RUBÉN HERRERA PINTOR SALTILLENSE

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Lic. Simón Álvarez Franco.

Hijo de un minero, nació en Villa de Coss, Zac., el 10 de marzo de 1888, en busca de un mejor futuro a la edad de 3 años se mudó junto con toda la familia a Saltillo, razón por la cual adoptó esta ciudad como su lugar natal. Inició sus estudios primarios en la Escuela Nacional y a los 13 años fue inscrito en el Ateneo Fuente, institución señera en el estado, ahí tuvo como maestro de dibujo al profesor Francisco Sánchez Uresti, quien lo alentó en su incursión en el arte al descubrir su notoria inclinación por esta disciplina.

            En 1908 El maestro Sánchez solicitó a Miguel Cárdenas, Gobernador de Coahuila de 1894 a 1909, un apoyo económico para que Herrera continuara sus estudios en Europa. En 1909 llegó a Génova en su camino a Roma, donde fue alumno del pintor catalán Antonio Fabrés, con quien inició sus estudios, habiéndolos unido una estrecha amistad que los unió personal y epistolarmente durante toda su vida.

Herrera, a diferencia de muchos pintores mexicanos, fue academicista y se mantuvo alejado de las corrientes dominantes posrevolucionarias después de la revuelta, aunque siempre estuvo en contacto tanto en Europa como en México de la invención de las corrientes de vanguardia y avances de todos los movimientos que cambiaban la dirección del arte, de sus autores y de los gustos del público, pero nunca se contaminó.

            Guiado siempre por Fabrés, ingresó a la Academia de Bellas Artes de Francia y a la Academia de San Lucas, en Roma.

            Tras el inicio de la revolución mexicana en 1910, a Herrera se le suspendió el apoyo económico por parte del Gobierno, por lo que comenzó a trabajar como retratista y en 1913 al terminar sus estudios, se dedicó a pintar paisajes, observando siempre los efectos de la luz en sus acuarelas y óleos. Previo permiso otorgado por el Vaticano, dedicó mucho tiempo a observar y copiar las técnicas de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, logrando maravillosas copias que pueden ser admiradas en la Pinacoteca del Ateneo Fuente.

            En 1920, Herrera fue llamado por el entonces presidente don Venustiano Carranza para la realización de proyectos de obra pública en la Ciudad de México. Antes de regresar, viajó a París donde realizó paisajes urbanos, muchos apuntes en dibujo del natural, incluyendo sucesos callejeros con inusitada maestría.

            A su regreso a México se encontró con la infausta noticia de que Carranza había sido asesinado y desde luego sus proyectos suspendidos.

Por la razón anterior (hasta con gusto, creo yo, y para fortuna de los saltillenses) se instala en su natal ciudad en donde el 20 de septiembre de 1920 funda la Academia de Pintura de Saltillo, que dirigió hasta su muerte. En 1938 pasó a formar parte de la Universidad Autónoma de Coahuila con el nombre de Escuela de Artes Plásticas Rubén Herrera y donde se obtienen las licenciaturas de Diseño Gráfico y Artes Plásticas. Ésta escuela ha contribuido a la formación de una corriente artística no sólo en el sureste de Coahuila, sino también en todo el norte del país. En 1929 un grupo de sus alumnos participó en la Exposición Interamericana en Sevilla, España. En este evento lograron sonados triunfos y el maestro Herrera recibió la Medalla de Oro por sus logros artísticos. 

            En 1951 Miguel Santana, maestro de dibujo en el Ateneo Fuente y varios exalumnos de Herrera fundaron en su memoria la Sociedad de Artistas Coahuilenses.

            En 1922 se efectuó una magna exposición en los altos del Salón Bach, ubicado en la calle de Bolívar No. 20, muy cerca de la Ave. Madero, en el DF, inaugurada por el entonces presidente Álvaro Obregón, quien acompañado por su gabinete y en especial por el ministro de Educación José Vasconcelos para conocer los trabajos europeos de don Rubén.

            Anecdóticamente, este lugar el Salón Bach, 10 años después fue el escenario donde el eminente compositor yucateco, gloria de México, Guty Cárdenas fue asesinado por un refugiado español llamado Ángel Peláez Villa de un certero balazo a la cabeza del compositor quien falleció apenas a los 26 años, por una baladí discusión política.

            Leamos la crítica del evento de la exposición de Herrera en el periódico El Demócrata por Gil Tor curador de arte de dicha publicación el 14 de marzo de 1922:

(. . .): “Nosotros fuimos agraciados por la suerte, siendo los primeros en conocer la obra maestra del artista, hay algunas que llaman la atención, aún de aquellos que conocen profundamente el arte de Velázquez y Miguel Ángel”. “La opinión de Fabrés tomada textualmente dice que son NOTABILÍSIMAS: “Me complazco en recomendar con mi mayor sinceridad las copias del joven mexicano Rubén Herrera, porque en ellas se puede ver la mano y evidente personalidad del GRAN ARTISTA”. Roma, 9 de mayo de 1912. 

            En 1967 se inauguró en el Palacio de Bellas Artes una retrospectiva conformada por 134 obras de Herrera. Algunas de ellas podemos admirarlas en el MUNAL de la ciudad de México.

La historia de Dora Scaccioni 

Una pintora italiana en Saltillo

            Nació en Italia, pero se enamoró de Saltillo, casó con Rubén Herrera en 1920, ceremonia que se celebró en el Capitolio Romano, en Roma. No conocí a Rubén Herrera, puesto que él falleció en la ciudad de México el 1° de octubre de 1933 víctima de un infarto justo cuando iba a ingresar como funcionario a la Secretaría de Comunicaciones y yo llegué a este mundo en 1935. A mis 15 años ingresé a una institución bancaria, con mis ingresos, $ 222,00 mensuales que destiné al mantenimiento de mi familia, pero interesado en seguir preparándome, ingresé a la Escuela Normal Superior, turno nocturno a la carrera de Maestro de Español, con horario de 6 a 9 p.m. De regreso a casa quedaba a mi paso la casa de Dorita, por lo que todas las noches al salir de la Normal llegaba a saludarla y a recibir lecciones de italiano y arte pictórico, (me la había presentado doña Consuelo López de Barrios, abuela materna del ahora Doctor y escritor Armín Gómez Barrios, de quien nos ocupamos en reciente artículo) amiga mía desde mi infancia e incansable lectora, quien le explicó a Dorita mis aspiraciones de cultura.

            Al fallecer don Rubén Herrera, regresó de la capital junto con sus hijos, Mario Felipe quien nació en Saltillo el 25 de octubre de 1923, alto funcionario del Banco de México, Lic. en Economía y conocido crítico de arte en varios periódicos nacionales, y su hija María Romana nacida en Roma el 9 de junio de 1928, catedrática en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM.

            En la casa familiar ubicada en la calle de Bravo instalaron el primer Museo público con la obra de Herrera y de otros autores que había adquirido nuestro artista.

Dorita, mujer muy bella a pesar de su edad, era también maestra de idiomas en el Ateneo Fuente y activa acuarelista, ganándose por su amplia cultura y don de gente el aprecio y amistad de la sociedad saltillense. A ella, en nuestras frecuentes charlas le debo mi aprendizaje de las diferentes tendencias en el arte, desde las clásicas hasta el cubismo y el arte moderno. Tomando ejemplos de su amplia colección de pinturas que adornaban la casona familiar, inició mi interés por el arte, y me enseñó el gusto de tomar café, a veces terminábamos a las 2 ó 3 de la madrugada y continuábamos al siguiente día.

            Mi carrera normalista y charlas con Dorita se suspendieron cuando mudé a la capital a continuar estudios superiores y mi carrera de funcionario bancario que desempeñé durante 33 años, y continuando mi amistad con Mario y María Romana por los muchos años que residí en el DF. Aún conservo dos acuarelas realizadas por Dorita que recibí como regalo el día de mi boda.

            He querido hacer recuerdos de la familia del pintor para rendirles mi homenaje y agradecimiento, porque gracias a su amistad me empujaron a viajar por el mundo y conocer los grandes museos de Rusia, Francia, Países Bajos, gran parte de Europa, Canadá y Estados Unidos, sin olvidar América del Sur ni nuestro mágico país.

            El Museo Rubén Herrera fundado por su esposa e hijos en la que fuera su casa familiar por la calle de Bravo, se encuentra ahora en el centro de Saltillo, en la esquina de la calle General Cepeda con la calle Juárez, ocupa una casona del siglo XVIII conocida como “Casa de las hermanas Figueroa”, muy famosas en la ciudad porque también fueron pintoras retratistas. Este edificio cuenta con cinco salas de exposiciones, auditorio y equipo moderno digital.

            No olvidemos que el maestro Rubén Herrera fue el último de los pintores clásicos de México, invito a los saltillenses a visitarlo y cuando tengan visitantes foráneos, presúmanles del Museo y la obra de don Rubén; ahí, al entrar los recibirá el mejor autorretrato del pintor, oleo de tamaño natural, que en la parte baja de la pintura tiene su firma y su frase de presentación que dice: “¡Aquí me Tenéis!