El “ícaro” lagunero

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Fernando Rangel de León.

En la edición de sábado 20 y domingo 21 de agosto de 2022, Milenio-La Opinión, da cuenta de la historia de un campesino lagunero muy pobre de 19 años de edad que acarició el sueño de volar; y ante la imposibilidad económica de hacerlo, fue estudiando las maniobras de los aviones que despegaban del aeropuerto “Francisco Sarabia Tinoco”, de Torreón, Coahuila, para ver la posibilidad de algún día treparse a la parte exterior de un avión que ya se dispusiera a tomar pista para elevarse, de manera de no ser visto y detenido.

Cliserio Reyes Guerrero

Ese lagunero soñador fue Cliserio Reyes Guerrero, originario del Ejido Florencia, municipio de Francisco I. Madero, Coahuila, que habiendo brincado las cercas del aeropuerto, alrededor de las 22 horas del día 12 de octubre de 1950, se metió al área donde los aviones empiezan a prepararse a agarrar pista y al  que iba a emprender el vuelo se subió al estabilizador horizontal derecho, con unos lentes y una gorra adecuados para volar, sin que alguien se diera cuenta; que era de Líneas Aéreas Mexicanas, Sociedad Anónima LAMSA, que emprendería el vuelo de Torreón a México.

Al elevarse su piloto el capitán Jorge Guzmán, al sentir que llevaba peso de más y que esto le desestabilizaba su avión, decidió regresar a Torreón, “ante el peligro que significaba la vibración que sintió en los pedales del timón”; y ya en la pista vieron a Cliserio Reyes Guerrero, agarrado férreamente en una de las partes de una de las alas, con mucho frio y con la chamarra totalmente desgarrada pues el avión había desarrollado una velocidad de 285 kilómetros por hora y con una temperatura gélida a una altitud de 5 mil metros.

El “Ícaro” lagunero, inmediatamente fue detenido por las autoridades aeronáuticas, llevado a la cárcel municipal, que en aquellos ayeres se encontraba en la avenida Abasolo y calle Falcón, y puesto a disposición del Juez de Distrito, en el Palacio Federal en Torreón; pues de entrada se trataba de un delito federal como lo es ataques a las vías generales de comunicación.

La opinión pública reaccionó inmediatamente: unos apoyando a Cliserio Reyes Guerrero, porque vieron en su comportamiento el deseo de realizar un sueño imposible de cumplirlo por falta de dinero y su temeridad de arriesgar su vida en aras de volar; y otros que lo reprobaron porque puso en peligro la vida de los demás, la suya propia y bienes materiales.

LAMSA no presentó cargos contra el que también en ese entonces fue llamado “polizón”; el Ministerio Público Federal, fue benévolo, con el “Ícaro” lagunero, y tras permanecer 16 horas detenido y pagar 5 mil pesos de multa que fueron reunidos con cooperaciones, quedó en libertad, el Juez de Distrito, lo dejó en libertad.

Esta acción le dio celebridad regional y nacional, y hasta internacional, a Cliserio Reyes Guerrero, y empresas de fumigaciones aéreas le impartieron cursos sin costo alguno para él y a ofrecerle trabajo como piloto, con lo que se ganó la vida surcando los cielos concretizando así su sueño de Ícaro.

Este es un valor de que “querer es poder”, inmutable en el tiempo y en el espacio.