendo, no están a la altura de los retos y además cargan con costales de pecados. Se enfrentan a un Andrés Manuel, que parece un gigante ante la pequeñez de los prianistas. Él ya domina el arte de la guerra, cuando sus pasiones no nublan sus visiones. Para ganar Coahuila, los aspirantes del PRI y PAN deberán derrotar al inquilino del Palacio Nacional, ni más ni menos. Veremos, las cosas se ponen más interesantes.