EL GOBIERNO DE AMLO ES MALO, CARO E INEFICIENTE

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Jorge Arturo Estrada García.

“Los malos gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan.”
George Jean Nathan.

“La política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano”.
Dwight D. Eisenhower.

El país avanza hacia una elección presidencial muy competida. Contra todos los pronósticos, los opositores parecen haber encontrado a un fenómeno político capaz de enfrentar y derrotar a López Obrador y a sus corcholatas. Aún faltan nueve meses para el super domingo de junio del 2024. Todavía, pueden pasar muchas cosas. Pero el presidente parece desconcertado, iracundo y descontrolado. En contraste, la oposición está conquistando espacios y ya tiene a una candidata que se percibe competitiva. Sin embargo, la política es un panal de traidores, habrá que estar atentos. Tal vez, ha llegado el momento de los ciudadanos, de tomar por asalto las candidaturas principales.

La debacle de la clase política, que ha estado en el poder durante 90 años, y sus enormes excesos, le abrieron el camino a Andrés Manuel y a su triunfo arrollador, en el 2018. Ahora, alarmados, la comentocracia, los ciudadanos y los políticos en la oposición, se quejan de que López Obrador es una amenaza para la democracia. Y, de nuevo, que “Es un peligro para México”. Tal vez tengan razón. AMLO es un destructor de instituciones.

Desde la fundación del Partido Nacional Revolucionario, PNR, origen del Revolucionario Institucional, PRI, a fines de la tercera década del siglo pasado, los partidos nacionales monopolizan la vida política del país, centralizando sus dirigencias y coartando autonomías locales y las de los partidos estatales. En el caso del tricolor, el poder de facto, recayó en el presidente de la república. Tal cual, ahora lo detenta AMLO en Morena. Así, desde la Silla del Águila se elaboraban las listas de los candidatos de todos los tamaños, igual se hace ahora. Los ciudadanos y los militantes fueron excluidos de los procesos. Hasta con la aparición del INE, en los años noventa, los ciudadanos fueron convocados a votar, ya con credencial y foto hasta 1992. Antes eran mudos testigos, lejanos.

Hace unos cuantos años, en 2014, surgieron las candidaturas independientes, que cada vez son más difíciles de concretar, por tantos requisitos que hay que cumplir. Entonces, los ciudadanos se acercan a la participación política, solamente en fecha electoral, a depositar sus votos, acarreados o libremente.

El INE registra que 94 de cada 100 ciudadanos, no están afiliados a ningún partido político. También que solamente 6 de cada 100 personas, que cuentan con su credencial de elector, forman parte de los padrones oficiales de los partidos. En encuestas recientes se muestra que el 54 por ciento de los ciudadanos se considera apartidista, y no tienen simpatía por ningún partido. Los que dicen simpatizar con Morena son apenas el 25 por ciento del padrón y es el más alto entre los partidos.

Presenciamos, permanentemente, como el sistema de partidos recicla a sus candidatos y se van formando dinastías con hijos, nietos, hermanos gobernadores, alcaldes, diputados, regidores, etcétera. Lo hacen, incluso, saltando de un partido al otro y de un puesto al otro. Lo más destacado de esa larga historia política partidista, han sido los casos de corrupción, algunos con denuncias y cárcel, y otros con impunidad, fortunas y nuevos encargos. Son escasos los personajes que se ganaron respeto y admiración por su honestidad y talento.

Los excesos de los gobernantes y funcionarios, en la gestión del Nuevo PRI, del presidente, Enrique Peña Nieto, generaron una enorme indignación ciudadana. Así, finalmente, llegó López Obrador a Palacio Nacional. Simultáneamente, el PRI y el PAN fueron aplastados y sus estructuras se desmoronaron paulatinamente. En la actualidad, hay una enorme crisis política en el país, que, con Morena, el partido fundado con tránsfugas del Prian-PRD, ha empeorado. La mayoría de estos organismos están en decadencia, debilitados y desprestigiados.

Las actuales dirigencias de los partidos se aferran a sus cargos, mientras las escasas militancias desertan. Así, los líderes del tricolor se juegan más que su futuro político, parecen más interesados en negociar la seguridad de que no serán perseguidos judicialmente que reconstruir al expartidazo. De esta forma, el PRI parece destinado a seguirse desplomando, ya solamente son despojos, a nivel nacional. Nunca volverán a reconstruir sus poderosas maquinarias ni a tener 31 gobernadores. Las encuestas lo marcan como el más desprestigiado de la lista. Los analistas los señalan como poco confiables, incluso en las coaliciones.

En otro frente, el PAN se petrificó. Así, grupitos de “familias felices”, en los estados y municipios, se alternan los puestos, a veces plurinominales a veces de mayoría. Sus figuras, nacionales y locales envejecieron, perdieron atractivo ante los electores. Dejaron de ser aguerridos y opciones para vencer al mal gobierno. Parece que ya nada tienen que ofrecer al electorado, aunque sean figuras conocidas con varias victorias en sus carreras, están francamente en declive. No tienen atractivo para los nuevos votantes. Les urge renovarse.

El otro subproducto del PRI, del ex tricolor, el inefable Dante Delgado, el Partido Movimiento Ciudadano, buscará subsistir, cachar votos y tal vez vender cara su participación electoral en el 2024. A López Obrador, le conviene que el MC postule a un candidato en solitario que sirva de esquirol ante el Frente Amplio por México. Aunque, hay quien dice que también le quitaría votos a Morena si los guindas postulan a una corcholata con escaso carisma.

Sabemos, que al grueso de los ciudadanos no les importan los partidos, y mucho menos pertenecer a ellos. Tampoco les importa la política. Confían en el INE, su organización electoral y sus resultados. Solamente el 60 por ciento, en promedio, se presenta a votar cuando es el momento de las urnas.

A lo largo y ancho del país, el fenómeno de los últimos seis años, Morena, colecciona victorias y ya tiene 23 gobernaturas e influencia en un par más. De igual forma, conquistaron decenas de municipios en cada región. En cada uno de esos gobiernos, se deja sentir el peso del presidente en las decisiones. Gobernadores, legisladores y alcaldes, firman desplegados o levantan la mano cada vez que se les pide. Al estilo el viejo PRI todo poderoso y sometido al tlatoani.

En sus tiempos el PRI corporativizó la vida nacional, desde la política hasta la laboral. Diseñó un país de sectores con electores cautivos. Un país de informales beneficiarios de los permisos para vender desde semillitas, hasta boleros, taqueros y voceadores, los sindicatos eran enormes con sus centrales de la CNOP y los obreros, CTM, CROC, luego los del magisterio, burócratas federales, estatales y municipales, el IMSS, ferrocarrileros, etcétera. Todos controlados por el gobierno y movilizados por el tricolor. López Obrador sueña con hacer lo mismo, pero sus colaboradores ya fallaron.

Así, en este momento, el presidente quiere destruir la democracia. Quiere conservar el poder. Quiere hasta imponer a los candidatos de sus adversarios. A poco más de un año de terminar el sexenio, la popularidad de Andrés Manuel se estacionó entre el 50 y 60 por ciento, cayó del impresionante 80 por ciento inicial. Y, actualmente hay demasiadas voces interesadas y desconfiadas respondiendo las encuestas. En contraste, su gobierno está reprobado en seguridad, y acceso a la salud

Su gobierno ha sido mediocre. Se enfocó en crear una base electoral, entre los pobres, repartiendo mucho dinero en efectivo y casi sin condiciones. Simultáneamente, también construyó un bloque empresarial en las fuerzas armadas cediéndoles enormes presupuestos y empresas. La codicia es el cebo. A los 10 más grandes empresarios del país los llenó de negocios y dinero.  Parecen ser su seguro en un escenario apretado y apurado.

De esta forma, los resultados son contrastantes. Los ricos son más ricos. Los pobres tienen más ingresos, pero deben gastarlos en alimentos más caros; y medicinas, y atención médica costosa y particular. Lo que los empobrece más, sobre todo, en caso de las enfermedades catastróficas, que requieren hospitales, tratamientos complicados y largos. Los empleos nuevos son mayormente informales, sin prestaciones. Es un hecho que sin el Seguro Popular 30 millones de mexicanos quedaron desprotegidos.

El de Andrés Manuel, es un gobierno malo, caro e ineficiente. Igual o peor que los otros que hemos padecido. Consiste en demasiada demagogia, pretextos y cinismos, todo disfrazado de ideología. Una ideología tan falsa como la honestidad valiente, del Rey del Cash.

¿Es decepcionante o era previsible? ¿Era diferente o resultó lo mismo? Era un viento nuevo, o era solamente un ventarrón, un miembro más de una camada caduca, de una nefasta clase política mexicana de las últimas décadas.

Su gobierno es derrochador y salpicado de corrupción. La forma de hacer política del presidente y su grupo es a través de reparto de dinero, de mucho dinero. Son exprianistas, son tipos veteranos y pragmáticos generados en medio de la nefasta política mexicana.

Ya es el momento de los balances y de los ajustes. Es tiempo de elecciones y traiciones. El cierre debe mejorar los resultados alejado del discurso hueco. Con solamente la maquinaria, AMLO no va a ganar. Está furioso y pierde precisión en sus estrategias. La fuerza del surgimiento de Xóchitl Gálvez le arruinó sus planes transexenales, ahora debe improvisar. Debe hacerlo rápido, antes de que la amenaza crezca. Tratará de destruirla, incluso usando a miembros destacados de los partidos opositores, falsos aliados.

En esta ocasión, los ciudadanos, tienen la oportunidad y el deber de tomar el liderazgo de la vida pública, por el bien del país. Debe tratar de imponer a sus candidatos, para el superdomingo de junio. El desprestigio de los partidos y de la mayoría de sus cuadros es enorme. Los votos por los prianistas en el 2021 fueron de castigo al presidente, por parte de una clase media que lo abandonó en cuanto lo conoció de cerca. Esos sufragios no fueron por ideologías ni por confianza en panistas y priistas, fue para impedir que el poder de AMLO se consolidara en el congreso. Las cosas se ponen más intensas cada día. Veremos.