EL DINERO Y LA POLARIZACIÓN SON EL MOTOR DE LA POLÍTICA DE AMLO

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Jorge Arturo Estrada García.

“Un político pobre, es un pobre político».
Carlos Hank González.

“En la actualidad, estamos llevando a cabo un cambio de régimen tal como se hizo cuando se derrotó a Porfirio Díaz, pero sin violencia: por medio de una revolución de las conciencias y desterrando la corrupción y la impunidad que estaban destruyendo a México”.
Andrés Manuel López Obrador.

El dinero es el motor de la política. El presidente López Obrador, lo comprendió desde hace varios lustros. En México, los votos y los votantes han sido mercancías de compra y venta. Las campañas y la popularidad cuestan. Las ideologías nacionales, han sido tan volubles como los proyectos de sus presidentes, y sus errores, lo han establecido. El país está en un momento difícil. La democracia está en riesgo y los ciudadanos estamos divididos. AMLO tuvo éxito, la mitad de los mexicanos lo apoya y la mitad lo rechaza, aunque su gobierno fracasó. Él dobla la apuesta, no se detiene, y va por retener la Silla del Águila para el 2024. Va por destazar al INE, aunque genere desestabilización. Tal vez, esa será su apuesta final.

AMLO, diseñó un gobierno para ganar elecciones. Sus mayores éxitos los ha logrado en lo electoral y actualmente gobierna 22 entidades; al PRI ya solamente le quedan dos. Durante cuatro años, sentó las estructuras principales para su proyecto transexenal: creó base social con sus becas; alimentó odios y focalizó resentimientos. Creó, e identificó por sus nombres, a sus “adversarios” en los medios de comunicación, en la clase política, en la empresa, entre los intelectuales y los tiene marcados. El dinero es lo más importante en la carrera política de AMLO a la presidencia y durante su gobierno. Lo usa para polarizar y para ganar elecciones. Los acumula para sus proyectos de poder, aunque para lograrlo destruya instituciones y programas humanitarios.

López obrador tuvo que sostener tres campañas electorales para intentar llegar a la presidencia de la república. Fue entonces que el rey del cash inició la recolecta de fondo de todo tipo y la recolección de personajes impresentables que se lo entregaban, se sumaban a su proyecto con el compromiso de recompensas posteriores. Las consecuencias son evidentes, la “honestidad valiente” ya no existe, el “no somos iguales” mutó en son los mismos; el plumaje está cubierto de lodo de corrupción y esa percepción ha permeado entre la población. La corrupción y la incompetencia son difíciles de ocultar.

López Obrador sabe que no es invulnerable y que puede perder en el 2024. Entonces, construye su Plan B. El plan esencial, el que está detrás de todo es quedarse más tiempo con la presidencia. Ya sea mediante su corcholata, o de ser posible, él mismo, en una situación extrema.

El presidente, está consciente de que su discurso se desgastó, que su credibilidad es mínima y casi inexistente, fuera de sus fieles. No puede arriesgarse a perder. Ya tiene demasiadas derrotas en su carrera. Nada debe arruinar su etapa de triunfo, mucho menos su entrada a los libros de historia. AMLO ha hecho cerca de 86 mil 917 declaraciones que “son falsas, engañosas o no se pueden comprobar” durante sus conferencias mañaneras, reporta el taller de comunicación política SPIN

Por su parte el diario capitalino, El Financiero, registra en su encuesta de febrero que la desaprobación al presidente López Obrador alcanzó 45 por ciento, el nivel más alto en lo que va de su sexenio. A la par, las opiniones desfavorables van creciendo. La percepción acerca de la capacidad de dar resultados positivos, bajó de 45 a 39 por ciento; de la honestidad, la opinión favorable cayó de 57 a 52 por ciento; la de liderazgo, de 52 a 48 por ciento, y la calificación sobre la marcha del país el porcentaje que considera que está mal o muy mal, subió de 46 a 52 por ciento. Nada que parezca cercano a la excelencia.

Somos un país con graves defectos. Hemos transitado, por generaciones, al borde de la pobreza o sumidos en ella. Nunca logramos la construcción de un Estado de Bienestar, ni una democracia sólida. Lo más importante que ha surgido, en 200 años de vida como México independiente, es la presencia de una clase política que apesta a corrupción y unos ciudadanos que no hemos aprendido a comportarnos como tales. Agobiados por las crisis económicas y de violencia, los mexicanos hemos construido un gran país a pesar de los pésimos gobiernos que hemos padecido.

La construcción de la democracia mexicana ha sido extremadamente difícil. Una rendija se abrió tras la matanza de Tlatelolco en 1968. Un grupo de jóvenes con muchas ideas e ímpetu se interesaron por los problemas sociales y políticos, y actuaron en formas muy diversas.

Esas generaciones iniciaron el largo camino. En primera instancia, agrietando a la dictablanda perfecta del PRI. Así cada sexenio, cada presidente del tricolor, tuvo que ir cediendo migajas que alimentaban a las aspiraciones democráticas de un país que estaba saliendo de la modorra y creaba la parte más amplia de su clase media, usando a la educación como herramienta para su movilidad social.

A lo largo y ancho del país surgieron grupos populares, de todo tipo. Los universitarios de aquellas épocas, jugaron papeles destacados. Algunos de ellos se fueron por la guerrilla, otros se convirtieron en sindicalistas, en intelectuales, en catedráticos, en políticos priistas o fundando partidos.

Las crisis sexenales, económicas y de corrupción forzaron cambios. La imposición del liberalismo al México quebrado que heredó Miguel de la Madrid, de Luis Echeverría y López Portillo, llegó con las recomendaciones de mayor apertura democrática en la dictablanda.

Fue entonces, cuando el ala izquierda del priismo, semi derrotada y marginada, se rebeló por la imposición de Carlos Salinas y la tecnocracia que buscaba un camino neoliberal para el país; y al mismo tiempo, establecer una nueva clase política y empresarial afines, que los mantuviera en el poder y en la acumulación de fortunas por décadas. Sin embargo, en una docena de años perderían el poder político, pero se consolidarían como unos multimillonarios de clase mundial.

Su sucesor y enemigo, Ernesto Zedillo, desde el inicio de su sexenio, reventó la economía mexicana y complicó las esperanzas de progreso de varias generaciones, y así se selló el final de 70 años de la dictadura perfecta mexicana. Carlos Salinas se convirtió en el Villano Perfecto.

Mientras, el proyecto de Cuauhtémoc Cárdenas crecía, y se convertía en un importante partido de izquierda, el PRD, el neo panista, Vicente Fox se apoderó de la Silla del Águila, en la primera alternancia democrática mexicana. Ya con un Instituto Federal Electoral, IFE, antecesor del INE, independiente del gobierno y con ciudadanos organizando las elecciones y garantizando resultados confiables. Luego, detrás de él y bajo su sombra y su prestigio, aparecería el viejo priista con su ambicioso proyecto de poder que ha resultado tan destructivo y antidemocrático, Andrés Manuel López Obrador. Quien fue derrotado en dos ocasiones consecutivas.

Así, para sostener sus aspiraciones de poder, la recolección de fondos se hizo permanente en cada rincón del país. Así, mantuvo sus 200 pesos en la cartera, la ausencia de cuentas de bancos sin dejar rastros del dinero. Siendo el rey del cash, el efectivo no faltaba. En la medida que el Nuevo PRI y el PAN eran carcomidos por la corrupción y sus escándalos, el flujo de efectivo aumentaba. Andrés Manuel, ganó fácilmente las elecciones y alcanzó una aprobación de 80 por ciento en las encuestas al inicio de su gobierno.

No obstante, la aprobación alta y los 30 millones de votos en el 2018, sus desplantes, rápidamente entró en declive. Actualmente, a veces se acerca a los 40 puntos porcentuales o se recupera sin tocar los cincuenta. De hecho, ya cayó más de 30 puntos, bajó de un impresionante 80 por ciento a un mediocre menos de 50. Su forma de gobernar, su GGGGGvisión de país, sus proyectos insignia, los personajes que lo rodean; y sobre todo, los resultados y las incapacidades de su gobierno, no gustaron a la clase media ilustrada que lo hacía fuerte y viable en cada elección. En el 2021, sus candidatos, perdieron 13 millones de votos y la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. Los clasemedieros lo abandonaron. “Lo traicionaron”, consideró el presidente.

En este escenario, los pobres cobraron especial importancia. El Pueblo Bueno es noble y fiel opinan en Palacio Nacional. Así, el presidente, concentró los recursos en sus obras consentidas y en el reparto de efectivo a decenas de millones de beneficiarios. El voto de los más pobres dejó de ser priista y ahora ya está con Obrador y su bienestar.

 Actualmente, la carestía agobia a los hogares, pero los vuelve más necesitados de las becas. La fábrica de pobres está a toda marcha, como antes. La violencia arrecia en muchas zonas del país expulsando a sus habitantes forzándolos a emigrar, al más próspero norte o de plano a los Estados Unidos. El tamaño de las remesas es el tamaño del fracaso de los gobiernos de este país, lo demás es demagogia. Así México se convirtió en un país de tragedia y muerte; de tumbas clandestinas y madres buscadoras; de luto en los hogares, en donde más de 750 mil personas murieron por la mala gestión de la pandemia y por la falta de medicamentos y lugares en los hospitales.

La mentira y la corrupción las convirtió en sus armas. Las mentiras son la parte más efectiva de su discurso. Sus seguidores fieles se aferran a él, a sus palabras y a sus argumentos para justificarse. Somos un pueblo de fatalistas que transita desunido por la tragedia y el desencanto. Hemos sido educados durante décadas para ser así de resignados e individualistas.

El presidente ya no gobierna, él dirige una campaña presidencial. Él quiere jugar con cartas marcadas, como el viejo PRI. Así, destruye al árbitro, reparte dinero y lidera un partido de cínicos pajecitos del cash que replican las mentiras y las recolectas. Estos meses, serán decisivos para el futuro de los mexicanos. El autoritarismo asoma la cabeza, el presidente no se quiere ir de Palacio Nacional. Son meses intensos, se requieren más ciudadanos haciéndose escuchar en los espacios públicos y no solamente en las redes. Habrá que salir a defender al INE. Se ponen más interesantes las cosas. Veremos.