Adela Ayala Vaquera

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Lic. Simón Álvarez Franco.

Árbol de la amistad internacional

La tierra donde nutro mis raíces,
En señal de amistad entre Países
A México la enviaron sus hermanos.
Con el agua y el sol de La Laguna”
Creceré pregonando mi fortuna:
¡Simbolizo la unión de los humanos!

Adela Ayala, Julio de 1971.

Cuarenta y ocho países del mundo, enviaron al Club Rotario de Gómez Palacio, Dgo., un poco de tierra de su propio país, toda la cual se mezcló con la tierra lagunera y se plantó en ella el Árbol de la Amistad Internacional, lo cual se hizo frente al Teatro “Alberto M. Alvarado” de dicha ciudad, en la fecha anotada arriba. El árbol que se plantó pequeño, es de follaje verde intenso y perenne. A su lado se colocó un mármol con el verso que aparece arriba en esta página. Dicha placa, lamentablemente ha desaparecido a la fecha, pero el árbol ha crecido frondoso y bello, “con el agua y el sol de La Laguna”.

Adela Ayala Vaquera

“Adelita” como se le llamó por cariño por todo aquel que tuvo la suerte de tratarla, en especial por la población de la Comarca Lagunera, ya por su humildad, ya por su servicial ayuda al desprotegido o necesitado. Nació en mayo 26 de 1926 en San Pedro de las Colonias y después de una vida dedicada a la enseñanza en escuelas primarias y al servicio social en Instituto del Seguro Social de Gómez Palacio, Dgo., entregó su alma al Creador el 30 de noviembre de 1979.
Durante su corta vida, apenas 53 años, nunca hizo alarde de los varios premios y homenajes logrados en ésta y otras tierras extranjeras como Estados Unidos, donde obtuvo la Tipografía Lazalde de Torreón, Coah. con la impresión del Poema “Amor, Tema y Variaciones” un primer lugar en Certamen Mundial celebrado en Nueva York. Por su tríptico de sonetos a don Francisco de Ibarra fue premiada por la Academia Mexicana de La Lengua Española en la ciudad de Durango, Dgo. con motivo del IV Centenario de la fundación de dicha ciudad. Su primer libro publicado “Poemas”, fue dado a conocer por el Declamador de América, don Manuel Bernal y posteriormente utilizado por éste y por don Juan de Dios Legorreta en sus programas de radio y televisión.
Su poema “Canto al Desierto”, puede compararse muy bien con la elevada escritura del potosino José Manuel Othón quien avecindado en Cd. Lerdo, ahí compuso su “Idilio Salvaje”, poema cumbre en el que Othón describe con palabras justas y voz bravía; la soledad, los peñascos y colores de la tierra , arena y el desierto.
Este poema de Adelita aparece escogido por la S.E.P. en los libros de texto Enseñanza Lógica del Español para segundo grado de secundaria. En él describe, las tolvaneras, los colores de ésta nuestra tierra.
Años más tarde, la autora se convirtió en personaje fundamental para la cultura de esta región: plasmó en poemas sus impresiones sobre la vida y los sentimientos, replicando así lo dicho por el poeta italiano Benedetto Croce tras definir sus creaciones como un “sentimiento contemplado” (*)

canto al desierto

y yo digo: ¡desierto!
con la voz orgullosa de quien dice:
¡montaña!, ¡selva!, ¡puerto!
para enraizar, junto a la arena de lo que fuera río,
tendrá que ser el hombre como planta
que al reto del ambiente se endurece horadando la tierra
en busca de veneros cada vez más profundos
donde se esconde el agua,

que acostumbrar la piel a que reciba
la caricia del sol en llamaradas,
que oír la voz del campo, el polvo, el aire,
aquí, donde hasta el logro
de una flor es importante.

el deserto es hermoso, quien lo habita
lleva sin reverberos en el alma.
mas, para comprenderlo,
no hay que darle tan sólo una mirada:
hay que impregnar el cuerpo y el espíritu
de su quietud en soledades áridas,
sumirse en el agobio de los años sin lluvia,
hundirse en el misterio de su noche callada,
gozar con el prodigio del huizache florido
o del nupcial penacho de la palma,
con el suave capullo del algodón en el campo
donde se oye al terrón chupar el agua . . .
¡triste de quien se marcha del terruño
a cargar su nostalgia!

el ocaso derrama sus fulgores espléndidos
encendiendo los cerros, desde donde la noche
desliza su ropaje de silencio;
inquietas las chicharras y los grillos inician su concierto
y al reclamo tierno de la torcaz, se acercan los luceros.
¡las gotas anheladas cristalizan solamente
en la ruta de los sueños!
y cuando la garganta de las aves pregona el nuevo día,
los cardenales lanzan su saeta del páramo al mezquite.
los chileros saludan a la aurora
una bandada de garcillas vuela
del cuadro de la alfalfa hacia la sombra.
un sol enorme y rojo descubre los milagros:
el trigal, inclinado al peso de sus oros,
el algodón brindando sus guedejas al viento. . .
el aire, siempre seco, trae alientos de brasa.

cae lumbre del sol a plomo sobre el surco
y sobre el hombre recio que sostiene la pala
distribuyendo el líquido precioso que la presa le manda.
¡quizá más fertilice la semilla el hilo constante
que chorrea por su espalda!
entre arenas, breñales calcinados, espinos cenicientos
y horizontes cargados de espejismos,
van las manos del hombre ganando la batalla
que dará pan a muchos.

la llanura dialoga con quien quiere escucharla. . .
yo te escucho,
región de vida dura,
surco abierto
donde se han enterrado tantos sueños y tantos sufrimientos,
y donde sólo arraigan los que te aman,
creyentes invencibles del desierto.

Muchas veces Adelita acompañó sus presentaciones con la guitarra que su padre le regalara y que tañía con maestría, no en balde sumó dentro de su vasta producción de poemas, también fue compositora del Corrido a Gómez Palacio y del Himno del Colegio La Luz.

Para celebrar 50 aniversario del Instituto Francés de La Laguna (1939-1989) compuso y publico un libro en Décimas; “Historia de un Ranchero Lagunero “, del cual, dado su extensión, damos a conocer aquí sólo unas Décimas:


Cuando la tarde entre fuego
detrás del cerro se pierde
y queda del campo verde
sólo el aroma del riego,
apresto in mucho ruego
mi inseparable guitarra,
abotono mi chamarra
y rasga el aire un corrido
en doloroso gemido
que toda fibra desgarra.
Yo que nací en esta tierra
en una humilde cabaña
que el Nazas crecido baña,
donde la azada se entierra
Y el duro terrón se aferra
en el salitre asentado,
les he mil veces jurado
que no hay quien mejor se sienta
que el que su cuerpo alimenta
con lo que ha el sudor ganado.
Me llamo Nacho González
ranchero desde chiquito
y siento en mi carne el grito
del campo y los animales;
olvido que existen males
si en invierno o primavera
miro la luz mañanera
desprenderse de los cerros
mientras mugen los becerros
y enciende el cielo su hoguera.

De las quince, a veces 20 páginas (**) que componen este libro hemos seleccionado sólo tres décimas para dar idea del vocabulario ranchero y pueblerino que la poetisa utilizara como digna representante de la campesina lagunera.
Entre los múltiples homenajes que se le han dedicado, sobresale su nombre impuesto a una Sala del Museo del Algodón, y dos escuelas en Torreón, mientras que en Gómez Palacio, existen tres placas de mármol y 2 escuelas, al igual que en Cd. Lerdo. En la Universidad Autónoma de la Laguna, destaca la placa en mármol con su poema “Bienvenidos”
Su último poema y despedida de esta vida, corto, romántico, y sencillo lo escribió en 1979, nos dice:

“En la orilla
donde quiebra el suspiro
y no existe la esperanza,
bajo el cierzo,
hay una barca
Llego,
Silencio . . .
Soledad . . .
Tensa cruje la amarra,
La desato. . . y no más.”
F I N

() De Alba Bessonnier, Alonso (Siglo de Torreón, mayo 26 de 2021 (*) Acevedo Lidia, Casa de la Cultura Gómez Palacio, Dgo.