LOS BANDIDOS DE RÍO FRÍO MANUEL PAYNO

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Lic. Simón Álvarez Franco.

          Manuel Payno nació el 21 de junio de 1810, muriendo a los 84 años de edad el 5 de noviembre de 1894, ambos sucesos en la ciudad de México. Al terminar sus estudios secundarios, ocupó el cargo de meritorio (aprendiz) en la aduana de su ciudad natal. En 1842 fue nombrado secretario de la Delegación Mexicana en Sudamérica, siempre interesado en los estudios, fue enviado a Francia y luego a Inglaterra. Más tarde, el presidente López de Santa Anna le encargó estudiar a fondo todo lo relacionado con el sistema penitenciario estadounidense, por lo que fue enviado a New York.

          Fue el responsable de establecer el servicio secreto de correos entre México y Veracruz, y formó filas en el ejército mexicano contra los norteamericanos. José Joaquín de Herrera le dio el puesto de ministro de Hacienda y el presidente Ignacio Comonfort a su vez lo ratificó en dicho cargo, dado a que demostró honestidad y eficiencia en las labores de tan importante posición.

          Como Payno contribuyó y participó activamente en el golpe de Estado de 1857, fue procesado y expulsado de toda actividad política. Cuando se restauró la República, fue diputado varias veces. En 1882 estuvo en París; y luego fue nombrado cónsul de Santander en 1886 y después cónsul general de España. Tras su regreso a México en 1892 fue elegido senador.

         Manuel Payno (1) alternó la política con sus dos pasiones: la poesía y el teatro, sus mayores producciones fueron novelísticas. Asimilando a su maestro José Joaquín Fernández de Lizardi, pero sin afán moralizante, más bien como diversión y entretenimiento para sus lectores, cultivó la narrativa costumbrista de toda una época en México, ya había publicado en forma de “folletín” o por “entregas”, un capítulo en cada periódico a una cuartilla de real, es decir,  a  tres centavos cada una, se vendían sueltas o anexas al periódico, recordemos que en esos años (1847) todavía no se usaba el sistema métrico decimal y que la economía nacional era muy diferente a la actual.

          Todo el México de mediados del siglo XIX desfila por las páginas de Los Bandidos de Río Frío. Y no lo creaba Payno de memoria: lo que describía lo había visto, lo había vivido, era el México de su memoria, de sus recuerdos. Y esto en la perspectiva lejana de su patria y de su tiempo. Imaginemos a un escritor entrado en los 80 años de su edad, en su cómodo refugio del consulado mexicano en España, recordando con su buena memoria los lances y azares de su juventud y madurez, además de los servicios prestados a su patria en infinidad de ocasiones en  que arriesgó su vida y su salud, para proporcionarnos un sinfín de historias que nos relata en forma simple, muchas veces utilizando mexicanísmos que se usaban comúnmente en el habla popular diaria  como: tenamaste, alcahuete, testal, y tantas más cuyo uso se ha perdido o cambiado su significado por cuestiones idiomáticas o de simple flojera.

          El autor del libro en comento hoy nos dice en su prólogo: “Hace años, y de intento no se señala cuál, hubo en México una causa célebre. Los autos (fojas) pasaban de 2,000 y pasaban también de manos de un juez a otro juez, sin que pudieran concluir… Unos de los magistrados tuvieron una muerte prematura lejos de ser natural. Personas de categoría y buena posición social estuvieron inmiscuidos y se hicieron por esos motivos grandes esfuerzos por “echarle tierra al asunto”… Esto fue ¡imposible!, el escándalo fue tan grande que la sociedad de la Capital fijó su atención sobre esto y se hicieron muchas aprehensiones, pero por falta de pruebas los detenidos eran liberados. Al fin pudo descubrirse el hilo y los culpables fueron juzgados y condenados a muerte. El principal de ellos, que tenía una posición muy visible tuvo un fin trágico,” (2) En la novela se le conoce por su apodo como El Relumbrón” ratero, asesino y a veces comandante militar.

          El capítulo 1 inicia en una Villa cercana a la Capital llamada “Santa María de la Ladrillera”, tan cerca de la Capital que para viajar desde ahí a la Catedral Metropolitana o a Palacio Nacional, se recorría el trayecto en 6 ú 8 días con sus noches, a pie o en burro, según lo que se pudiera gastar. Pero esto es de veras importante; en dicha Villa vivía un tatatararanieto del Emperador Moctezuma, asesinado por Hernán Cortés. Joven pobre, en su miseria reclamaba su derecho a recibir la cuantiosa herencia, ya que se sentía y demostraba legalmente ser el heredero familiar del que fuera el último emperador azteca.

          ¡Pero no! estimados lectores, no voy a contar la historia completa, el libro en cuestión NO es fácil de leer, contiene 998 páginas, dos secciones con un total de 117 capítulos y más de 150 personajes, espero que les pase lo que a mí, desde sus primeras páginas me cautivó y así me mantuvo hasta el final, aprendí muchas respuestas a dudas que tenía sobre la historia de mi patria y recordé muchos mexicanismos que contiene y que se usaron en mi familia durante mi niñez, daos cuenta que estoy por entrar a la década 90 de mi vida, le dediqué a este libro cinco días de lectura intensa, continua, a pesar de que sólo poseo vista en el ojo derecho y éste sólo funciona con un 20% de capacidad visual, os exhorto a conseguirlo, leerlo con interés y atención, vereís que se justifica que lo conserven en su biblioteca, y aquí me detengo, ya estoy hablando con conjugaciones del siglo XIX. Veis como la cultura sí es contagiosa.

             Agradezco a vosotros, amables lectores su valiosa capacidad de leer mis colaboraciones.

Fuentes:

  • Antonio Castro Leal Editorial Porrúa “Sepan Cuantos” No. 3
  • Manuel Payno, Ibídem.