La otra pandemia; la corrupción

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Luis Eduardo Enciso Canales.

Nuestra forma de democracia es el soborno en su máxima expresión
Gore Vidal.

El virus de la corrupción ha penetrado y carcomido las entrañas de los gobiernos, los aparatos de impartición de justicia, el desarrollo social y la economía, pero también se ha ramificado a otros sectores que por su cercanía con estos han terminado por contagiarse y corromperse, escalando hasta llegar a ser una práctica social, que por su cotidianidad, ya ni siquiera la reconocemos como tal. Todos sabemos cómo opera la corrupción, desde la clásica mordida al agente de tránsito, pasando por la serie de sobornos que se pagan para agilizar trámites, evadir multas, omitir requisitos, pasar por alto reglamentos, hasta los de altos vuelos que involucran contratos millonarios, empresas fantasma, simulaciones, privilegios, nepotismo etc. La lista es interminable, como inagotable es la creatividad para imaginar nuevas formas de corrupción, y es que en este intrincado sistema de opacidades diseñado para hacer las cosas, no de manera sencilla, sino compleja y además cara, puesto que en México se paga por todo, hay quien paga 5 pesos, quien 15 y quien 15 millones. Así que el sistema resulta ser una invitación permanente a delinquir, si a eso le añadimos las profundas desigualdades sociales, económicas, culturales y educativas tenemos un caldo de cultivo ideal para la tranza.

“El que no tranza no avanza”, reza el popular dicho que en este país se a vuelto un lastre que suena a maldición de la que nunca escaparemos. Los que no poseen nada ansían llegar a tener a costa de lo que sea, si para lograrlo hay que hacerlo por la vía de la ilegalidad pues por ahí se intenta ya que el camino de la legalidad es estrecho y está plagado de obstáculos, además de ser más largo y tortuoso, lleno de sacrificios para poder lograr vivir mesuradamente bien. Las letras de la música de banda nos muestran la mentalidad de ese ser nacional que se esconde en lo profundo, personajes que de la miseria hoy viven en el exceso de los lujos gracias a las actividades ilícitas, el sueño guajiro del poder. Sabemos que para erradicar un problema primero hay que conocerlo, en ese sentido existen diversos estudios sobre corrupción que demuestran que existe una estrecha relación entre corrupción y pobreza, o el miedo a esta última, es por eso que el que delinque se vuelve voraz, acumula riquezas y lujos que difícilmente podrá disfrutar. Como lo demuestran los escandalosos aseguramientos de vienes a funcionarios o narcotraficantes en donde aparecen propiedades majestuosas y bodegas atestas de vehículos y objetos valiosos ahí almacenados, muchos de ellos que nunca han sido utilizados.

La etimología del término corrupción remite a algo que se rompe, se quiebra, se hace pedazos, se rasga, se destruye. Es la ruptura deliberada de una cosa, perdiendo su naturaleza por ese motivo. Lo corrompido deja de ser lo que fue o lo que pudo haber sido, para volverse otra cosa: algo roto pero que no desaparece. Lo que fue no deja su sitio a otra cosa, sino que conserva algún rasgo de sus orígenes, traicionándolos. La profesora Karina García Reyes de la Universidad de Bristol llevo a cabo un estudio en el norte de México por más de siete años para investigar la relación del narco con la pobreza y la corrupción a través del análisis de historias de vida en donde logro entrevistar a grupos de hombres que trabajaron para el narco, la investigadora estudió sus narrativas de vida desde un punto de vista discursivo, el análisis arrojo luz sobre las posibles causas de su incursión a lo ilegal, explicando la lógica con la que entienden el mundo. Uno de los principales problemas en México es la sistemática discriminación que produce el discurso binario entre “ellos” y “nosotros”, “buenos” y “malos”, “pobres” y “ricos, “güeritos” y “prietitos”, “nacos” y “cherris”. Revela el estudio que esta fractura obliga a la exclusión y por ende al deseo de pertenecer a algo, los entrevistados dijeron que aunque hay otras formas de vida ellos siempre querían más.

La exclusión social te aísla, te individualiza, lo que te hace sentir que hagas lo que hagas, no tienes nada que perder, y esto mismo se llega a dar en todos los niveles.         Recientemente fuimos testigos, una vez más, de la exhibición por medio de videos de dos muestras diferentes de corrupción, una explicita y la otra como una de las tantas variantes que tiene este fenómeno. En el primer video pudimos observar a grabación oculta un presunto soborno millonario a dos ex funcionarios panistas del Senado, operadores de los entonces senadores Francisco Domínguez y Jorge Luis Lavalle, el primero hoy gobernador de Querétaro y el segundo uno de los implicados por Emilio Lozoya en diferentes actos de corrupción. Posteriormente se difundió un vídeo donde aparece Pío López Obrador, hermano de Andrés Manuel, recibiendo paquetes de dinero de manos del ex director de Protección Civil David León. En lo que el mandatario ha asegurado que eran aportaciones para la campaña de su partido político, Morena, para las elecciones de 2015. Pues haiga sido como haiga sido esto no es moralmente correcto, lo increíble de estas dos situaciones es que ambas partes, la mafia del poder y la 4T se han dedicado a señalarse unos a otros, cuando el punto es que simplemente los dos sucesos son reprobables, jamás debieron existir tales situaciones.     

El caso es que por nuestras estructuras siempre habrá gente dispuesta a corromper y a coaccionar, por eso lo cierto es que en el tema de la corrupción no hay nada nuevo bajo el sol, todos los escándalos que se han destapado por este motivo en la historia reciente son fieles copias al carbón, mismo modus operandi, ¿de qué nos extrañamos pues? Todos estos casos son recuerdos que se vuelven futuro, esta forma de ser y hacer, ilustra a la perfección la famosa frese anecdótica de Don Adolfo López Mateos a quien le advirtieron en cierta ocasión cuando aún era presidente de México, entre 1958 y 1964: “No son pocos, señor, quienes se aprovechan de la generosidad de usted y están hincándole el diente al presupuesto”. Estas palabras no lograron incomodarlo, al contario, sonrió, según narra el escritor Rafael Loret de Mola. Sonrió y extrajo la cajetilla de Delicados que siempre llevaba consigo. Encendió uno, tranquilo, y dijo; “Cada mexicano tiene la mano metida en el bolsillo de otro mexicano” ¡Y pobre de aquel que rompa la cadena! concluyó mientras exhalaba la primera bocanada de humo. Esto también es un indicador de que las conductas se vuelven rígidas estructuras que se mantienen al paso del tiempo, todo cambia para volver a quedar igual, otra máxima nacional.

luis_enciso21@hotmail.com