GEOPOLÍTICA: UN MOSAICO DE CONFLICTOS Y TENSIONES

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Virgilio Rafael González Guajardo.

En el turbulento escenario geopolítico mundial, diversas regiones se encuentran inmersas en conflictos y tensiones que amenazan con desencadenar situaciones de consecuencias impredecibles y nos muestra un panorama inestable y sumamente volátil. Desde el Oriente Medio hasta el continente africano, pasando por Europa del Este y Asia, los desafíos son variados y complejos, alimentados por intereses políticos, económicos y estratégicos de Inglaterra, Francia y Los Estados Unidos; la tríada perversa.

Comencemos nuestro análisis en la Franja de Gaza, donde la situación sigue siendo tensa. A pesar de los esfuerzos por mantener la estabilidad, los enfrentamientos constantes entre Israel y Hamas persisten, exacerbando las divisiones y obstaculizando cualquier intento de diálogo significativo para alcanzar una solución duradera. Los palestinos no son Hamas, ni esta organización protege sus vidas ni sus intereses.

En Europa del Este, la crisis en Ucrania continúa siendo motivo de preocupación. Rusia ha expresado su firme oposición a la expansión de la OTAN en la región, considerándola una amenaza directa a sus intereses de seguridad. Las tensiones han aumentado con la reciente escalada de violencia en el este de Ucrania, donde los combates entre las fuerzas ucranianas y las milicias separatistas respaldadas por Rusia han dejado un saldo de muerte y destrucción.

           Hablando de la OTAN, su papel en la motivación e incremento de conflictos en el mundo ha sido objeto de debate y controversia. Algunos analistas argumentan que las intervenciones de la OTAN en diversos países han exacerbado las tensiones y han contribuido a la fragmentación de regiones enteras, alimentando ciclos interminables de violencia y conflicto.

La diplomacia, como tal, se ha centrado en gestionar las consecuencias: negociar el acceso humanitario o el intercambio de prisioneros, o llegar a acuerdos como el que permitió que el grano ucraniano llegara a los mercados globales a través del Mar Negro. Estos esfuerzos, aunque son vitales, no son un sustituto para las conversaciones políticas.

           En África, un Mundo al borde de la crisis, la región de Tigray en el norte de Etiopía es escenario de enfrentamientos violentos que han desplazado a cientos de miles de personas y han causado una crisis humanitaria de proporciones alarmantes. El conflicto, alimentado por tensiones étnicas y políticas, amenaza con desestabilizar aún más a un país ya frágil y dividido.

El golpe de Estado perpetrado por el ejército en Birmania ha sumido al país en un caos político y social. La junta militar, que ha tomado el poder, enfrenta una creciente resistencia interna y una condena internacional unánime. La situación en el país sigue siendo volátil, con el riesgo de una escalada de la violencia y una mayor represión por parte de las autoridades.

             En el Sahel, los oficiales que han tomado el poder están decididos a acabar con sus rivales, lo que ha generado un clima de inestabilidad y conflictividad en la región. Los enfrentamientos entre grupos armados rivales amenazan con desencadenar una espiral de violencia que podría tener graves consecuencias para la seguridad regional.

En Sudán, la guerra civil continúa cobrando un alto precio humano, con millones de personas desplazadas y un número aún mayor de vidas perdidas. A pesar de los esfuerzos diplomáticos liderados por Estados Unidos y Arabia Saudita, la situación sigue siendo desesperada y la paz parece cada vez más elusiva.

En Asia, las tensiones entre Corea del Norte, China y sus vecinos han alcanzado niveles preocupantes, alimentando el temor a una guerra nuclear en la región. La injerencia de Estados Unidos en territorio chino ha recrudecido el riesgo de un enfrentamiento militar directo, con consecuencias impredecibles para la estabilidad global.

             Por último, en Hispanoamérica, un mundo en ebullición, los esfuerzos de Estados Unidos para balcanizar a México y generar enfrentamientos entre los países hispanos han generado preocupación y rechazo en la región. La manipulación de conflictos internos y la promoción de agendas divisivas amenazan con socavar la paz y la estabilidad en la región.

En conclusión, el panorama geopolítico global es sombrío y lleno de desafíos. Desde Oriente Medio hasta América Latina, los conflictos y las tensiones amenazan con desencadenar crisis de proporciones catastróficas. Es imperativo que la comunidad internacional trabaje en conjunto para encontrar soluciones pacíficas y duraderas a los conflictos que aquejan al mundo, antes de que sea demasiado tarde.

En un mundo marcado por la interconexión global, los conflictos geopolíticos continúan siendo una constante que desafía la estabilidad y la seguridad internacional. Desde el Medio Oriente hasta Asia Oriental, pasando por África y América Latina, las tensiones políticas y militares se manifiestan en diversos escenarios, generando preocupación y llamados a la acción diplomática.

Varios países no occidentales de media potencia se han vuelto más asertivos. Que Brasil, las monarquías del Golfo, India, Indonesia y Turquía (por nombrar solo algunos) disfruten de más influencia no es algo malo en sí. Hasta cierto punto, la negativa de los países de poder medio a alinearse ordenadamente detrás de las grandes potencias competidoras sirve como una especie de restricción sobre esos gobiernos. Pero especialmente en Oriente Medio y partes de África, las potencias regionales se han vuelto más activas en guerras, argumentando que las grandes potencias han hecho esto durante mucho tiempo, prolongando así los enfrentamientos. Las partes que están en conflicto hoy tienen más opciones a las que recurrir en busca de respaldo político, fondos y armas. Los pacificadores deben lidiar no solo con los beligerantes en el terreno, sino también con patrocinadores externos que ven las luchas locales a través del prisma de rivalidades más amplias.

Entonces, ¿qué está saliendo mal? El problema no radica en la práctica de la mediación o los diplomáticos involucrados. Más bien, se centra en la política global. En un momento de cambio, las limitantes sobre el uso de la fuerza, incluso para la anexión de territorios y la limpieza étnica, se están desmoronando.

El colapso de las relaciones entre Occidente y Rusia, junto con la creciente competencia entre China y EE. UU., tienen gran parte de la responsabilidad. Incluso en crisis en las que no están directamente involucradas, las grandes potencias discuten sobre lo que debería implicar la diplomacia y si (o cómo) respaldarla.

La incertidumbre sobre EE. UU. también contribuye. El poder estadounidense no va en caída libre, y su declive relativo con respecto a otros países no necesariamente anuncia desorden. De hecho, sería engañoso exagerar la influencia que EE. UU. alguna vez tuvo como hegemonía; pasar por alto sus desaventuras desestabilizadoras en Irak, Libia y otros lugares, o restar importancia a su fuerza militar actual. Los últimos dos años ofrecen suficiente evidencia del poder de EE. UU., tanto para el bien, al ayudar a Ucrania a defenderse, como para el mal, al brindar un apoyo casi incondicional a la destrucción de Gaza por parte de Israel. El problema radica más en la disfunción política de EE. UU. y sus vaivenes, lo cual aporta volatilidad a su papel global. Unas elecciones potencialmente divisivas en 2024 y el posible regreso del expresidente de EE. UU., Donald Trump, cuya preferencia por líderes autoritarios y desdén por los aliados tradicionales ya inquietan a gran parte de Europa y Asia, y hacen que el próximo año sea especialmente inquietante, dada la torpeza del gobierno mexicano en cuanto a la política exterior se refiere.

En Hispanoamérica, la creciente injerencia de potencias extranjeras, particularmente Estados Unidos, ha exacerbado las tensiones y los conflictos internos en la región. La manipulación política y económica busca desestabilizar gobiernos legítimos y fomentar divisiones entre países vecinos. Es fundamental que los países latinoamericanos fortalezcan su unidad y soberanía para hacer frente a estos desafíos.

En resumen, el panorama geopolítico mundial es complejo y desafiante, con una serie de conflictos y tensiones que amenazan la paz y la estabilidad en diferentes regiones del mundo. La cooperación internacional, el diálogo y el respeto por la soberanía de los estados son fundamentales para abordar estos desafíos y promover un orden mundial más justo y pacífico.