Falta de responsabilidad; lo que nos falta a todos

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Jesús M. Moreno Mejía.

Reconocer es resolver.
José Martí.

En este mundo convulso de crímenes, odios, violencias, guerras, etc., buscamos siempre algún culpable para todo aquello que nos incomoda, pero eludiendo la responsabilidad que a cada quien nos debe corresponder y sin abandonar nuestra zona de confort, queriendo así encontrar una respuesta a todo mal existente.

Ha subsistido a través de los tiempos la violencia, el crimen, el odio, las guerras, pero hoy en día todo ello lo vemos recrudecido, sobre todo al enterarnos de lo que ocurre en el mundo por las redes sociales y los medios de comunicación, ya sea a nivel local, regional o nacional, pero también de lo que sucede en todo el orbe en corto tiempo, y todo eso nos incomoda.

Pero ubiquémonos en el ámbito nacional, para no extendernos más allá de nuestras fronteras nacionales.

Todos los mexicanos deben asumir como propios los valores y principios de esta Constitución y contribuir al bien de la comunidad y de la Nación

El llamado “Crimen Organizado” ha dado pasos agigantados, desde mediados del siglo pasado a la fecha, apoderándose no sólo de algunos lugares de nuestra patria, sino también en las estadías de los diferentes niveles de gobierno, e incluso de organismos públicos y privados, como tentáculos de un enorme monstruo que nos ahoga con sus acciones.

Clamamos al gobierno para que dé cumplimiento a lo que establece la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos:

Art. 1o.- En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece.

 Sin embargo, existe una propuesta adicional en materia de los Compromisos Personales, en la que se establece que “Todos los mexicanos deben asumir como propios los valores y principios de esta Constitución y contribuir al bien de la comunidad y de la Nación, preservar la vida natural en todas sus formas, protegiendo la conservación del equilibrio ecológico, preservando los ecosistemas originales el medio ambiente, así como favorecer su desarrollo personal y el de los demás para participar de la mejor manera en la vida del país, y con la disposición de compartir con otros sus saberes y habilidades.”

Mucho hay que discutir en relación a lo anteriormente propuesto, pero la verdad es que muy poco hacemos para cumplir con los valores y principios de los valores elementales de la humanidad, como la educación en el seno del hogar a nuestros hijos o pupilos, en lugar de dejarlos a cargo de personas ajenas o de la calle, e incluso en directrices de los programas de la televisión, del internet o de cualquier otro juego o entretenimiento, que no siempre resultan recomendables, aduciendo que eso hacemos, o dejamos de hacer, “para evitar ser molestados.”

¿Y qué decir de nuestro ejemplo? En lugar de enseñar a ser honestos y honrados a nuestros hijos, sabemos que hay padres que les recomiendan “ser vivos” y aprovechar todas las oportunidades que se les presenten, como sería apoderarse de un objeto olvidado por alguien, pero con dueño, ¿Y eso a que les conduce o inducen? La respuesta es obvia, a robar.

Cuando les recomendamos a nuestros hijos que no deben mentir, pero a su vez obramos de diferente manera, como cuando llegan los acreedores nos contradecimos y les damos la instrucción de que digan que él no está. Lo más seguro es los niños aprenderán a siempre a engañar, incluso a los propios padres.

Exigimos con justa razón a que termine la corrupción en la impartición de justicia, pero en cambio damos “mordida” al agente de vialidad para evitar ser multados al pasarnos un alto o ir con exceso de velocidad en nuestro auto, y en ocasiones el cohecho lo hacemos en presencia de nuestro familiar, sea un menor, joven o un adulto.

La ausencia de valores y principios está en nuestra vida actual, cuando debíamos ser los primeros en ponerlos en práctica, para así tener el derecho de exigir a las autoridades que cumplan con su cometido y romper el círculo vicioso en el que vivimos hoy en día.

Pero en fin, analicemos en seguida, brevemente, el significado del valor de la responsabilidad, de acuerdo con lo expresado por Cecilia Pliego de Robles, en su libro “Enseñanza Activa de Valores Éticos”, para establecer lo que a cada quien le corresponda a su buen entender:

“Objetivo y definición del valor Responsabilidad: Comprometerse con lo que se decide hacer; capacidad de afrontar el deber. Responsabilizarse es responder, es darse cuenta de los actos, pensamientos, actitudes, etc., y dar cuenta cabal con valor y hasta el final.”

“Si cada quien identificara sus deberes y estuviera dispuesto a cumplirlos, no sería necesaria la aplicación de la ley, ni tantos disgustos y confusión, sin que ello signifique que vamos a actuar por otros, sino a cumplir nuestra responsabilidad.”

Lamentablemente predominan los antivalores: La irresponsabilidad, el incumplimiento, la indisciplina, la desobediencia, la inconsciencia y la indiferencia.

 Tienen similitud con estos últimos, la mentira y la habladuría, que ya parecen deporte nacional, pues medio mundo las practican en todo y están tan difundidas que las comparamos como lo hacen regularmente en el mundo del entretenimiento y la diversión, dándole difusión a todo lo que escuchamos o leemos en los medios informativos a los que les damos crédito a ojos cerrados.

¿A qué nos conduce lo anterior? A un grave problema que hoy en día padecemos: la confrontación entre ideas, puntos de vista o de verdades a medias, de las cuales tomamos partido, sin detenernos a investigar si lo que se dice es cierto o no, pero que creemos es necesario difundir, llegando al grado de crear enfrentamientos inútiles hasta en el seno de la familia.

Es mejor actuar de manera inteligente, le ocurrió al gran filósofo de la antigua Grecia, Sócrates, al que alguien le fue a advertir que se corría un rumor que lo afectaba, pero el sabio pensador le advirtió primero: “¿Lo que se dice tiene sustento? ¿Te consta lo que rumoran? ¿Crees que sería bueno creer lo que afirman? Si todo lo anterior es negativo, olvídalo y no me cuentes nada.”

¡Hasta la próxima!